BIENVENIDO

Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

martes, 19 de noviembre de 2013

Yacimientos arqueológicos de FESTOS y GORTINA - MESETA DE LASITHI - AGIOS NIKOLAOS

18 de julio 2013

No estamos madrugando demasiado en estos últimos días y es que el cansancio va dejando su huella en nosotros, así es que no demasiado temprano, dejamos Matala, donde hemos pasado la noche, para dirigirnos a FAISTÓS o FESTOS, considerada la segunda ciudad minoica más importante después de CNOSSOS. 


Su visita ha sido uno de los motivos por los que decidimos tomar MATALA como base de operaciones para visitar el Sur, con lo cual, a pesar de que a mis hijas esto de las ruinas, como dicen ellas, no les motiva demasiado y están un poco de morros con nuestra propuesta, nos dirigimos hacia allí y en un escaso cuarto de hora estamos en la puerta de entrada. 

Lo primero que hay que decir es que no hay demasiada gente. En cualquier caso, nada que ver con Cnossos, que es el yacimiento más visitado con diferencia. 

Su descubrimiento se debe al arqueólogo italiano Halbherr, nacido en Rovereto en 1857. Al contrario que en la polémica reconstrucción de Knossos por Evans, Festos conserva por completo su autenticidad, lo que para muchos le da un mayor valor arquitectónico. 

 Festos tiene un aire mucho más tranquilo y un bonito emplazamiento, sobre la llanura de Mesara.



Su gobernador fue Radamantis, hermano del famoso Rey Minos, con lo que podemos decir que ambos lugares: Knossos y Festos, tienen la misma antigüedad. Aproximadamente construido en 1900 antes de Cristo, fue destruido en 1700 y reemplazado por un palacio nuevo que se erigió sobre los cimientos del anterior, con lo que podemos ver restos tanto de uno como de otro palacio.


El pequeño folleto que dan a la entrada no ayuda mucho. Hay algún cartel que te va indicando lo que vas viendo, más o menos, pero hay que echarle buena voluntad, teniendo también en cuenta también que estamos viendo dos palacios de dos diferentes épocas y todas sus dependencias, superpuestos. 

La zona mejor conservada corresponde al llamado "palacio nuevo". Destacan las gradas del Teatro, en las que el público acudía a ver espectáculos de tauromaquia o ceremonias religiosas. 


Identificamos también el llamado Santuario tripartito.


Hay un gran patio central con privilegiadas vistas a las montañas de Psiloreitis. 



Y vemos como al suroeste del patio se encuentra un conjunto de almacenes y silos.



Lo que es concretamente la zona del palacio está vallado, porque continúan los trabajos de excavaciones en él. 


En la zona en la que se encuentran trabajando, en la parte de atrás, un cartel nos indica que fue aquí donde se halló el famoso disco de Festos, escrito en una especie de jeroglífico que todavía no ha podido descifrarse y que hay quién considera como uno de los grandes enigmas de la Historia.



Tendremos oportunidad de verlo más adelante, concretamente en el Museo arqueológico de Heraklion, la capital de Creta, que es donde se encuentra el original, o eso dicen.


Continuamos nuestra visita ya sin rumbo fijo, disfrutando del privilegio de estar aquí así como del entorno en el que nos encontramos. 


No elegían nada mal estos antiguos sus lugares para vivir. Hermosas perspectivas les acompañaban en su vida diaria.



Pero estamos tardando algo más de lo previsto y tenemos un segundo destino también cercano esperándonos.  

Aquí en este mapa vemos la ubicación del yacimiento que vamos a abandonar: Phaistos (Festos/Faistos) y el que visitamos a continuación.


Se trata esta vez de otro yacimiento importante, pero posterior al anterior. 

GORTYS o GORTINA tiene otras peculiaridades. Lo más destacable fue que durante 250 años fue la capital de CRETA. Ello sucedía en la época de los romanos, siglo III antes de Cristo. Nos encontraremos ante una interesante mezcla de estilos, pero eso no es lo más llamativo.

La visita resulta peculiar, porque sólo una parte se encuentra controlada, propiamente. 



Así es que al entrar el recinto y encontrarnos los restos del Odeón semicircular y de la basílica de Agios Titos que no podemos visitar porque están restaurándola, nos sentimos algo decepcionados. ¿Ya no hay nada más?



Nos acercamos para ver más de cerca las columnas que rodean el Odeón, que data del s. I de nuestra era y que era utilizado como teatro cubierto.  



Al menos, encontramos también lo que es más curioso de ver: el más antiguo Código Penal de Europa, protegido por una verja y que contiene regulaciones sobre los más diversos temas, como divorcio, derechos de herencia o propiedad. Está escrito en alfabeto dórico y data de 500 antes de Cristo.




GORTYS tuvo doscientos cincuenta años de esplendor, antes de ser destruida por los turcos y posteriormente abandonada. 

Uno puede encontrarse restos de todo tipo, pero lo curioso es donde puedes encontrarlos. En realidad, mirando el plano, resulta que la mayoría de los lugares indicados no están incluidos en el precio de la entrada y hay que marcharse literalmente a la carretera para encontrarlos.




Así lo hacemos y vamos viendo columnas tiradas de cualquier manera y restos por aquí y por allá, que todavía están sin un destino adecuado.

 

Metiéndonos por los campos, al lado de la carretera, encontramos valladas las ruinas que pertenecieron al pretorio. 

Llegamos a la conclusión de que tienen más dentro que fuera.


Ruinas del templo de los dioses egipcios, del templo de Apolo (en el que están trabajando), al menos hay unos pequeños carteles para que te puedas hacer una idea.



Resulta curioso ver a turistas (no muchos, la mayoría se limita a hacer la visita de lo que está propiamente en el recinto) deambulando por la carretera y cruzando de un lado a otro en busca de restos de las diferentes civilizaciones que poblaron Gortys que, sin duda, tuvo una importancia capital en la isla de Creta.

Bastante agotados del paseo, tomamos en el bar un refresco antes de continuar camino y, como ya es hora de comer y nos espera un buen trecho hasta llegar a AGIOS NIKOLAOS donde pasaremos la noche, hacemos una parada en un pueblo elegido al azar, PIRGOS, donde nos están esperando a la puerta (o casi) porque no debe ser lugar demasiado visitado por el turismo. 

Vamos a uno de los tres restaurantes que están uno al lado del otro. Todos tienen una señora indicándonos que entremos y así lo hacemos, lamentando no haber elegido cualquiera de los dos en los que no hemos entrado, ya que en el que sí lo hemos hecho, había otra familia en el interior.


Supongo que empezamos a tener una visión de una Creta profunda alejada del turismo de masas. Se ve un panorama humilde y sabiendo la situación de los griegos, creo que la vida no debe de ser excesivamente fácil por aquí.

Comemos bastante bien, y además nos regalan un plato de fruta, el agua y cuatro pastelitos. He dicho bastante bien, porque no había excesiva variedad y mi estofado resulta ser unos trozos de carne bañados en aceite que termino compartiendo con los gatos de los alrededores, los cuales aceptan gustosos mi invitación.

Por la tarde nos esperan bastantes kilómetros y, lo único que se me ocurre para hacerlos más llevaderos es buscar un camino lo más agradable posible. 

La Meseta de Lasithi, que tiene un perímetro delimitado con bastante claridad en el mapa y que nos coge de camino, parece ser la mejor posibilidad.


Nos vamos dirigiendo hacia el interior y vemos como, poco a poco, el paisaje se va modificando y haciéndose más montañoso y abierto. 



 Seguimos un trayecto un tanto errático por carreteras secundarias. Es muy agradable, pues pasamos por pequeños pueblos donde se ve que viven todavía de la agricultura y hay elementos como pequeñas capillas, que nos hablan de un tipo de vida muy tradicional. 

También vemos como el turismo se va acrecentando conforme nos vamos acercando a la zona de la meseta, propiamente dicha. Es difícil encontrar lugares puros en Creta, como casi en todas partes, explotan todo aquello en lo que ven posibilidades. En este caso, la meseta de Lasithi y sus hermosos molinos, típicos de la zona, están siempre presentes pero al lado de establecimientos hosteleros o cualquier otro reclamo. 



Paramos en una zona donde está un Museo del hombre, y hay un mirador, para tomar nosotros también alguna fotografía de la zona. Por aquí también hace bastante fresco lo que, por primera vez en todo el viaje, nos obliga a sacar las cazadoras.

Ya que pasamos por aquí, nos acercamos también a la llamada Cueva Diktaio, famosa por ser el lugar de nacimiento nada menos que del dios Zeus. 


Dicen mis guías que es un sitio turístico a tope y que el sendero por el que se accede a las cuevas puede hacerse en burro. No tendremos ocasión de comprobarlo ya que, una vez que llegamos hasta el acceso a la cueva, nos encontramos con que el horario de tarde finaliza a las diecisiete horas. 

Pues nada, nos quedamos sin entrar a ver el lugar en el que Rea escondió a Zeus para librarlo de las iras de Cronos, una gran cueva de estalactitas y estalagmitas que posiblemente y, sobre todo, a mis hijas, les hubiera gustado visitar.

Seguimos viaje y nos esperan unas cuantas curvas que se nos hacen bastante interminables, aunque seguimos disfrutando de las bellas vistas que nos proporciona la meseta de Lasithi.



 Nos dirigimos hacia el noreste de la isla, nuestro destino es AGIOS NIKOLAOS la ciudad más importante del este de Creta y capital del distrito de Lasithi.

Llegamos bastante perjudicados y nos cuesta un poco dar con el apartamento, que hemos reservado para dos noches.  Cuando lo conseguimos, vemos que estamos en una zona residencial, algo alejada del centro. Afortunadamente es bastante confortable y su dueña muy hospitalaria y simpática.

 "Manus Apartments" - Fotos tomadas al día siguiente:



Estamos tan cansados que nos da una pereza terrible ir hasta el pueblo y decidimos simplemente descansar y dejar la visita para el día siguiente. 

Nuestra hija pequeña está además malita y se queja de dolor de tripa desde hace un par de días, así es que razón de más para hacer una pausa en nuestro recorrido que casi está llegando a su final. 

martes, 5 de noviembre de 2013

Viaje a Creta - Monasterio de Preveli, Playa de Preveli y las Cuevas de Matala.

17 de julio 2013 

Nos tomamos la mañana con calma, pues vamos arrastrando cansancio  de los días anteriores, desayunamos casi con parsimonia en nuestro apartamento de Rethymnos (que incluye desayuno) y su amable anfitriona nos despide con muchas muchas recomendaciones para lo que nos queda de recorrido en la isla de Creta.

La primera de ellas, no nos hacía falta, pues ya la teníamos en el itinerario.  Se trata de Moni Preveli y de la playa del mismo nombre.

Para ir al Monasterio de Preveli, deberemos dirigirnos hacia el sur de Rethymno y una serpenteante carretera, nos llevará hasta el lugar idílico en el que se encuentra el Monasterio de Preveli. 

En un momento dado pasamos por unas espectaculares gargantas, y no podemos resistirnos a hacer una pequeña parada para contemplarlas y sacar alguna fotografía. 

 

El viento es tan fuerte que un poco más y nos arranca la puerta del coche al salir, así es que casi nos arrepentimos de nuestras intenciones fotográficas por muy bonito que sea el paisaje.

Este Monasterio, como el de Arkadi, tiene su historia ligada a la resistencia cretense como la que tuviera lugar en el siglo XVII, frente a los turcos. Hay que decir que los monjes decidieron marcharse del que fuera su primitivo emplazamiento en busca de un lugar más remoto, que es en el que estamos. 

No tuvieron mal ojo los monjes, el lugar es bellísimo,  frente al mar de Libia. 


Un buen sitio para esconderse del mundanal ruido y para llevar a cabo la resistencia frente al elemento invasor adecuadamente. Múltiples olivares, cabras, vino, todo lo compartían con los campesinos, no fueran a llevárselo los turcos.


Más adelante también los monjes acogieron a los aliados, en la Segunda Guerra Mundial,  y cuando en 1941, los alemanes tomaron Creta, ayudaron a la evacuación de aquellos, desde las cercanas playas, a la costa de Alejandría. 

 Los alemanes, en represalia, destruyeron el Monasterio, así es que los elementos originales no se conservan. 

No importa, el lugar es precioso y digno de admiración. Ha valido la pena llegar hasta aquí para encontrar uno de estos sitios perdidos en el tiempo, que a mi tanto me gustan.


Un monje nos indica que entremos  la iglesia de Agios Ioannis de recogido interior. En ella se conserva una emblemática cruz, que incluye una reliquia de San Marcos y que también tiene su leyenda, pues se dice que los nazis intentaron llevársela tres veces sin lograrlo.


El monje nos la muestra más de cerca y, junto con otros visitantes, recibimos su peculiar bendición, pues coloca la cruz sobre cada una de nuestras cabezas diciendo unas palabras rituales (supongo).

En el exterior, recorremos el resto de las dependencias, que incluyen un pequeño museo. 


Un pacífico lugar de los que siempre digo que me gustaría, en algún momento, pasar una buena temporada. 

Cumplida la visita, nos marchamos. Aunque todavía haremos una parada para fotografiar una especia de monumento a la resistencia que hay en plena carretera, en espectacular emplazamiento.


Preveli no solo tiene como principal atractivo su Monasterio. No, mucha gente llega hasta aquí para ver su playa, que está cerca y es preciosa, como veremos.




Hay que esforzarse un poco para llegar hasta ella, pues el camino de acceso desde el Monasterio, es un sendero empinado y pedregoso, por el que hay que descender cuidadosamente unos diez minutos.

Así lo hacemos, pensando (yo) que más dura será la subida que habrá que realizar después y que ya me voy imaginando, pero hay sitios que no hay que perderse.

La playa se encuentra a la salida de una garganta, y es también conocida como Palm Beach por su plantación de palmeras a la ribera del río Megatópomos que va a desembocar en la misma playa. 

Así es que tenemos franja de río y de mar, todo en uno. Realmente preciosa, aunque no precisamente deshabitada. 



Aparte de turistas, como nosotros, que hemos bajado por el sendero desde el monasterio, hay pequeños barcos que traen a más turistas desde otros puntos, aunque, afortunadamente, está bastante controlado, pues el lugar es más bien pequeño.



Se está muy bien aquí y aún se estaría mejor si no fuera por el viento que hace que resulta más bien desagradable. Buscamos un lugar junto a la sombra y nos encontramos también con unas juguetonas ocas que campan a sus anchas por el lugar y son otro elemento de diversión.

Hubiera sido una buena idea comer aquí, pero nuestras provisiones están en el coche, así es que nos quedamos descansando un buen rato y disfrutando de este bello paraje, con unas características tan peculiares, que lo hacen único.





Cuando nos parece, hacemos ánimos para volver a subir el sendero en cuestión, lo que es un poco pesadilla, porque hace sol y las escaleras de piedra se hacen interminables, sobre todo para mi hija pequeña que protesta una y otra vez.

De vuelta al coche, nos planteamos buscar un lugar para parar y comer tranquilamente, pero dado que nuestras dos hijas se quedan rendidas por el cansancio nada más montar en el vehículo, decidimos no molestarlas y seguir hasta nuestro siguiente punto de destino sin interrupciones.

Así es que me quedo sin conocer las playas de Agios Pavlos o de Triapetra que en las dos guías que llevo (Lonely Planet y Anaya Touring) recomiendan vivamente y seguimos hacia MATALA, decididamente al sur de la isla, que es donde pasaremos la noche.



¿Por qué Matala? Pues porque había que buscar un lugar intermedio en el sur, antes de dirigirnos al Este de la isla y también porque está cerca de algunos de los más importantes yacimientos minoicos.

Por otra parte Matala, tiene la singularidad de haber sido una colonia hippie en los años setenta. Cat Stevens, Dylan, se dice que estuvieron por aquí y ese punto hippie queda aún en las calles de un pueblo que, por otra parte, tiene tantos turistas como los demás y poco de especial.




Nosotros, durante toda nuestra estancia aquí, intentaremos encontrar sus singularidades, que alguna hay, como el curioso árbol del centro  de la plaza en la que buscamos aparcamiento, que sin duda podría contarnos, si tuviera el don del habla, numerosas historias de los viejos años sesenta, tan cercanos y tan lejanos, según se mire, a nuestra época.

Pero ha pasado el tiempo.


Nos arman un pequeño lío con el hotel, pues nos llevan a uno que no era el que habíamos reservado, y nos dan dos habitaciones en lugar de la habitación familiar que habíamos elegido. Algo contrariados, nos acomodamos en el Hotel Zafiros, que no nos gusta nada. Menos mal que tiene una pequeña piscina que, al menos las niñas aprovechan. Yo no, porque aquí hace un viento de mil demonios y no es que apetezca mucho, la verdad.

Opto por descansar y buscar algo de información para el itinerario de mañana, que no tengo muy claro.

Algo repuestos, no nos queremos ir de aquí sin visitar las famosas cuevas, que fue lo que atrajo a los hippies hace unas cuantas décadas y que son otro atractivo de la pequeña ciudad en que nos encontramos. 

Están completamente a la vista, y nos dirigimos hacia ellas o más bien hacia la taquilla, pues las visitas están controladas, lo que le quita también encanto al sitio, pero qué se le va a hacer.



Hemos llegado algo tarde pues son las seis y veinte de la tarde y el cierre es a las siete. Pero pagamos religiosamente los tres euros (sólo hemos venido los mayores, las niñas se han quedado en el hotel) y nos perdemos por estas peculiares cuevas, que fueron hechas por el hombre y cuyo origen, aunque no está muy claro, parece datar del periodo paleocristiano o romano, siendo utilizadas como tumbas.




Las escalamos y nos metemos por todos los agujeros que podemos. Algunos de ellos conservan pintadas en su interior y hay muchas marcas por las piedras de toda la gente que ha pasado por aquí, reviviendo la leyenda. 




Un lugar curioso, ciertamente, pues las galerías tienen las más curiosas formas y algunos parecen tener ventanas y mobiliario en su interior.



 Aprovechamos el tiempo debidamente, pero a las siete menos diez, el guardián ya está en la puerta mirándonos con cara de pocos amigos.
Apuramos el tiempo, pero preferimos no enfadarlo y, a la hora convenida, dejamos el lugar.

Como aquí hay de todo, hacemos alguna compra en un supermercado y volvemos al hotel a recoger a nuestras hijas, antes de dar un paseo por el pueblo y buscar un sitio para cenar.

A las niñas no les gusta mucho este sitio. Demasiado pequeño, aunque tiene su ambiente, pero claro, las dos noches anteriores en Chania y Rethymno han sido otra cosa y Matala es simplemente un lugar turístico más.



 Por mucho aire neohippie que pretendan darle algunos.







Algún viejo hippie todavía queda por aquí, como un tal George, que se ha hecho famoso, así como muchos carteles, y reclamos para camisetas.

Life is today. Tomorrow never comes dice un cartel visible desde la playa de Matala. 

Esto es lo que queda de lo que antaño fue. Casi da pena. 

A mí por lo menos. 

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