4 de diciembre de 2009.
Hemos salido un poco de prisa y corriendo, tras recoger a las niñas en el cole. Teníamos tiempo de sobra, pero mejor no confiarnos y pitando al aeropuerto de Zaragoza.
El avión de Ryanair salía a las 19,30. La espera es bastante insoportable, como casi siempre. El problema de la espera en los vuelos de Ryanair es que hay un momento en el que se forman unas colas descontroladas, en las que pocos respetan el orden de llegada y a la hora de coger asiento, sin numerar, es al estilo “tonto el último”.
Vamos en unas fechas un tanto especiales, Bruselas prepara la Navidad, lo que nos va a dar una imagen única. Nos vamos a encontrar, según me he informado en la página web del Ayuntamiento de Bruselas, con lo que se llama "Plaisirs d'hiver" que dura desde el 27 de noviembre de 2009 hasta el 3 de enero del 2010. Habrá noria, tiovivos, pista de patinaje, mercadillo navideño, todo ello en el escenario de “la grand Place”, el Teatro más bello del mundo, dicen, que viste, en estos días, sus mejores galas… Además, el día 4 de diciembre, llega a Bruselas San Nicolás, para hacer un recuento de los niños buenos (que hablan el idioma valón)… el 6 de diciembre traerá (sólo para los buenos) muuuchos regalos.
De momento, hoy ha sido un día (mejor dicho tarde) más bien pesadito: dos horas de viaje en el muy estrecho (¿cada vez más o me lo parece?) avión de Ryanair, llegada a Charleroi y a coger los billetes de autobús para ir a Bruselas (primera clavada: 22 euros ida y vuelta, 88 euracos nada más llegar y no hay rebaja para los niños…) Los autocares son de la empresa L’Elan (www. Voyages lelan.be, se puede reservar con anticipación) y no tienen pérdida, todo el mundo va allí. El recorrido hasta Bruselas lo hacemos completamente a oscuras, (la noche nos seguía desde Zaragoza), impidiéndonos contemplar el paisaje.
Paramos en Gare du Midi.
Buscamos dentro de la estación una boca de metro que nos acerque a nuestro hotel, que está más hacia el centro de la ciudad. Montamos un cierto numerito para sacar los billetes, ya que la máquina sólo admite monedas y nosotros no llevamos suficiente dinero suelto. Menos mal que luego llegamos a destino fácilmente.
No nos ha costado nada llegar al hotel, reservado por internet en booking.com. Como somos dos mayores y dos niñas de 7 y 9 años, buscamos habitaciones cuádruples o pequeños apartamentos. En este caso nuestra habitación en el “Citadines Toison d,or” es más bien un estudio, con dos habitaciones y una cocina. Bien equipado y es amplio. Nos ha costado 300 euros los tres días. No está nada mal ya que, recuerdo, somos cuatro.
Escribo esta introducción pensando en que mañana tengo que estar con las antenas bien puestas para descubrir esta ciudad, conocida por el comic, el Art Nouveau, el surrealismo o el chocolate.
Me vienen a la cabeza nombres como René Magritte, Georges Simenon, Jacques Brel o los ficticios Tintín y Hercules Poirot, el famoso detective (sí, belga) de Agatha Christie. Mañana más.
5 de diciembre de 2009.
Comenzamos la jornada a las 9,30. De momento, no sabemos muy bien adónde vamos, simplemente buscamos un sitio dónde desayunar.
Llegamos hasta el Palacio de Justicia (sí, en obras, al parecer como siempre):
y tras contemplar las impresionantes vistas de Bruselas desde una especie de mirador (a lo lejos descubrimos el Atomium), cogemos un elevador que, en este caso nos lleva, en descenso, hasta el barrio de Marolles.
A estas horas el Barrio está casi vacío. Sus edificios y estructura en general nos dan la idea de que estamos en un barrio intercultural, con aire bohemio, estudiantil y tal vez un poco marginal. Tiene encanto y está lleno de grafitis.
Una tenue lluvia nos acompaña en nuestro paseo. Pasando junto a la Iglesia de la Chapelle, subimos hacia el barrio de al lado, el de Sablon, mucho más lujoso y llenito de chocolaterías... mmmm, se nos hace agua la boca ante los escaparates.
Justito enfrente de la Iglesia de Nuestra Sra. De Sablon, hallamos “Le pain quotidien” y sí, un acierto, de hecho, está llenito. Le petit dejeneur vale 12,90 euros e incluye varias rebanadas de pan que puedes untar de un montón de mermeladas y cremas que hay en la mesa, más croissant, un huevo pasado por agua, un zumo y una bebida caliente. Somos siete y pensamos que con dos de estos y cafés con leche y chocolates para completar, tenemos para todos. Así lo hacemos, todo muy sano y muy rico. Por unanimidad, la mermelada de ruibarbo, de vicio. Ah! Una de las camareras habla español.
Con el estomago lleno entramos a ver la catedral de Nuestra Señora de Sablon, es muy bonita en su interior, gótica no demasiado recargada.
De allí nos encaminamos hacia la Gran Place.
De camino nos encontramos con el bello edificio estilo Art Nouveau: “Old England”, en el que se encuentra el Museo de los Instrumentos musicales.
Pasamos al lado del palacio Real, vemos los curiosos jardines con esa estructura laberíntica que, dicen, está inspirada en los símbolos de la masonería, realmente curioso.
Y pasamos por el Museo de René Magritte. Tanto a mi amiga como a mi nos gusta el estilo de este inquietante pintor surrealista.
Hoy me contento con entrar a la tienda y llevarme un bonito cartel de una exposición del pintor en 1998. Tal vez el último día …
Conforme nos acercamos a la Grand Place, el ambiente navideño se percibe más y más. Está todo lleno de mercadillos, casetitas de madera con todo tipo de objetos. Vistazo rápido. Mi hija pequeña se enamora de una ovejita de peluche y ya no parará hasta conseguirla. De momento nos vamos a las Galerías Saint Hubert que, nada que envidiar a las de Milán. Paseamos por las tres: la del Rey, la de la Reina y la de la Princesa. Comercios muy atractivos y chocolaterías …
Comienzo a preguntarme cómo es que estos belgas, con tanto chocolate, gofres y patatas fritas, conservan tan bien la línea.
Saliendo de las galerías, me fotografío con la gatita ciclista y entro a curiosear en una de las cervecerías más famosas,“Muerte súbita”, que está por aquí.
Vuelta a entrar en las galerías y salimos otra vez por la rue des bouchers, llenita de gente que busca sitio para comer.
No hay más que restaurantes, pero todavía no tenemos hambre. Atravesamos, pues, la rue des bouchers curioseando el magnífico aspecto de los locales, sus viandas y cazacomensales, que en todo momento captan tu nacionalidad y se dirigen a ti ofreciendo sus comidas con toda la persuasión del mundo.
Terminamos junto a una calle que va a dar a la Grand Place y nos dirigimos a ella. La torre del ayuntamiento se recorta contra el cielo y preside la maravillosa plaza, que en esta ocasión está engalanada con señales navideñas, un nacimiento con figuras al natural y un enorme abeto ornamentado con luces azules, que luego sabremos que ha llegado desde Alemania.
Tras recorrer la plaza, admirando el hermoso conjunto de edificios, buscamos un lugar donde comer y nos decidimos por un sitio llamado EXKI (la última i es una zanahoria), frente a las Galerías Reales Saint-Hubert. Es un autoservicio en el que se pueden elegir gran variedad de platos: desde ensaladas y pasta a bocadillos, sopas y postres, acompañados de bebidas saludables como zumos naturales y muchos productos bio… Total, precio razonable y comida sana.
A la salida, vamos a comprar la ovejita para mi hija, en uno de los puestecillos, y tras dejarle claro que Lulú (la oveja) será su único regalo y que no pida más, volvemos a la Grand Place.
Justo a la entrada, junto al Belén, hay un grupo suizo que ha traído consigo dos grandes san bernardos con tonelito al cuello y todo, que causan sensación.
Al momento, oímos bullicio y ¿quién creéis que se acerca en divertido cortejo?
Nada menos que San Nicolás, que hoy viene a dejar los juguetes a los niños belgas que han sido buenos.
¡Qué desfile tan bonito! Pasan diversos grupos ataviados con ropajes vistosos, dando paso a un coche de caballos en el que viaja nada más y nada menos que San Nicolás.
Disfrutamos como niños, y a nuestras hijas les dan un montón de golosinas (en el lugar en el que estábamos eran las únicas niñas) Saludamos a San Nicolás y nuestras hijas preguntan si también ellas, ya que están aquí, van a recibir regalos.
Clarificada la cuestión de que San Nicolás no tiene en la lista a los niños que están de paso, terminamos de ver el desfile en el que un grupo con indumentaria flamenca (nos lo pareció) desfila de menor a mayor con zancos. Resultan realmente divertidos.
Retrocediendo por la calle por la que ha llegado San Nicolás, nos dirigimos a visitar el Manneken Pis.
La verdad es que la calle está llena de gente, y llegados a la esquina donde el muchachito hace lo que todos sabemos…, hay tal gentío que apenas podemos acercarnos a contemplarlo. Eso sí, como hoy es un día especial, está vestido de San Nicolás.
Aprovechamos para curiosear en el Pub Poecchenellekelder, llenito de marionetas y … sí, tiene encanto. De ahí nos encaminamos hacia los “plaisirs d,hiver” que, por cierto, hay una página web oficial de Bruselas, con cumplida información (www.plaisirsdhiver.be/ ).
Imponente animación por toda la zona que va desde la Bolsa, plaza Santa Catalina y el Marché aux Poissons, o mercado de pescados. Numerosos puestecillos de venta y degustación, productos, lo que se dice de todo (hasta churros con bandera de España incluida), sobre todo los hay de chocolate, vino caliente, patatas fritas, caracoles… pero bueno, entre la multitud que sube y baja uno casi no puede detenerse. En la plaza de Santa Catalina hay un magnífico tiovivo, cuyas piezas son una auténtica joya de la imaginación y que estaba haciendo las delicias de los niños y de todos nosotros. No he visto nunca antes uno tan hermoso.
Llegamos hasta una zona dedicada a Mongolia (creemos entender que es el país invitado este año), más puestos de venta de todo; después hay también otro tiovivo, algo menos impresionante que el anterior; pistas de hielo para patinar y… la imponente noria.
Elegimos subir a esta última todos. 3 euros los niños, cinco los mayores y , tan sólo tres vueltas, pero las vistas son inmejorables.
Son las cinco, pero todo está tan oscuro que la sensación es de que sea mucho más tarde. Estamos realmente cansados y tras la noria entramos en un pabellón central y cerrado, dónde uno puede sentarse y tomarse, por ejemplo, un chocolate calentito. No es que haga mucho frío, pero la lluvia, aunque finita, es incesante. Estamos en Bruselas.
Tras convencer a las niñas de que no pueden montarse en todo lo que hay, que nos arruinamos, cambiamos de tercio y alguien propone ir hacia la zona de Saint-Géry. Vamos hasta allí, paseando, por calles llenas de restaurantes y pubs de fachadas iluminadas. Decidimos volver mañana, que habrá mercado de coleccionismo. También nos queda pendiente la iglesia de San Miguel y Santa Gúdula… bueno… tantas cosas…
A las ocho (también a las nueve y a las diez) hay espectáculo de luz y sonido en la Grand Place, animación a cargo de un DJ. Vamos hasta allí nuevamente y nos quedamos a ver el hermoso espectáculo, se llama “les nuits electrabel”, dura unos veinte minutos y, el que nos toca ver hoy, es una preciosidad.
Ahí estamos, junto al gran árbol de Navidad azul, con la boca abierta, bajo la lluvia.
Tras el espectáculo, con las capuchas puestas, vamos hacia el hotel, que aún nos pilla algo lejos, pero podemos ir andando. (Es una maravilla Bruselas, andando a todas partes, al menos si estás por el centro).
Antes de llegar, paramos en un Quick (un comida rápida de Bruselas, tipo McDonalds, vamos). Es una parada de trámite, ya que estamos muy cansados y con ganas de llegar al hotel. Comida infame y eso que yo me he pedido una ensalada, que era lo más decente. Por Dios, si no es en caso de extrema necesidad, no entréis.
Pues si que nos ha cundido el día. No puedo con mi alma. Mañana más.
6 de diciembre de 2009.
Nuestro segundo día comienza con un breve paseo hasta un “Le pain quotidien” por una Bruselas dominical, con pocos vehículos y menos gente por la gran avenida por la que íbamos.
Otro estupendo desayuno en esta cadena de establecimientos de grandes mesas, productos biológicos y ambiente agradable; además, todo buenísimo. www.lepainquotidien.com
A continuación nos dirigimos a la cercana estación de metro de Louise, bajo una ligera llovizna para dirigirnos al Atomium. En esa media hora que nos ha llevado el desayuno, la ciudad se ha estado despertando.
El itinerario que nos va a llevar al Atomium es largo y el metro se transforma una y otra vez en suburbano hasta llegar a Heysel. Junto a la boca de metro se halla el estadio de igual nombre y de nefasto recuerdo (la tragedia se saldó con un gran número de muertos).
El Atomium se ve desde la salida del metro. Quizá hubiéramos debido sacar la foto y haber seguido a otro sitio.
La verdad es que la estructura resulta impresionante, pero lo que se ofrece no está en consonancia con lo que uno espera y paga. El precio de 9 euros por adulto y 2 euros por niño, resulta excesivo… Viendo en que consiste la visita … en fin, como decía la amiga que nos acompañaba, una tomadura de tupé. Gente a tope (muchísimos españoles)y cola inmensa para el ascensor que sube hasta arriba del todo, tanta cola que desistimos y ni tan siquiera nos quedó el consuelo de haber tenido estupendas vistas desde arriba. Subimos andando el tramo que pudimos y, aparte de los curiosos pasillos, no tiene ningún interés. Menos aún la exposición de África hoy, que se anuncia como visita temporal, consistente en cuatro paneles con datos y poco más. No entréis, haced lo que nosotros hubiéramos debido hacer, la foto y a otra cosa.
No obstante, insisto, la estructura es tan espectacular que merece verla desde otras perspectivas.
Una tenue lluvia nos sigue acompañando durante toda la jornada. No es que haga frío, pero es incómoda. Nos hemos quedado tan decepcionados que no sabemos qué hacer ahora.
A mí me hubiera gustado visitar la iglesia y el parque del distrito de Laeken, otro de nosotros habla de ir a la zona de las instituciones europeas… el caso es que se nos ha echado el tiempo encima y la lluvia no nos invita al paseo, así que guiados por nuestro instinto, vamos saliendo de la zona, atravesando un parque que, al entrar nos indica que es el parque colonial.
Exuberante vegetación (normal, con semejante clima)...
El parque incluye un pequeño lago y unas simpáticas ocas que vienen a saludarnos.
Alguien apunta que mejor comer temprano y marchar hacia el centro. Comemos en un restaurante de comida rápida turca (tan anodino que no vale la pena ni la mención). Al bajar al metro no podemos por menos que admirar más tranquilamente, algo que ya habíamos visto en otras estaciones: suelen ser temáticas y sus andenes y paredes están decorados, con mayor o menor fortuna.
Salimos por la zona de Santa Catalina. Nada más salir vemos que la animación de los puestos callejeros continúa, y los turistas vienen y van. Nosotros hemos leído que se celebraba hoy un mercado de coleccionismo en la plaza de Saint-Géry. Nos encaminamos hacia la zona. Al entrar en el mercado de Saint Géry, comprobamos que ahora sirve para exposiciones y otras manifestaciones culturales. A la entrada hay un café. Al fondo y los lados una feria del comic, tan importante para los belgas. Tiene dos plantas, en la de abajo hay una especie de pub y es un sitio realmente agradable. Para los amantes del género, pilas y pilas de cómics antiguos y gente rebuscando entre los ejemplares. También hay autores dedicando ejemplares o simplemente, haciendo dibujos graciosos. A nuestras hijas un tal Adam, les hizo una graciosa viñeta dedicada a cada una de ellas.
Pasamos un ratito tomando un excelente expresso en este “Halles Saint-Géry” de recomendable visita, para después marchar a cumplir una visita pendiente, la de la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula.
Hicimos muy bien en ir, ya que la catedral, aparte de ser preciosa, está muy animada en el interior. Hay una bonita colección de belenes de todo el mundo, algunos de ellos realmente curiosos, como el de Japón.
... o Croacia.
Además, en el momento en el que nosotros estábamos realizando la visita, un grupo de ocho jóvenes africanos se colocó ante el altar mayor y comenzaron a cantar villancicos, acompañados, tan solo, de algún pequeño instrumento de percusión. Me encantó. Era sorprendente verlos moverse al ritmo de su música (villancicos pero con ritmo africano, claro) allí, dónde tantos acontecimientos de la monarquía belga se habrán celebrado (hay un listado y fotos a la entrada), los altavoces llevaban su música por todo el templo y durante unos minutos los contemplamos y aplaudimos en primera fila.
Tras este inesperado concierto gratuito, como teníamos entendido que se celebraba un mercado de Navidad alternativo en Marolles, vamos hacia allí.
De camino atravesamos una zona en obras, junto a la cual se abre una plaza que nos sorprende: la plaza de España. Ahí tenemos a Don Quijote y Sancho, encaminando sus pasos (según parece) hacia la Grand Place.
La noche se va echando rápidamente.
Llegados a Marolles descubrimos con fastidio, que la información que daba el Ayuntamiento de Bruselas en la página web no era correcta y que el mercado se había celebrado por la mañana. Algo cansados ya de ir de un lado a otro de la ciudad, decidimos encaminarnos hacia la zona de Sablon y descansar un poco mientras nos tomamos un tentempié en “Le Pain Quotidien” que hay frente a la iglesia de Nuestra Señora de Sablon (nos van a dar el carné de socios, al final).
Desanimados, pensamos que, con lo pronto que es (no son ni las seis) como este sea el panorama de toda Bruselas, nos vamos a tener que ir al hotel. Y justo en ése momento, comenzaron a recoger también ahí, cerrando el acceso y con nosotros dentro. Decidimos que si algo de ambiente hay en algún lado, será por la Grand Place y alrededores.
Desandamos el camino y vuelta a la zona centro, y sí, no nos hemos equivocado, está a tope de gente. Los paseos nocturnos en Bruselas por toda esta zona es muy bonito, ya que hay mucha iluminación. La Grand Place, a rebosar, y de nuevo nos encontramos con el fascinante espectáculo de luces y sonidos: Electrobel y nos quedamos embobados un rato viéndolo, además sin lluvia.
Teníamos otra cuenta pendiente, ver a la Janneken Pis (la niña meona) e ir al famoso “Delirium Tremens” la cervecería del elefante rosa. Nos liamos un poco para encontrarlo y pasamos por una zona de restaurantes con camareros fuera que te invitan a pasar, con modos, a veces, un tanto agresivos. Nosotros ya teníamos intención de cenar en Gauffre de Bruselles, en la Grasmarkt, ya que nos habían dicho que cerraban a las doce.
Al final encontramos a la simpática Janneken, (la réplica femenina al Manneken Pis) y casi enfrente la cervecería Delirium Tremends.
Entramos, tiene varias plantas y está a tope de gente. Nos gusta su ambiente así como su decoración, con chapas de todas las cervezas posibles y no nos resistimos a quedarnos y tomar unas cañas a la salud del pueblo belga. Por cierto, la cerveza (Jupiter) nos supo a gloria.
De ahí a cenar a Gauffre de Bruxelles, (hay un Quick al lado y el EXKI. A mí este último es el que más me gustó) pero bueno, aquí tienen sandwichs, platos combinados, los precios… bueno, (aquí todo es más caro para nosotros, la verdad) y no cenamos mal. Tenemos el capricho de tomar un gofre y pedimos dos para compartir. Buenísimos. No sé los de otra parte, los de aquí están de vicio.
Se terminó nuestro segundo día. Ha sido algo irregular, pero nos quedaremos con los buenos momentos.
¡Ay, mañana nos vamos! ¡Qué corto este viaje!
7 de diciembre de 2009
¡Se acabó lo que se daba! Hoy nos hemos levantado muy temprano y conscientes de la triste realidad de que hoy tocaba regresar a España.
El desayuno ha sido rápido, no había tiempo para “Le pain quotidien” y sus mermeladas biológicas. Eso sí, hemos llegado caminando hasta el barrio de Marolles, pasando por el Palacio de Justicia, lleno de vida y Letrados con togas que entraban y salían (las togas parecidas a las españolas, pero con una especie de corbata blanca por delante). Nos sorprende que las llevan puesta al trabajo, me recuerdan a los niños cuando van al cole los lunes por la mañana con las batitas puestas.
Incluso parece que hoy se estrena uno de ellos y le acompaña toda su familia.
Y… hablando de lunes por la mañana, también en Marolles hay otro ambiente de vida cotidiana y se ven filas de niños, gente que va a sus trabajos y un café, por cuyo cristal miramos tímidamente, donde desayunan los vagabundos o gente marginal (¡!)
Cuesta trabajo pensar que haya gente que pasa necesidad en Bruselas mientras te paseas por el distrito que viene a continuación, el del Sablon, con sus elegantes tiendas… mientras vamos hablando de cómo será la vida aquí, sueldo medio y demás, mi marido sigue recogiendo con su cámara mil y un detalles y, es que Bruselas está llena de pequeños guiños aquí y allá, invitándote a detenerte en cada esquina.
Una pared pintada, una figura graciosa… sólo hemos estado dos días y nuestra sensación es que ésta es una ciudad de escondidos encantos, discreta y sutilmente bella.
Una ciudad con estilo y …muy civilizada, ni un papel, ni un mal tono por las calles. La gente es muy educada y amable. No les cuesta sonreír y parecen disfrutar de un fino sentido del humor. Lo dicho, si no fuera por la humedad, debe de ser agradable vivir aquí y disfrutar de sus zonas verdes y sus chocolates… ah, sus chocolates. Nos detenemos en Wittamer, junto con Pierre Marcolini, una de las chocolaterías más afamadas, y.. aunque los precios son de escándalo cargo con unas galletas Speculoos de chocolate y con otras tradicionales, esta vez de Dandoy.
Terminamos haciendo una especie de ruta del chocolate, y nuestras hijas se meten en todas aquellas chocolaterías que cuentan con fuente de chocolate y degustación gratuita (menos mal que no nos conoce nadie).
Llegamos hasta la zona de la Grand Place y Galerías Saint-Hubert. Largas filas de niños llegan hasta la Grand Place para visitar el belén. En las Galerías Reales se cruzan con un pintoresco escocés aunque mirán más a nuestras hijas, seguramente preguntándose por qué no tienen clase.
Vuelta a la calle del Manneken Pis (ya le han quitado el traje de San Nicolás) y, en una tienda que hay al lado, miro por si encuentro algún recuerdo gracioso del famoso niño meón. Son todos decididamente horrorosos y va a ser que no.
Nos vamos metiendo por aquellas calles por las que aún no hemos pasado y nos damos cuenta de que en todas podríamos pararnos cuarenta veces a mirar este escaparate lleno de encajes, esta pared ilustrada con un comic, esta tienda de antigüedades, aquella de retratos de perros..
Somos conscientes de la gran cantidad de cosas y rincones pintorescos que todavía nos quedan por ver y que en este viaje van a quedarse en el tintero.
Pero el tiempo va pasando y hemos de volver, despacito hacia el hotel, recoger las bolsas de viaje que hemos dejado en recepción y hacer lo que hicimos el primer día, sólo que en dirección contraria, metro hasta Gare du Midi, autobús al Aeropuerto de Charleroi y para comer, un bocata y gracias, no da para más. Por cierto, el día de vuelta, hoy, hace un sol espléndido, pero le perdonamos a Bruselas está broma malvada y nos despedimos, con afecto y en bruselandio (como decía mi hija pequeña) de la capital de Bélgica. Realmente hemos disfrutado de este pequeño viaje.
À bientôt!
Hemos salido un poco de prisa y corriendo, tras recoger a las niñas en el cole. Teníamos tiempo de sobra, pero mejor no confiarnos y pitando al aeropuerto de Zaragoza.
El avión de Ryanair salía a las 19,30. La espera es bastante insoportable, como casi siempre. El problema de la espera en los vuelos de Ryanair es que hay un momento en el que se forman unas colas descontroladas, en las que pocos respetan el orden de llegada y a la hora de coger asiento, sin numerar, es al estilo “tonto el último”.
Vamos en unas fechas un tanto especiales, Bruselas prepara la Navidad, lo que nos va a dar una imagen única. Nos vamos a encontrar, según me he informado en la página web del Ayuntamiento de Bruselas, con lo que se llama "Plaisirs d'hiver" que dura desde el 27 de noviembre de 2009 hasta el 3 de enero del 2010. Habrá noria, tiovivos, pista de patinaje, mercadillo navideño, todo ello en el escenario de “la grand Place”, el Teatro más bello del mundo, dicen, que viste, en estos días, sus mejores galas… Además, el día 4 de diciembre, llega a Bruselas San Nicolás, para hacer un recuento de los niños buenos (que hablan el idioma valón)… el 6 de diciembre traerá (sólo para los buenos) muuuchos regalos.
De momento, hoy ha sido un día (mejor dicho tarde) más bien pesadito: dos horas de viaje en el muy estrecho (¿cada vez más o me lo parece?) avión de Ryanair, llegada a Charleroi y a coger los billetes de autobús para ir a Bruselas (primera clavada: 22 euros ida y vuelta, 88 euracos nada más llegar y no hay rebaja para los niños…) Los autocares son de la empresa L’Elan (www. Voyages lelan.be, se puede reservar con anticipación) y no tienen pérdida, todo el mundo va allí. El recorrido hasta Bruselas lo hacemos completamente a oscuras, (la noche nos seguía desde Zaragoza), impidiéndonos contemplar el paisaje.
Paramos en Gare du Midi.
Buscamos dentro de la estación una boca de metro que nos acerque a nuestro hotel, que está más hacia el centro de la ciudad. Montamos un cierto numerito para sacar los billetes, ya que la máquina sólo admite monedas y nosotros no llevamos suficiente dinero suelto. Menos mal que luego llegamos a destino fácilmente.
No nos ha costado nada llegar al hotel, reservado por internet en booking.com. Como somos dos mayores y dos niñas de 7 y 9 años, buscamos habitaciones cuádruples o pequeños apartamentos. En este caso nuestra habitación en el “Citadines Toison d,or” es más bien un estudio, con dos habitaciones y una cocina. Bien equipado y es amplio. Nos ha costado 300 euros los tres días. No está nada mal ya que, recuerdo, somos cuatro.
Escribo esta introducción pensando en que mañana tengo que estar con las antenas bien puestas para descubrir esta ciudad, conocida por el comic, el Art Nouveau, el surrealismo o el chocolate.
Me vienen a la cabeza nombres como René Magritte, Georges Simenon, Jacques Brel o los ficticios Tintín y Hercules Poirot, el famoso detective (sí, belga) de Agatha Christie. Mañana más.
5 de diciembre de 2009.
Comenzamos la jornada a las 9,30. De momento, no sabemos muy bien adónde vamos, simplemente buscamos un sitio dónde desayunar.
Llegamos hasta el Palacio de Justicia (sí, en obras, al parecer como siempre):
y tras contemplar las impresionantes vistas de Bruselas desde una especie de mirador (a lo lejos descubrimos el Atomium), cogemos un elevador que, en este caso nos lleva, en descenso, hasta el barrio de Marolles.
A estas horas el Barrio está casi vacío. Sus edificios y estructura en general nos dan la idea de que estamos en un barrio intercultural, con aire bohemio, estudiantil y tal vez un poco marginal. Tiene encanto y está lleno de grafitis.
Una tenue lluvia nos acompaña en nuestro paseo. Pasando junto a la Iglesia de la Chapelle, subimos hacia el barrio de al lado, el de Sablon, mucho más lujoso y llenito de chocolaterías... mmmm, se nos hace agua la boca ante los escaparates.
Justito enfrente de la Iglesia de Nuestra Sra. De Sablon, hallamos “Le pain quotidien” y sí, un acierto, de hecho, está llenito. Le petit dejeneur vale 12,90 euros e incluye varias rebanadas de pan que puedes untar de un montón de mermeladas y cremas que hay en la mesa, más croissant, un huevo pasado por agua, un zumo y una bebida caliente. Somos siete y pensamos que con dos de estos y cafés con leche y chocolates para completar, tenemos para todos. Así lo hacemos, todo muy sano y muy rico. Por unanimidad, la mermelada de ruibarbo, de vicio. Ah! Una de las camareras habla español.
Con el estomago lleno entramos a ver la catedral de Nuestra Señora de Sablon, es muy bonita en su interior, gótica no demasiado recargada.
De allí nos encaminamos hacia la Gran Place.
De camino nos encontramos con el bello edificio estilo Art Nouveau: “Old England”, en el que se encuentra el Museo de los Instrumentos musicales.
Pasamos al lado del palacio Real, vemos los curiosos jardines con esa estructura laberíntica que, dicen, está inspirada en los símbolos de la masonería, realmente curioso.
Y pasamos por el Museo de René Magritte. Tanto a mi amiga como a mi nos gusta el estilo de este inquietante pintor surrealista.
Hoy me contento con entrar a la tienda y llevarme un bonito cartel de una exposición del pintor en 1998. Tal vez el último día …
Conforme nos acercamos a la Grand Place, el ambiente navideño se percibe más y más. Está todo lleno de mercadillos, casetitas de madera con todo tipo de objetos. Vistazo rápido. Mi hija pequeña se enamora de una ovejita de peluche y ya no parará hasta conseguirla. De momento nos vamos a las Galerías Saint Hubert que, nada que envidiar a las de Milán. Paseamos por las tres: la del Rey, la de la Reina y la de la Princesa. Comercios muy atractivos y chocolaterías …
Comienzo a preguntarme cómo es que estos belgas, con tanto chocolate, gofres y patatas fritas, conservan tan bien la línea.
Saliendo de las galerías, me fotografío con la gatita ciclista y entro a curiosear en una de las cervecerías más famosas,“Muerte súbita”, que está por aquí.
Vuelta a entrar en las galerías y salimos otra vez por la rue des bouchers, llenita de gente que busca sitio para comer.
No hay más que restaurantes, pero todavía no tenemos hambre. Atravesamos, pues, la rue des bouchers curioseando el magnífico aspecto de los locales, sus viandas y cazacomensales, que en todo momento captan tu nacionalidad y se dirigen a ti ofreciendo sus comidas con toda la persuasión del mundo.
Terminamos junto a una calle que va a dar a la Grand Place y nos dirigimos a ella. La torre del ayuntamiento se recorta contra el cielo y preside la maravillosa plaza, que en esta ocasión está engalanada con señales navideñas, un nacimiento con figuras al natural y un enorme abeto ornamentado con luces azules, que luego sabremos que ha llegado desde Alemania.
Tras recorrer la plaza, admirando el hermoso conjunto de edificios, buscamos un lugar donde comer y nos decidimos por un sitio llamado EXKI (la última i es una zanahoria), frente a las Galerías Reales Saint-Hubert. Es un autoservicio en el que se pueden elegir gran variedad de platos: desde ensaladas y pasta a bocadillos, sopas y postres, acompañados de bebidas saludables como zumos naturales y muchos productos bio… Total, precio razonable y comida sana.
A la salida, vamos a comprar la ovejita para mi hija, en uno de los puestecillos, y tras dejarle claro que Lulú (la oveja) será su único regalo y que no pida más, volvemos a la Grand Place.
Justo a la entrada, junto al Belén, hay un grupo suizo que ha traído consigo dos grandes san bernardos con tonelito al cuello y todo, que causan sensación.
Al momento, oímos bullicio y ¿quién creéis que se acerca en divertido cortejo?
Nada menos que San Nicolás, que hoy viene a dejar los juguetes a los niños belgas que han sido buenos.
¡Qué desfile tan bonito! Pasan diversos grupos ataviados con ropajes vistosos, dando paso a un coche de caballos en el que viaja nada más y nada menos que San Nicolás.
Disfrutamos como niños, y a nuestras hijas les dan un montón de golosinas (en el lugar en el que estábamos eran las únicas niñas) Saludamos a San Nicolás y nuestras hijas preguntan si también ellas, ya que están aquí, van a recibir regalos.
Clarificada la cuestión de que San Nicolás no tiene en la lista a los niños que están de paso, terminamos de ver el desfile en el que un grupo con indumentaria flamenca (nos lo pareció) desfila de menor a mayor con zancos. Resultan realmente divertidos.
Retrocediendo por la calle por la que ha llegado San Nicolás, nos dirigimos a visitar el Manneken Pis.
La verdad es que la calle está llena de gente, y llegados a la esquina donde el muchachito hace lo que todos sabemos…, hay tal gentío que apenas podemos acercarnos a contemplarlo. Eso sí, como hoy es un día especial, está vestido de San Nicolás.
Aprovechamos para curiosear en el Pub Poecchenellekelder, llenito de marionetas y … sí, tiene encanto. De ahí nos encaminamos hacia los “plaisirs d,hiver” que, por cierto, hay una página web oficial de Bruselas, con cumplida información (www.plaisirsdhiver.be/ ).
Imponente animación por toda la zona que va desde la Bolsa, plaza Santa Catalina y el Marché aux Poissons, o mercado de pescados. Numerosos puestecillos de venta y degustación, productos, lo que se dice de todo (hasta churros con bandera de España incluida), sobre todo los hay de chocolate, vino caliente, patatas fritas, caracoles… pero bueno, entre la multitud que sube y baja uno casi no puede detenerse. En la plaza de Santa Catalina hay un magnífico tiovivo, cuyas piezas son una auténtica joya de la imaginación y que estaba haciendo las delicias de los niños y de todos nosotros. No he visto nunca antes uno tan hermoso.
Llegamos hasta una zona dedicada a Mongolia (creemos entender que es el país invitado este año), más puestos de venta de todo; después hay también otro tiovivo, algo menos impresionante que el anterior; pistas de hielo para patinar y… la imponente noria.
Elegimos subir a esta última todos. 3 euros los niños, cinco los mayores y , tan sólo tres vueltas, pero las vistas son inmejorables.
Son las cinco, pero todo está tan oscuro que la sensación es de que sea mucho más tarde. Estamos realmente cansados y tras la noria entramos en un pabellón central y cerrado, dónde uno puede sentarse y tomarse, por ejemplo, un chocolate calentito. No es que haga mucho frío, pero la lluvia, aunque finita, es incesante. Estamos en Bruselas.
Tras convencer a las niñas de que no pueden montarse en todo lo que hay, que nos arruinamos, cambiamos de tercio y alguien propone ir hacia la zona de Saint-Géry. Vamos hasta allí, paseando, por calles llenas de restaurantes y pubs de fachadas iluminadas. Decidimos volver mañana, que habrá mercado de coleccionismo. También nos queda pendiente la iglesia de San Miguel y Santa Gúdula… bueno… tantas cosas…
A las ocho (también a las nueve y a las diez) hay espectáculo de luz y sonido en la Grand Place, animación a cargo de un DJ. Vamos hasta allí nuevamente y nos quedamos a ver el hermoso espectáculo, se llama “les nuits electrabel”, dura unos veinte minutos y, el que nos toca ver hoy, es una preciosidad.
Ahí estamos, junto al gran árbol de Navidad azul, con la boca abierta, bajo la lluvia.
Tras el espectáculo, con las capuchas puestas, vamos hacia el hotel, que aún nos pilla algo lejos, pero podemos ir andando. (Es una maravilla Bruselas, andando a todas partes, al menos si estás por el centro).
Antes de llegar, paramos en un Quick (un comida rápida de Bruselas, tipo McDonalds, vamos). Es una parada de trámite, ya que estamos muy cansados y con ganas de llegar al hotel. Comida infame y eso que yo me he pedido una ensalada, que era lo más decente. Por Dios, si no es en caso de extrema necesidad, no entréis.
Pues si que nos ha cundido el día. No puedo con mi alma. Mañana más.
6 de diciembre de 2009.
Nuestro segundo día comienza con un breve paseo hasta un “Le pain quotidien” por una Bruselas dominical, con pocos vehículos y menos gente por la gran avenida por la que íbamos.
Otro estupendo desayuno en esta cadena de establecimientos de grandes mesas, productos biológicos y ambiente agradable; además, todo buenísimo. www.lepainquotidien.com
A continuación nos dirigimos a la cercana estación de metro de Louise, bajo una ligera llovizna para dirigirnos al Atomium. En esa media hora que nos ha llevado el desayuno, la ciudad se ha estado despertando.
El itinerario que nos va a llevar al Atomium es largo y el metro se transforma una y otra vez en suburbano hasta llegar a Heysel. Junto a la boca de metro se halla el estadio de igual nombre y de nefasto recuerdo (la tragedia se saldó con un gran número de muertos).
El Atomium se ve desde la salida del metro. Quizá hubiéramos debido sacar la foto y haber seguido a otro sitio.
La verdad es que la estructura resulta impresionante, pero lo que se ofrece no está en consonancia con lo que uno espera y paga. El precio de 9 euros por adulto y 2 euros por niño, resulta excesivo… Viendo en que consiste la visita … en fin, como decía la amiga que nos acompañaba, una tomadura de tupé. Gente a tope (muchísimos españoles)y cola inmensa para el ascensor que sube hasta arriba del todo, tanta cola que desistimos y ni tan siquiera nos quedó el consuelo de haber tenido estupendas vistas desde arriba. Subimos andando el tramo que pudimos y, aparte de los curiosos pasillos, no tiene ningún interés. Menos aún la exposición de África hoy, que se anuncia como visita temporal, consistente en cuatro paneles con datos y poco más. No entréis, haced lo que nosotros hubiéramos debido hacer, la foto y a otra cosa.
No obstante, insisto, la estructura es tan espectacular que merece verla desde otras perspectivas.
Una tenue lluvia nos sigue acompañando durante toda la jornada. No es que haga frío, pero es incómoda. Nos hemos quedado tan decepcionados que no sabemos qué hacer ahora.
A mí me hubiera gustado visitar la iglesia y el parque del distrito de Laeken, otro de nosotros habla de ir a la zona de las instituciones europeas… el caso es que se nos ha echado el tiempo encima y la lluvia no nos invita al paseo, así que guiados por nuestro instinto, vamos saliendo de la zona, atravesando un parque que, al entrar nos indica que es el parque colonial.
Exuberante vegetación (normal, con semejante clima)...
El parque incluye un pequeño lago y unas simpáticas ocas que vienen a saludarnos.
Alguien apunta que mejor comer temprano y marchar hacia el centro. Comemos en un restaurante de comida rápida turca (tan anodino que no vale la pena ni la mención). Al bajar al metro no podemos por menos que admirar más tranquilamente, algo que ya habíamos visto en otras estaciones: suelen ser temáticas y sus andenes y paredes están decorados, con mayor o menor fortuna.
Salimos por la zona de Santa Catalina. Nada más salir vemos que la animación de los puestos callejeros continúa, y los turistas vienen y van. Nosotros hemos leído que se celebraba hoy un mercado de coleccionismo en la plaza de Saint-Géry. Nos encaminamos hacia la zona. Al entrar en el mercado de Saint Géry, comprobamos que ahora sirve para exposiciones y otras manifestaciones culturales. A la entrada hay un café. Al fondo y los lados una feria del comic, tan importante para los belgas. Tiene dos plantas, en la de abajo hay una especie de pub y es un sitio realmente agradable. Para los amantes del género, pilas y pilas de cómics antiguos y gente rebuscando entre los ejemplares. También hay autores dedicando ejemplares o simplemente, haciendo dibujos graciosos. A nuestras hijas un tal Adam, les hizo una graciosa viñeta dedicada a cada una de ellas.
Pasamos un ratito tomando un excelente expresso en este “Halles Saint-Géry” de recomendable visita, para después marchar a cumplir una visita pendiente, la de la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula.
Hicimos muy bien en ir, ya que la catedral, aparte de ser preciosa, está muy animada en el interior. Hay una bonita colección de belenes de todo el mundo, algunos de ellos realmente curiosos, como el de Japón.
... o Croacia.
Además, en el momento en el que nosotros estábamos realizando la visita, un grupo de ocho jóvenes africanos se colocó ante el altar mayor y comenzaron a cantar villancicos, acompañados, tan solo, de algún pequeño instrumento de percusión. Me encantó. Era sorprendente verlos moverse al ritmo de su música (villancicos pero con ritmo africano, claro) allí, dónde tantos acontecimientos de la monarquía belga se habrán celebrado (hay un listado y fotos a la entrada), los altavoces llevaban su música por todo el templo y durante unos minutos los contemplamos y aplaudimos en primera fila.
Tras este inesperado concierto gratuito, como teníamos entendido que se celebraba un mercado de Navidad alternativo en Marolles, vamos hacia allí.
De camino atravesamos una zona en obras, junto a la cual se abre una plaza que nos sorprende: la plaza de España. Ahí tenemos a Don Quijote y Sancho, encaminando sus pasos (según parece) hacia la Grand Place.
La noche se va echando rápidamente.
Llegados a Marolles descubrimos con fastidio, que la información que daba el Ayuntamiento de Bruselas en la página web no era correcta y que el mercado se había celebrado por la mañana. Algo cansados ya de ir de un lado a otro de la ciudad, decidimos encaminarnos hacia la zona de Sablon y descansar un poco mientras nos tomamos un tentempié en “Le Pain Quotidien” que hay frente a la iglesia de Nuestra Señora de Sablon (nos van a dar el carné de socios, al final).
Desanimados, pensamos que, con lo pronto que es (no son ni las seis) como este sea el panorama de toda Bruselas, nos vamos a tener que ir al hotel. Y justo en ése momento, comenzaron a recoger también ahí, cerrando el acceso y con nosotros dentro. Decidimos que si algo de ambiente hay en algún lado, será por la Grand Place y alrededores.
Desandamos el camino y vuelta a la zona centro, y sí, no nos hemos equivocado, está a tope de gente. Los paseos nocturnos en Bruselas por toda esta zona es muy bonito, ya que hay mucha iluminación. La Grand Place, a rebosar, y de nuevo nos encontramos con el fascinante espectáculo de luces y sonidos: Electrobel y nos quedamos embobados un rato viéndolo, además sin lluvia.
Teníamos otra cuenta pendiente, ver a la Janneken Pis (la niña meona) e ir al famoso “Delirium Tremens” la cervecería del elefante rosa. Nos liamos un poco para encontrarlo y pasamos por una zona de restaurantes con camareros fuera que te invitan a pasar, con modos, a veces, un tanto agresivos. Nosotros ya teníamos intención de cenar en Gauffre de Bruselles, en la Grasmarkt, ya que nos habían dicho que cerraban a las doce.
Al final encontramos a la simpática Janneken, (la réplica femenina al Manneken Pis) y casi enfrente la cervecería Delirium Tremends.
Entramos, tiene varias plantas y está a tope de gente. Nos gusta su ambiente así como su decoración, con chapas de todas las cervezas posibles y no nos resistimos a quedarnos y tomar unas cañas a la salud del pueblo belga. Por cierto, la cerveza (Jupiter) nos supo a gloria.
De ahí a cenar a Gauffre de Bruxelles, (hay un Quick al lado y el EXKI. A mí este último es el que más me gustó) pero bueno, aquí tienen sandwichs, platos combinados, los precios… bueno, (aquí todo es más caro para nosotros, la verdad) y no cenamos mal. Tenemos el capricho de tomar un gofre y pedimos dos para compartir. Buenísimos. No sé los de otra parte, los de aquí están de vicio.
Se terminó nuestro segundo día. Ha sido algo irregular, pero nos quedaremos con los buenos momentos.
¡Ay, mañana nos vamos! ¡Qué corto este viaje!
7 de diciembre de 2009
¡Se acabó lo que se daba! Hoy nos hemos levantado muy temprano y conscientes de la triste realidad de que hoy tocaba regresar a España.
El desayuno ha sido rápido, no había tiempo para “Le pain quotidien” y sus mermeladas biológicas. Eso sí, hemos llegado caminando hasta el barrio de Marolles, pasando por el Palacio de Justicia, lleno de vida y Letrados con togas que entraban y salían (las togas parecidas a las españolas, pero con una especie de corbata blanca por delante). Nos sorprende que las llevan puesta al trabajo, me recuerdan a los niños cuando van al cole los lunes por la mañana con las batitas puestas.
Incluso parece que hoy se estrena uno de ellos y le acompaña toda su familia.
Y… hablando de lunes por la mañana, también en Marolles hay otro ambiente de vida cotidiana y se ven filas de niños, gente que va a sus trabajos y un café, por cuyo cristal miramos tímidamente, donde desayunan los vagabundos o gente marginal (¡!)
Cuesta trabajo pensar que haya gente que pasa necesidad en Bruselas mientras te paseas por el distrito que viene a continuación, el del Sablon, con sus elegantes tiendas… mientras vamos hablando de cómo será la vida aquí, sueldo medio y demás, mi marido sigue recogiendo con su cámara mil y un detalles y, es que Bruselas está llena de pequeños guiños aquí y allá, invitándote a detenerte en cada esquina.
Una pared pintada, una figura graciosa… sólo hemos estado dos días y nuestra sensación es que ésta es una ciudad de escondidos encantos, discreta y sutilmente bella.
Una ciudad con estilo y …muy civilizada, ni un papel, ni un mal tono por las calles. La gente es muy educada y amable. No les cuesta sonreír y parecen disfrutar de un fino sentido del humor. Lo dicho, si no fuera por la humedad, debe de ser agradable vivir aquí y disfrutar de sus zonas verdes y sus chocolates… ah, sus chocolates. Nos detenemos en Wittamer, junto con Pierre Marcolini, una de las chocolaterías más afamadas, y.. aunque los precios son de escándalo cargo con unas galletas Speculoos de chocolate y con otras tradicionales, esta vez de Dandoy.
Terminamos haciendo una especie de ruta del chocolate, y nuestras hijas se meten en todas aquellas chocolaterías que cuentan con fuente de chocolate y degustación gratuita (menos mal que no nos conoce nadie).
Llegamos hasta la zona de la Grand Place y Galerías Saint-Hubert. Largas filas de niños llegan hasta la Grand Place para visitar el belén. En las Galerías Reales se cruzan con un pintoresco escocés aunque mirán más a nuestras hijas, seguramente preguntándose por qué no tienen clase.
Vuelta a la calle del Manneken Pis (ya le han quitado el traje de San Nicolás) y, en una tienda que hay al lado, miro por si encuentro algún recuerdo gracioso del famoso niño meón. Son todos decididamente horrorosos y va a ser que no.
Nos vamos metiendo por aquellas calles por las que aún no hemos pasado y nos damos cuenta de que en todas podríamos pararnos cuarenta veces a mirar este escaparate lleno de encajes, esta pared ilustrada con un comic, esta tienda de antigüedades, aquella de retratos de perros..
Somos conscientes de la gran cantidad de cosas y rincones pintorescos que todavía nos quedan por ver y que en este viaje van a quedarse en el tintero.
Pero el tiempo va pasando y hemos de volver, despacito hacia el hotel, recoger las bolsas de viaje que hemos dejado en recepción y hacer lo que hicimos el primer día, sólo que en dirección contraria, metro hasta Gare du Midi, autobús al Aeropuerto de Charleroi y para comer, un bocata y gracias, no da para más. Por cierto, el día de vuelta, hoy, hace un sol espléndido, pero le perdonamos a Bruselas está broma malvada y nos despedimos, con afecto y en bruselandio (como decía mi hija pequeña) de la capital de Bélgica. Realmente hemos disfrutado de este pequeño viaje.
À bientôt!
Este es el segundo viaje publicado por Arundathi en la página web de "Los viajeros".
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