BIENVENIDO

Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

viernes, 20 de mayo de 2011

PELÍCULAS VIAJERAS: "Vacaciones en Roma"



No sé muy bien qué nos motiva más a viajar, si leer o ver una pelicula cuya acción transcurre en un determinado lugar.  Algo nos engancha, nos arrastra hasta los lugares que vemos en el cine o imaginamos en nuestras lecturas.  Ver con nuestros propios ojos el escenario de esas historias es algo gratificante. A veces ocurre que nos defrauda porque ha cambiado demasiado o no cumple nuestras expectativas, pero casi siempre nos encanta. Es algo inevitable al viajar: buscamos esos lugares comunes que nos suenan de mil y una historias y nos invitan a evocarlos una y otra vez...

Así, damos comienzo a un breve espacio en el que daremos cuenta de esas referencias viajeras vinculadas directamente con algunas de nuestras películas favoritas... quizá también algún libro que nos haya servido de inspiración para preparar un viaje.
Empezaremos esta sección con una de nuestras películas preferidas, la niña mimada de la casa:

VACACIONES EN ROMA


Juntemos a la chica más dulce y delicada de Hollywood con uno de los galanes más apuestos y con la sonrisa más irresistible. Contemos una historia digna del mejor cuento de hadas, con princesa incluida. Busquémosle el escenario más impresionante: la eterna ciudad de Roma. El resultado es fácil de imaginar.

Una de las películas más deliciosas del cine de los años 50. De esas que se ven de principio a fin con una sonrisa. El maestro William Wyler firmó su obra más imperecedera y hoy, muchos años después, la película resiste el paso de los años y sigue siendo una referencia de los viajes a la ciudad de Roma.

Así es que nosotros, cuando este verano nos disponíamos a ir a Roma, decidimos verla en familia. ¿Qué efecto causaría en nuestras hijas? Nada que ver con el cine actual. ¿Serían capaces de ver, de principio a fin, una película en blanco y negro en la que no hay efectos especiales, ni magias o seres fantásticos, ni adolescentes bailando de principio a fin?

Pues sí, la princesa Ana las cautivó desde el inicio. Con ella, y con el cínico periodista montados en una Vespa, fuimos recorriendo aquellos lugares de Roma, que pronto veríamos con nuestros propios ojos.





Así, fue este verano cuando, al llegar a la Plaza de España, al bajar a la larga escalinata, (y aunque la encontramos repleta de turistas), nos hizo ilusión, y así lo hicimos, sentarnos exactamente en el mismo lugar en el que la ingenua Audrey, la princesa Ana del cuento de hadas, se toma su helado de cucurucho y así la encuentra el sonriente coprotagonista. 

Puro e ingenuo romanticismo, imposible no sonreir ante esta imágen ¿verdad? de la encantadora escena de su reencuentro. 

Y por supuesto, cuando en nuestra estancia nos acercamos con nuestras hijas a la basílica de  Santa María in Cosmedin, no pudimos olvidar la escena en la que la pareja prueba suerte ante la "Bocca della verità", rememorando el momento en que Peck finge haber sido atrapado y mordido por la siniestra boca...


Hoy, en Roma, las imágenes de la película siguen siendo una referencia para el turismo. Imanes para la nevera, pósteres de todo tipo o calendarios, se venden año tras año en las tiendas de recuerdos porque ya forman parte de la ciudad.


Nosotros en este año 2011, tenemos las fotografías de la dulce pareja en el calendario que cuelga en nuestra cocina.

Sólo estuvimos día y medio en Roma. No teníamos sitio para muchos recuerdos, pero la princesa y el periodista viajaron con nosotros a la vuelta.

Volveremos a ver "Vacaciones en Roma" porque no es película de ver una sola vez  y, cuando volvamos una vez más a Roma (que tampoco es ciudad de un sólo viaje) ellos estarán de nuevo allí, imperecederos, recorriendo con su Vespa las calles de la ciudad.




sábado, 14 de mayo de 2011

"London for Christmas"

3 de Diciembre de 2010.


Los viajes se planean con unos cuantos meses de antelación y después, cuando llega el momento, te invade una cierta sensación de irrealidad.
Al menos eso es lo que me pasa a mí, que no termino de creérmelo. En este caso, a la sensación de irrealidad se unió la del desánimo. Tremenda ola de frío, aeropuertos cerrados en Londres… los días anteriores los había pasado mirando el foro, apartado “el tiempo en Londres” para ver si el aeropuerto de Standsted, al que llegaríamos desde Zaragoza, estaba afectado por alguno de los cierres anunciados… parecía que no. Por otra parte el frío polar tampoco hacía muy apetecible un viaje. Total, que el día previo a marcharnos a Londres yo estaba de lo más desanimada.
Llega el día de la partida y el avión sale con media hora de retraso por problemas operativos. 


El vuelo transcurre sin incidentes. Sobrevolando Francia ya se ve el paisaje nevado. Al otro lado del canal otro tanto. Realmente es bonito, aunque nos preguntamos qué nos vamos a encontrar al hacer el aterrizaje. Afortunadamente, hacia el norte de Londres la nevada ha sido menos severa. Han transcurrido algo más de dos horas desde que hemos salido de Zaragoza. Estamos en Inglaterra.


Rápidamente bajamos por la rampa de acceso a la estación de autobuses. Ocupando los andenes 13 y 14, los autobuses de Terravisión. Nosotros cogemos el que va a Liverpool Street, que no es el mismo que el que va a Victoria, aunque están al lado.
El recorrido dura algo más de una hora hasta Liverpool Street. Entramos por el este viendo el paisaje nevado y algo más adelante, la zona de Whitechapel, que tanto me sorprendió en un pasado viaje, por lo multiétnica. Calles y calles llenas de comercios y restaurantes indios, otras calles en las que se ve gran presencia de musulmanes, alguna mezquita incluida…. A mí me resulta interesante esta cara de Londres. Tal vez haya ocasión de venir por aquí.


En la estación de Liverpool, sacamos nuestra primera Travelcard, de un día, claro. Teniendo en cuenta que vamos a hacer tres viajes, ya nos compensa. Los niños, hasta los once años, no pagan. Entra el adulto con el niño cuando se abre la barrera de acceso. En varias ocasiones me quedé atrapada (sobre todo el primer día con la bolsa de viaje a cuestas) para regocijo de mis hijas.


Nuestro Hotel es el Premier Inn London King’s Cross. Me atrevo a recomendarlo y hasta a decir que, si vuelvo a Londres, repetiré en este hotel, cuya relación calidad precio es más que óptima.


Otro punto a favor de este hotel es la ubicación y, sobre todo, la buena comunicación en metro y autobús, con las zonas de Londres por las que nos vamos a mover, como iremos viendo.


Primera tarde en Londres.


No es la primera vez que visitamos la ciudad, pero de momento, nos disponemos a cumplir el protocolo de todo visitante en Londres, comenzando la visita por lo más “tipical british” que se nos ocurre, para que nuestras hijas sepan dónde están ya que, aunque mucha geografía no es que sepan, alguna imagen de la ciudad sí que tienen. Con lo cual, una vez dejados los bultos en la habitación, sin tiempo que perder, que no nos sobra, cogemos metro para Westminster.
Uno de los transbordos lo hacemos en la estación de Baker Street y nos encontramos con una estación de metro, tipo antiguo, que nos dejó a todos encantados.


Las primeras fotos entonces, por seguir el orden correlativo de nuestro itinerario, corresponden a esta estación, abierta en 1863, una de las más antiguas del mundo, por la que parece que vayamos a encontrarnos con Sherlock Holmes y Watson (elemental) yendo a resolver alguno de sus enrevesados casos.






Algún guiño al Sr. Holmes, la estación ya tiene:




Pero íbamos a otra estación, la de Wetminster, buscando las imágenes del Londres “more tipical”.



Pues venga, aquí las tenemos. Nada más salir del metro, de morros con el Big Ben.


Comprenderéis que a mi hija de ocho años, sólo se me ocurra decirle que este es el reloj que rodean Wendy y sus hermanos cuando, siguiendo a Peter Pan van hacia el país de Nunca Jamás.




Si es que está lleno de tópicos Londres y … ya puestos, vamos a ver el London Eye que, iluminado, hace una bella estampa junto al Támesis.


Hace frío y no es cuestión de quedarse parados mucho rato. Sacamos las fotos de rigor, por supuesto, pero sin detenernos demasiado.
Bajamos hacia la Abadía de Westminster y ...


... en lugar de ir paseando al lado del Támesis, (demasiada humedad y frío en una noche como ésta) elegimos ir hacia la gran Avenida de Whitehall, pensando que estaremos algo más resguardados, para dirigirnos, a continuación, a Trafalgar Square.


La temperatura heladora se puede llevar, entre otras cosas, porque vamos realmente abrigados, (leggins debajo de los pantalones, camisetas antitérmicas …. nos hemos forrado) así es que paseamos esta calle tan señorial (que se llama así por el palacio de Whitehall construido para Enrique VIII en 1532, en la actualidad "Horse Guards") pasando por las casas de la gente bien y por algún Ministerio, como el de la guerra y observando, de paso, el paisaje aún nevado de la ciudad. En algunos lugares la nieve todavía está cuajada. Las niñas aprovechan para andar por ella y tirarse bolas, aunque nosotros les decimos que no lo hagan porque se van a calar los guantes …


Trafalgar Square está adornado por un árbol de Navidad, que tiene su historia.


La ceremonia de iluminado tuvo lugar ayer, día 2 de Diciembre y se mantiene hasta el 5 de enero de 2011. El árbol viene cada invierno desde Noruega, desde hace más de sesenta años, como símbolo de la amistad entre los dos países y gratitud por la ayuda de Gran Bretaña durante la segunda guerra mundial. Este árbol hace el número 64 y está decorado con miles de lucecitas blancas al estilo noruego.
Con este acontecimiento se marca el inicio de la temporada festiva… Señores y Señoras ¡Es Navidad!


Nos acercamos a verlo de cerca y lo que nos va a llamar la atención es el grado de congelación del agua de la fuente y los carámbanos de hielo que cuelgan de las estatuas…





Teníamos intención de ir, seguidamente a la iglesia de St. Martin in the Fields, concretamente a su cripta, convertida en café, para tomar algo caliente, pero al acercarnos vamos que hay en ella un espectáculo y la entrada no es libre. Lástima.


Así es que, atendiendo a las peticiones de las niñas (que son las que mandan aquí) vamos hacia Picadilly buscando ya un lugar para cenar y descansar un rato.


Picaddilly está a tope de gente y con gran presencia española. Es de suponer que, en este puente, arrasamos.






A los típicos letreros luminosos se unen los de la cercana calle de Regent Street, dedicados en estas fechas navideñas a las Crónicas de Narnia.




Un puro canto a lo comercial, pero la calle está espectacular.
Atención a la limusina:



No nos matamos la cabeza ya que terminamos en un Pizza Hut (podría haber sido peor ya que teníamos un McDonalds al lado) bueno, pues para cumplir el trámite y estar calentitos un rato.


Después de cenar paseamos un poco por allí y volvemos hasta Picadilly, buscando el “Rain Forest” una tienda (y café-restaurante) con una graciosa decoración de muñecos de peluche y un decorado de selva tropical, que he prometido enseñar a mis hijas. La pequeña ya está pensando en que se va a comprar una serpiente y el nombre que le va a poner (será su único regalo, no os penséis).





Pero está cerrado, así es que nos conformamos con poner las caras junto al escaparate.



Volveremos mañana, antes de las nueve, que es la hora en la que cierran.




Nos hemos olvidado por completo de la hora y resulta que se nos han hecho las once de la noche, hora británica. Para nosotros las doce y llevamos levantados desde muy temprano (nuestras hijas incluso han ido al cole las primeras horas de la mañana …) Nos asomamos algo por la zona viendo los letreros anunciadores de los clásicos espectáculos de Londres:




Poco a poco llegamos hasta China Town




Creo que la imagen que más llamó la atención a nuestras hijas fueron los patos laqueados en los escaparates:




Confieso que yo me hubiera quedado mucho más rato paseando por la zona pero, sensatamente, creemos que lo más razonable es volver a casa, que vamos con menores.


Aquí se cumple lo de que el hotel está bien situado, ya que una línea directa (la negra) nos deja en cinco paradas, de Picadilly a King’s Cross.


Con la imagen de un improvisado (o no tanto) cantor en el metro, nos despedimos por hoy.




Mañana nos espera un intenso día en Londres.


De mercadillos, museos y otras diversiones.


4 de Diciembre de 2010


Muy temprano y tras un estupendo desayuno en el Hotel, nos ponemos en marcha dispuestos a disfrutar de nuestro primer día completo en Londres. Nos ponen al corriente de que hemos sido bastante afortunados al poder salir de España ya que hay una huelga de controladores aéreos de la que no teníamos ni idea y que podía habernos dejado en tierra. La noticia nos dejó algo preocupados por el retorno a Zaragoza…
La buena noticia es que no hace tanto frío como ayer. Tampoco llueve. O sea que no parece que ningún fenómeno meteorológico nos vaya a fastidiar la jornada.


Lo primero que hacemos es dirigirnos a la estación Saint Pancras dónde sacaremos nuestras Travel Cards del día. La estación, de por sí, puede ser objeto de visita, con su estilo gótico victoriano.















Desgraciadamente, hay obras y no se puede entrar en la parte histórica de la estación.




No obstante, vamos a aprovechar la ubicación del hotel para visitar la cercana “British Library”. De no estar realmente al lado, no hubiéramos venido de propio, pero ya que estamos aquí, entramos y nos pareció muy interesante. 

Es un edificio moderno que alberga todas las publicaciones de Gran Bretaña y muchas obras históricas de todo el mundo.


Tiene una curiosa estatua en su exterior:


Entramos a echar un vistazo y nos llama la atención su amplitud y racionalidad en el diseño. Es un lugar realmente agradable para venir aquí y leer o estudiar.
No queremos demorarnos en la visita, así es que directamente entramos a la sala llamada “nuestros tesoros” y, sí, hay unos cuantos tesoros escondidos por aquí.


En una inmensa sala con tenue iluminación y protegidos por cristaleras, se encuentran desde notas de Leonardo da Vinci hasta una primera edición en folio de Shakespeare, ejemplares de “La carta magna, una Biblia de Gutenberg y textos antiquísimos hinduistas, jainitas, sijs, hebréos, católicos o musulmanes … partituras de músicos de todas las épocas (Desde “El Mesías” de Haendel hasta apuntes para canciones de los Beatles). Lo que quieras.
No hacemos más que decir, “madre mía, estos ingleses, lo que tienen aquí...” En esto de tener cosas de todas partes son especialistas... A su favor, decir que lo tienen todo bien cuidado y estupendamente dispuesto. Así es que, al menos lo disfrutamos todos. La exposición es gratuita.


No logramos interesar mucho a las niñas con esto y eso que hay una zona dedicada a Alicia en el País de las Maravillas (incluye una edición ilustrada por Dalí) que es preciosa, pero nada, se aburren y, con esta visita, hecha por pura casualidad, que se merecería mucho más tiempo, nos vamos a otra cosa.


Lo primero, sacar la Travel Card para coger el metro. Destino Camden Town. Está también muy cerca del hotel así que llegamos en una o dos paradas. La fauna que se baja en la estación ya nos indica lo que nos vamos a encontrar en los famosos mercados.


En un viaje anterior, nuestro alojamiento cerca de Notting Hill, nos permitió disfrutar del clásico mercado de Portobello, esta vez nos venía mejor Camden, así es que estaba más que claro que teníamos que venir aquí.


No diré que me llevé una sorpresa con Camden, ya que había visto tantas fotos que me sabía de memoria lo que me iba a encontrar: la decoración de las paredes, el ambiente cosmopilita y desenfadado... el lugar más idóneo para conocer el lado más "underground" de los londinenses.



Casi hay tantos turistas como ingleses y eso que hemos elegido hacer la visita en sábado siguiendo el consejo de mi guía, que dice que el domingo casi no se puede andar por la zona. Nosotros no teníamos mucha elección. Así es que nos dedicamos a explorar, cada uno con sus propios intereses.






Las fotos corren a cargo de Simbad que, por cierto estrena cámara y está encantado.




Una vez pasada la primera calle, viene lo más interesante, los canales y la zona de los establos, que nos costará un poco llegar, ya que paramos aquí y allá.




El canal continúa bastante congelado.


Hay gaviotas que igual caminan que patinan sobre el hielo...




...pero la temperatura de hoy es más que agradable y no tardará en convertirse en agua. Estamos teniendo suerte.


Entre compras y fotografías pasamos la mañana. Te metes por allí y no sales. Es un lugar inabarcable en el que las imágenes dan mejor cuenta de todo lo que se pueda decir.






Logramos llegar hasta la concurrida zona de los establos:






La famosa tienda Cyberdog:




Miles de imágenes se amontonan para el recuerdo:










Yo pensaba que las niñas se iban a quedar más alucinadas con lo que podía verse por aquí, pero estas niñas ya pueden ver lo que sea, que no se inmutan y con toda naturalidad mi ha mayor (diez años) me señala a una chica tipo “Morticia” de la familia Monster y me dice (ilustrándome a mí, por sí no lo sé) “Mira mamá, una gótica”.


Compramos alguna cosilla, un foulard, una mochila plegable, una sudadera… tampoco mucho. Lo cierto es que con la libra, no salimos muy bien parados que digamos.


Llega la hora de comer. A pesar de la abundante oferta de comida exótica que hay en los tenderetes:




acabamos en un “Pret a Manger”. La idea era también sentarnos y descansar un ratito antes de continuar la jornada. Mi marido se queda con las ganas de comer algo en alguno de los múltiples puestos que hay por aquí… sonrientes vietnamitas, chinos, japoneses, indios… todos te invitan amablemente a detenerte y probar su exótica comida, pero hay que complacer a los demás. En todo caso, mañana es muy probable que vayamos a comer a un indio y entonces se verá qué tal.


Cambio absoluto de zona para la tarde.


Cogemos nuevamente el metro para irnos hacia el suroeste ya que queremos visitar el Museo de Historia Natural, que nos parece que es el que más puede interesar a las pequeñas.
Salimos del metro (estación Kensington) y nos despistamos. Fuimos en dirección contraria (no sé cómo lo hicimos, la verdad). El Museo está muy cerca. Es un edificio por sí mismo espectacular. En estas fechas, además todo el entorno está adornado con motivos navideños.




Al lado también hay una pista de hielo y algunas atracciones. Nos asombra la cola que hay para entrar, pero enseguida nos dimos cuenta de que la entrada se hacía en grupos numerosos y, en menos de cinco minutos ya estábamos dentro.
Sabíamos que íbamos a encontrarnos al gran dinosaurio del Hall y a mucha gente. Así fue. Estaba repleto.




Con un pequeño plano (no muy claro) nos limitamos a ir a algún punto de interés. La exposición de fósiles de dinosaurios, es lo más espectacular y visitado.




aunque la réplica de Tiranosaurus Rex, con su disposición de luces y sus rugidos es el que tiene más éxito y también es lo que más divierte a nuestras hijas.




Tanto intento para que las cosas puedan interesar a los niños que al final confunden los museos con los parques de atracciones. Es una opinión personal, por supuesto.





Logro conducir a las niñas, no obstante, hasta una zona dedicada a la biología en la que encontramos a un gigantesco bebé dispuesto como si estuviera en el interior del útero materno con una recreación de los sonidos (latidos del corazón) que puede escuchar el bebé.





Subimos a la planta de arriba en la que nos llama la atención, como a todos los visitantes, el corte de secuoya.

Hay una gran sala dedicada a los minerales:




y paseamos también brevemente por la zona verde, dedicada a las diferentes especies de animales y a la evolución del hombre.


Yo me hubiera quedado más rato, la verdad y aunque deprisa y corriendo aún logre ver la exposición dedicada a los insectos en la planta baja. Quedaron para otra ocasión el simulador de terremotos, el viaje alrededor de la tierra, o el centro Darwin (colección de especímenes de incalculable valor, dice la guía y yo soy muy curiosa), pero termino en la Tienda del Museo, (por si no logramos entrar al Rain Forest tampoco hoy) comprando una simpática serpiente pitón (Sibila) para mi hija pequeña que, aparte de para jugar con ella, le servirá de bufanda.


A la salida ya es de noche.




Nos quedamos un ratito viendo la pista de hielo y hasta nos planteamos tomar un chocolate caliente, que la tarde está fría. Sin embargo, no hay sitio y además las casi cuatro libras que cuesta el chocolate nos quitan rápidamente las ganas.


Continuamos nuestros pasos por la animada avenida que nos acerca al Victoria and Albertum Museum (lo visitamos en el anterior viaje que fue algo más cultural que este) y algo más allá...










llegamos hasta el templo del consumismo y de la opulencia: los famosos almacenes Harrods. Espectacular la iluminación navideña, por supuesto.










y es que aquí, hasta los escaparates aglutinan a una considerable cantidad de público que dificulta el paso.








Este año rinden homenaje a Peter Pan (dedujimos) pues los escaparates recrean algunas de las escenas del famoso cuento.




Yo no tenía el mayor interés en entrar, pero alguien dice "¿cómo vamos a estar en Londres y no entrar en Harrods?" Así es que entramos, buscando casi directamente la planta de los adornos navideños (second floor, please) e íbamos alucinando de los precios, ¿cómo puede una simple bolita de navidad costar 5 libras? ¿qué llevan? …


Aquí vemos una mesa puesta alcance de cualquiera:




Asombrándome a mi misma, compré unos lotes de Christmas que me parecieron graciosos e incluso a buen precio.


Ya he dicho que este no era precisamente un viaje cultural, así es seguidamente, toda la troupe nos vamos al parque de atracciones, porque más o menos eso es lo que tienen montado en Hyde Park. “Winter Wonderland”.


Las niñas como locas…. (¿podremos montarnos en algo? … bueno, veremos los precios, les decimos.)
El parque está muy bonito con todas las atracciones iluminadas.




Además se recrea un típico mercado navideño alemán, con puestos de comidas y especialidades típicas y diferentes espacios que no llegaremos a ver en su totalidad.
Entre que es de noche y el tinglado que hay aquí montado, uno casi no distingue que estamos en Hyde Park. Como estamos al lado del lago, me acerco para ver si algún ave acuática permanece por aquí indiferente al tumulto. Pues sí …. Hay un montón de patos y cisnes en la orilla y mucha gente dándoles de comer. Sin mucha fe en cómo van a salir las fotos tiramos alguna y aquí está el resultado (un milagro de la época digital, dada la oscuridad reinante en la zona).


Panorama de patos en nocturnidad.




Claro que tampoco pretendíamos sacar a la parejita de enamorados…


Estamos teniendo bastante suerte con el tiempo. Hoy no hace, ni de lejos, el frío de ayer, pero un poco destemplados si que nos encontramos.
Decidimos entonces, antes que nada, entrar al espacio cubierto que hay en la zona, a tomar un chocolate caliente (menos de 3 libras) Dicho y hecho y, de paso, nos hacemos con un plano del “Winter wonderland” que nos confirma que es mucho más grande de lo que en un principio habíamos pensado.


Ya más templados, vamos en busca de una atracción que les haga gracia a las pequeñas y sea asequible. No se deciden. Hay montañas rusas, norias y de todo, pero más bien para mayores.




Está llenito de gente y, por sí hablábamos de buen tiempo en el día de hoy, inoportunamente se pone a llover. Lo que no desanima a la gente, que sigue en brecha pese al aguacero.
Finalmente eligen una atracción que les gusta a las tres y montan ellas solas en una especie de dragón que se lanza a toda velocidad, entrando en una zona a oscuras, llena de ojos iluminados y sale por el otro extremo de la atracción. Los demás las aguardamos bajo la lluvia.
La pequeña sale ligeramente pálida y descompuesta, pero la miro bien y está entera, después de todo. Claro que no le quedan muchas ganas de montarse en más. Tampoco teníamos mucha intención, así es que, algo calados ya a estas alturas, vamos buscando la salida del parque. Miramos de lejos alguno de los espacios por los que vamos pasando:








Alguna casa del terror:











aquí unos cantando...




... otros bebiendo, otros comprando alguna de las múltiples baratijas (y no tan baratijas).




Muy bonito todo, tanto como comercial. Es el espíritu de la Navidad británico.


Salimos de este "Winter wonderland" con un lluvioso panorama:




Yo quería haberme acercado hasta el palacio de Buckingham y pasear algo por The Mall, aunque sea en la oscuridad, pero esta maldita lluvia nos ha fastidiado.
Me temo que mañana no habrá ocasión.


Al metro, pues (le sacamos bastante partido a la Travel Card, realmente) y nos dirigimos hacia Oxford Street, que ayer no llegamos a verla. Suponemos que será la zona más animada, pues se nos está haciendo un poquito tarde. Se trata de ver la iluminación navideña e ir pensando en la retirada.


Así de bonita han puesto la calle:








Así terminamos más o menos nuestro día, paseando por Oxford Street, dirección Soho para desembocar en Picadilly. Mucha gente, tiendas abiertas todavía (por el tirón turístico, evidentemente) y oyendo hablar español casi tanto como inglés.


Elegimos una cadena italiana para cenar (seguimos sin rompernos especialmente la cabeza), la Strada. No podemos decir que nos fuera bien: tardaron en servirnos la cena a pesar de que no había mucha gente en el local; a cualquier cosa que pedíamos les costaba traerlo una eternidad y las niñas acabaron literalmente dormidas sobre los asientos. Les costó hasta cobrarnos. Sería mala suerte, pero como para no volver.


Somnolientos y nuevamente destemplados, volvemos a nuestro hotel. (De nuevo dando gracias por la línea directa que une Picadilly con King’s Cross y que nos deja en el hotel en un cuarto de hora.)


Verdaderamente, ha sido un día intenso.


Recorrido en barco, Brick Lane y últimas luces de Navidad



5 de Diciembre de 2010



Con ánimos renovados, y ligeramente tarde en cuanto a horario se refiere, nos disponemos a pasar nuestro último día en Londres.
No teníamos muy claro lo que hacer hoy. Había varios plannings a compatibilizar, o sea que seguro que alguna cosa se quedaría en el tintero.
Se quedó el British, ya lo adelanto y alguna cosa más, como la estación de metro de Canary Wharf diseñada por Norman Foster, que yo quería ver.


Parte de nuestro día transcurre en barco. Llegamos a la estación de metro ”Embankment” para tomar un Thames Clipper River Roamer que tiene un itinerario que va desde Westminster a Grenwich, más o menos. Nos hacen un descuento con la Travel Card que nos supone pagar 8 libras en lugar de las 12 que vale el billete de adulto. Las niñas pagan 5 (el billete para niños hubiera costado 8). La especialidad Roamer supone que puedes subir y bajar cuantas veces quieras a lo largo del día. Los barcos salen cada veinte minutos, aproximadamente. Consulté para ver si podían valer aquí lo de los descuentos del 2x1, pero no los encontré.


Hemos optado por comenzar así (la otra posibilidad era el British) por aprovechar las horas de sol (porque hoy hemos tenido sol todo el día, aunque seguía haciendo un buen frío). A las cinco de la tarde la oscuridad es total. No teníamos muy claro tampoco si hacer o no el itinerario completo, pero una vez montados (el barco es muy cómodo, las niñas van calentitas en el interior, y nosotros fuera contemplando el panorama) nos percatamos de que el barco va muy deprisa, así es que ya puestos, llegaremos hasta el final.


Posibilidades fotográficas todas las del mundo. El recorrido nos llevará a contemplar algunos de los puntos más emblemáticos de la ciudad a la luz del día.


Así es que este es un breve resumen de nuestro recorrido por el Támesis.




Westminster, casas del Parlamento (ambas un poco desde lejos), Big Ben:




London eye:




Nos llama la atención la "Sea containers house":




La sala Tate, el puente del Milenio y Sant Paul:






La gran nave de guerra HMS Belfast:




Tower Bridge:






Y hemos dicho que llegábamos hasta el final, así es que Támesis abajo, podemos contemplar los rascacielos de Canary Wharf, la antigua zona portuaria, que literalmente significa "embarcadero canario", por su comercio con las islas canarias. Hoy es una zona moderna y comercial en la que destaca la Canada Tower con cincuenta pisos:




Llegamos a Greenwich, contemplando el inmenso estadio O2 Arena, en el que estos días puede verse una exposición dedicada al Titanic, que seguro que es bien interesante.




A estas alturas del viaje, nuestra hija mayor, incompatible con cualquier medio de locomoción, da igual terrestre o marítimo, comienza a encontrarse mal. Nos bajamos del barco (había que bajar de todas maneras porque ese era el final) y esperamos para tomar nuevamente el de vuelta y pararnos por la zona de la Torre de Londres.


La humedad es intensa y nos deja ateridos, menos mal que hay una pequeña estación en la que podemos esperar los veinte minutos que el barco tarda nuevamente en salir.


Una vez en la parada de la Torre, directamente nos vamos a un Starbucks a tomar cafés y chocolates para templarnos. La niña vuelve en sí, poco a poco. (¡Pobrecita, qué mala suerte tiene con sus papás viajeros!)


Nos detenemos un poco en la Torre, en la que también hay una pista de patinaje y cierta decoración navideña.




Uno de los lugares que me había planteado visitar en este viaje era el East End, aquellos barrios por los que anduvo, hace unos cuantos años ya, Jack el Destripador. Hay rutas dedicadas al amigo Jack, pero nosotros queríamos conocer la zona en la que se concentra la mayor parte de población india en Londres: Brick Lane.

He leído que los domingos hay un mercado, mezcla multiétnica y vintage de lo más animado. También he oído hablar del mercado de Spitafields, ropa de segunda mano, antigüedades, artesanía… este último lo dejamos para otra ocasión, ya que hoy, también tenemos intención de comer en algún restaurante indio.


La parada de metro es Aldgate East. Una vez allí, comprobamos que es una parte de la ciudad más obrera y con multitud de inmigrantes.






Sin embargo, los mercadillos domingueros atraen a muchísima gente. No hacemos más que cruzarnos con más y más personas con sus bolsitas de plástico de las compras que han realizado por aquí.




Vamos viendo más y más letreros en hindi y muchos restaurantes con menús del día a buen precio.




De momento, nos adentramos por este barrio que tal vez, no a todo el mundo guste, (de hecho
yo no las tenía todas conmigo de que les fuera a gustar a mis amigos) que tiene un aire tan radicalmente diferente a lo que hemos visto hasta ahora y que completa las múltiples caras que puede ofrecer una ciudad como Londres.





Llegamos más bien tarde, casi a mediodía y del mercado al aire libre ya no queda mucho. No obstante yo, que no me había hecho ninguna idea previa, me quedé sorprendida de encontrarme con un mercado cubierto, amplísimo y, una vez en su interior:





nos topamos nada más entrar, con puestos de comidas de todos los países posibles: orientales, tropicales y hasta encontramos un puesto con españoles que ofrecía tapas, vino y tortilla de patatas, a los que no corresponden las siguientes fotos, como veréis.





Más adentro, muchísimos puestos de todo lo imaginable, pero no penséis en nada cutre, no, más bien tipo puestos de artesanía hippies o de diseños divertidos, mucha ropa, accesorios de todo tipo y a mejores precios que Camden, por cierto.





Estuvimos por allí y a mi hija mayor que le encanta esto de las compras, se le pasaron todas las penas.

Salimos nosotros también con bolsa de plástico de alguna comprilla y sin saber muy bien por cuál de los restaurantes indios decidirnos, ya que la oferta era variada...



Nos metimos a comer a uno de los que recomendaba mi guía: el Preem, con menú del domingo por 6,95 libras (yo también tenía apuntado el "Sheraz", recomendación de Spanish).


El lugar sencillo, muy limpio y con un atento servicio. La comida (tienen que gustarte un poco los sabores exóticos, claro) estaba buena, además, yo pedí platos muy poco picantes, por si acaso.


A lo que salimos del lugar ya era de noche:












Aunque mucho más humilde, también por esta zona había iluminación festiva.








La parte más moderna y alternativa de Bricklane, tiene su propia página web por si alguien quiere echar un vistazo.

www.visitbricklane.org

Vuelta al metro al punto de partida (la Torre), que ahora está iluminada.




También el Tower Bridge:




y de nuevo tomamos el barco porque queremos ver iluminado el Puente del Milenio que va desde la Tate Modern a San Pablo.




Nos hubiera hecho ilusión visitar la exposición de Gauguin que estos días se expone en la Tate Modern,
pero cuando vimos el precio de entrada (13,50 pounds) nos pareció excesivo y decidimos, algo contrariados, no entrar.


Sí que lo hicimos en alguna de las salas (también este museo lo habíamos visitado con anterioridad, mi marido y yo en otro viaje) en la que hay muchas excelentes obras de maestros del impresionismo o de las vanguardias de comienzos del siglo pasado.





A las seis, hora de cierre del museo, cruzamos el puente hacia San Pablo y, al acercarnos, vemos que también hay colocado un gran árbol de Navidad.








Están celebrando misa en San Pablo, un cartel lo advierte y avisa que, de entrar, se haga en silencio. Así lo hacemos, permaneciendo simplemente en el fondo. Hay un precioso belén que fotografiamos…



...segundos antes de ver el cartel que prohíbe hacer fotografías. No nos gusta transgredir las prohibiciones, pero fuimos tan discretos que el vigilante, que nos vio, tampoco nos dijo nada.


Se ha hecho tarde una vez más. Me gustaría ir a Covent Garden, para ver la animación callejera y el mercado navideño. Sí, fuimos, pero llegamos más bien tarde. Los puestos estaban ya cerrando y tan sólo quedaba algún músico cantando sus últimas canciones, según comprobamos.



Alguna foto de la decoración pudimos hacer y nos quedamos con las ganas de haber disfrutado un poco más del lugar.




Pero es que mañana es lunes, día de trabajo. A lo mejor la gente se retira hoy pronto para sus casas. No nos queda otra opción que volver, una noche más, a la zona de Picadilly en la que, como mínimo, habrá turistas.


Una vez allí nos acordamos de que el primer día no habíamos entrado al Rain Forest, el segundo no fuimos y … ¿hoy?… sí, hoy sí, abierto y con toda su jungla expuesta.





Es un lugar gracioso para ir con niños, pero excesivamente caro. Me alegré de haber cargado con la serpiente Sibila en el museo de Historia natural (10 libras), aquí, una similar, valía diecisiete.
Bajamos al restaurante (a verlo) y sacamos alguna foto porque es un lugar que descubrimos, por casualidad, en el anterior viaje, y que nos trae buenos recuerdos.





Una última vuelta por la zona y nos vamos al metro, hoy más temprano porque tenemos que madrugar, ya despidiéndonos de Londres.


En la estación de llegada: King’s Cross, mi marido recuerda de pronto: “Pero ¿no es ésta la estación desde la que sale Harry Potter?”, y se va a buscar, cámara en ristre, el famoso andén nueve y tres cuartos, mientras los demás nos quedamos esperando.


Al ratito vuelve con cara de entusiasmo. “¿Lo has encontrado?” , le preguntamos, “No, pero hay una vieja locomotora de vapor en la parte de abajo en pleno funcionamiento… ¡vamos a verla!”


No logra mover a los demás que parecen deseosos de ir hacia el hotel, las niñas quieren cenar, y yo, que sí le hubiera seguido, pienso que seguro que ha hecho alguna foto de esa locomotora a la que no vimos, pero sí oímos.


Me digo a mí misma que si es una buena foto, con ella terminaré mi diario.


Bueno, aquí está.





Tal vez, después de todo, sí que ha encontrado el famoso andén... o por lo menos la locomotora de Hogwarts.


No me despido con pena de Londres, porque se que es un lugar de referencia al que, de vez en cuando, siento el deseo de volver.


See you soon, London!


Nota de última hora: Marchamos a Londres sin saber nada de la huelga de controladores aéreos y, ha sido a la vuelta cuando nos hemos enterado de la magnitud del problema. Siento mucho que otros viajeros que también preparaban su viaje a Londres para este puente, no pudieran marchar, yo también me hubiera quedado muy decepcionada. Saludos a todos.

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