16 de Julio de 2013
Hoy vamos a despedirnos de la hermosa ciudad de Chania, que ha sido nuestro destino durante dos días. Lo hacemos a plena luz del día, admirando su puerto una vez más, cuya imagen parece salida de la paleta de algún pintor.
Pero, aprovechando que tenemos que comprar algunas provisiones, antes de abandonar Chania, nos damos un pequeño paseo que nos acerca hasta su mercado cubierto.
Un gran espacio repleto de sabores y olores mediterráneos que hace nuestras delicias.
Y una vez efectuadas nuestras compras, tranquilamente nos vamos hacia Rethymno, otra de las hermosas ciudades de la isla de Creta.
Rethymno es
conocida también, como su capital cultural, y es que tras la caída de
Constantinopla, muchos eruditos bizantinos, buscaron refugio aquí.
Otra de sus
características es el haber sido ocupada por los turcos durante 250 años, lo
que le da un genuino toque oriental.
Nada más llegar a
Rethymno, vamos en busca de nuestro apartamento, aunque hasta las 14.00 horas no
vamos a poder entrar, y nos encontramos con la “sorpresa” de que está muy alejado del
centro, en una zona eminentemente turística, situada al lado del mar, eso sí.
Dejamos el coche
aparcado y nos vamos en busca del centro histórico tras una buena caminata y
bajo un sol nada piadoso que nos deja agotados.
Rethymno tiene un
puerto que, como sucedía en Chania, le da su característica estampa, rodeado
por una gran fortaleza veneciana, aunque al igual que en la anterior, la
situación de turistas por doquier, le resta bastante encanto.
Mil camareros nos ofrecen entrar a comer a sus establecimientos, haciendo un paseo, que podría ser encantador, en una aburrida sucesión de “No, thanks”, que nos impide disfrutar del lugar en el que estamos.
¿Cómo encontrarnos con los inicios de la civilización griega? ¿Con el cruce de civilizaciones de una ciudad como ésta?
Me siento decepcionada.
Decidimos callejear
por el interior y esto sí que es realmente una gozada, pues son calles laberínticas
en las que puede contemplarse multitud de detalles, como los típicos balcones turcos de madera, tan pintorescos.
En nuestro paso también nos detendremos ante muchas tiendas de productos artesanales, la gran mayoría decoradas exquisitamente.
Aunque vamos un
poco sin rumbo fijo, pronto desembocaremos en una de las plazas más típicas y
fotografiadas, especialmente por su esplendida fuente, la Fuente Rimondi, que
fue construida por los venecianos en 1623
y a la que no le faltan las cabezas de león por las que mana un agua
fresquita y pura, como pudimos comprobar por nosotros mismos.
Como todavía no
podemos ocupar nuestro apartamento, decidimos que, ya que estamos, terminamos
de hacer el paseo por la ciudad, para aprovechar el tiempo y bajamos por otra
de sus típicas callejuelas, hasta encontrar la Mezquita Nerantzies, con tres cúpulas
y esbelto minarete, que primero fue iglesia, más adelante mezquita y ahora
conservatorio de música.
De vez en cuanto,
entremezclados entre las riadas de turistas esparcidos por todas partes, se
mezclan lugareños, a los que enseguida se reconoce y no solo por su aspecto
(características en toda Grecia, las mujeres de negro, por ejemplo, como lo
eran en España hace no tantos años) sino también por su aire menos apresurado.
Los griegos tienen en la conversación sin prisa, uno de sus principales
elementos de disfrute y ese “ver la vida pasar” debe de ser una filosofía vital que les viene de muy
lejos.
Pero estábamos
paseando por Rethymno, y llega la hora de comer, lo que hacemos en una de las múltiples
tabernas que nos encontramos y que resolvemos con los típicos “Gyros-pita” acompañados por
una ensalada griega, que nos gusta a casi todos. No es un problema el precio
tampoco, ya que es bastante asequible en general.
Después vamos, ahora sí, a la búsqueda de nuestro apartamento y tras otra caminata, llegamos a “Yacinthos” donde nos recibe una señora que nos habla en francés, y nos conduce hasta una casita blanca de dos alturas, muy mona y, sobre todo ¡con piscina!, con el calorazo que llevamos encima, es fácil adivinar que es lo que hacemos a continuación.
Convenientemente
relajados, propongo a mis acompañantes, realizar una excursión que yo tenía
prevista para mañana, ya que vamos a tener tiempo.
No he comentado que en mi itinerario, he descartado el realizar la excursión por la garganta de Samaria, en primer lugar por las altas temperaturas y también porque no hemos venido preparados convenientemente para una caminata de más de veinte kilómetros. Eso sí, soy consciente de que nos estamos perdiendo una de las visitas más típica y valorada en la isla de Creta.
En cambio nosotros vamos a ir
al Monasterio de Arkadi, que también está catalogado como “lugar inolvidable”, pero en el que,
realmente nos vamos a encontrar casi (¡por fin!) lejos de las hordas turísticas.
Nos dirigimos veinte kilómetros al sureste, por una carretera serpenteante, hasta llegar a este monasterio
que tiene un magnífico emplazamiento en la montaña y en el que hace hasta fresquito.
Se está realmente bien. Es lugar emblemático porque tuvo un importante papel en la historia de la resistencia turca en el siglo XIX.
Se está realmente bien. Es lugar emblemático porque tuvo un importante papel en la historia de la resistencia turca en el siglo XIX.
El día
9 de noviembre de 1866 los turcos lograron forzar la puerta del monasterio en
el que se refugiaban miembros de la resistencia.
Valerosamente, prefirieron morir antes que entregarse y
prendieron fuego al polvorín, muriendo la mayoría (cretenses y turcos).
Algunos supervivientes, como una niña, se hicieron famosos y así,
esta pequeña, junto con los líderes de la resistencia y el monje que prendió la
llama (cuenta la leyenda) tienen sus bustos conmemorativos en el
exterior del monasterio, aunque la niña, convertida en la anciana que llegó a
ser.
Muchos
intelectuales, como Victor Hugo, apoyaron la causa cretense, que fue argumento
del libro “Libertad o muerte” del célebre escritor griego Kazantzakis.
Una vez dentro del complejo del monasterio, lo primero que se visita es un osario con los restos de las víctimas de la tragedia, lo que ya te pone en situación.
El aire recogido del templo, invita a hacer un recorrido breve y silencioso por el interior, sin mayores pretensiones.
Puede verse igualmente el polvorín, con un cartel conmemorativo de la tragedia, así como las antiguas celdas de monjes y peregrinos.
Tras un vistazo al museo con múltiples fotografías de los héroes de la resistencia, volvemos a la civilización.
El Monasterio de Arkadi nos ha parecido un lugar especial. Ha sido para nosotros una visita muy interesante y sosegada, lo que ya nos venía haciendo falta. Ha sido un acierto y un contrapunto necesario llegar hasta aquí.
Hacemos una rápida
cena en casa con algunas provisiones que tenemos, y volvemos a la ciudad vieja
de Retimno, haciendo parte del camino en coche, pues estamos realmente lejos
del casco histórico.
Una vez allí decidimos empezar a comprar algún
que otro recuerdo, como una pequeña guitarra roja muy bonita, que entusiasma a
mi hija pequeña. La mayor opta por un tatuaje de hena, que le dará un aire más “chic” y se queda feliz
con un lagarto que le sube por el tobillo y que le queda estupendo (casi estoy
por hacerme yo otro).
Cuando
estamos lo suficientemente cansados, volvemos a casa, pensando en el itinerario
que haremos mañana y que nos conducirá hasta el sur de la isla.