No es la primera vez que viajo a París. He tenido la inmensa suerte de haber estado en esta bella ciudad en varias ocasiones y, en alguna de ellas, en estancias prolongadas.
Así es que esta pequeña escapada, de tan solo dos días y el tiempo que podamos añadir los días de la ida y de la vuelta, me la tomo con calma: “es una suerte estar en París, ¿qué importa adónde vayamos?” dice mi voz interior.
Claro que, ya puestos, he hecho un pequeño itinerario con dos objetivos: que mis hijas (y la de nuestros amigos, que viajan con nosotros) para las que sí es su primer viaje a París, vean cumplidas sus expectativas de encontrarse con las referencias más populares de la ciudad, lo que diríamos el recorrido clásico. Para los demás, se trataría en este viaje de poder conocer alguno de los lugares que en otras ocasiones quedaron pendientes: recorrido alternativo.
Añado que yo quisiera conocer un París más al alcance de la mano. Una película parisina de planos cortos. Como dice la guía que llevo conmigo y que casi me he estudiado en el último mes, preparando estos dos días, quiero ver un “París de cerca”.
Algunos datos prácticos:
La guía: Lonely Planet, de bolsillo. Manejable y práctica.
Nuestro hotel: Novotel Montparnasse, que dentro de las interesantes ofertas de la cadena, era el que nos salía más económico y, además, incluye desayuno.
El vuelo: con Ryanair, hasta el aeropuerto de Beauvois. Con sus pros y sus contras, Ryanair nos lleva y nos trae desde Zaragoza, nuestra ciudad, a la capital francesa a precio asequible. No hay mejor opción.
Comienza el viaje. ¿Cumpliré todos mis objetivos?
De momento la primera tarde, noche más bien, no ha ido mal. Llegar más tarde de las nueve y con tres niñas, lo ponía complicado. Mi propuesta era (recorrido clásico) ir a la Torre Eiffel. Seguro que les hacia ilusión. Sobre la marcha, decidimos no ir directamente al hotel. Con lo cansadas que estaban las niñas, seguramente ya no querrían salir. Como vamos ligeros de equipaje la visita no será demasiado engorrosa. Bajamos en la estación de metro Bir-Hakim, la más cercana a la torre. De camino, íbamos cenando unos bocatas preparados en casa (lo que se dice optimizar el tiempo) y… primer punto del itinerario conseguido. Con ustedes, la Torre Eiffel.
Bien, pues no hubo “Oooooohs” ni “Aaaaaaahs”. Mi hija pequeña decía que se la imaginaba más grande y los mayores echábamos de menos más iluminación.
Un poco deslucida sí que estaba, quizá la esperábamos más brillante.
Como sé que las mejores fotos de la torre se toman desde Trocadero, a regañadientes, conduzco a los demás hacia los jardines, para que mi marido se explaye en su mundo fotográfico.
De paso, saludamos a un iluminado río Sena, y a los barcos, repletos de turistas, que vienen y van…
No les habrá entusiasmado a nuestra pequeña “troupe”, y de tan vista, ya no le damos el valor que merece a la famosa torre parisina, monumento indiscutible e identificativo de la ciudad de París por derecho propio.
En este día de llegada ya no haremos nada más que ir al hotel, acomodarnos y hacer buen acopio de fuerzas para el día siguiente, advirtiendo que mi “planing” es más bien apretadito y tenemos que estar bien dispuestos a llevarlo a cabo.
Primer día completo en París. Tras desayunar en el hotel (desayuno estupendo y muy completo) nos vamos hasta el metro donde sacamos a las niñas tarjetas “Paris visite” para dos días (para ellas la opción más económica) y “Paris mobilis” de un día para los mayores (la opción más económica para nosotros).
¿Por dónde empezamos?.
Vamos con el recorrido clásico, que incluía una visita que sabíamos no iba a ser posible, pero los milagros existen: el Museo D’Orsay. ¿Por qué no iba a ser posible? Pues porque el primer domingo de cada mes (o sea, como hoy) los museos tienen entrada gratuita. Mañana lunes es el día de descanso del museo, o sea que o hoy, o nunca.
No hay milagro. Lo que si hay es una cola monstruosa y hemos llegado demasiado tarde. Casi todos los mayores ya hemos visitado el museo en otras ocasiones, pero queríamos que lo vieran, sobre todo, las niñas. Bueno, no pasa nada. Hay una segunda opción preparada (recorrido alternativo).
Propongo que nos acerquemos al Museo de L’Orangerie, muy cercano a donde estamos.
De paso hacemos un bonito recorrido al lado del Sena, mientras nos dirigimos al Pont de la Concorde.
El día no solo ha salido nuboso, si no que a lo largo de la mañana nos irá obsequiando con ligeras lloviznas (o no tan ligeras, a veces). El clima acompaña para dar un paseo romántico. París, el Sena, la espigada Torre Eiffel que observa desde lo alto toda la ciudad, las barcazas, los elegantes edificios decimonónicos, el primoroso puente de Alexandre III, todo evoca un pasado esplendoroso…
Yo me dirijo al edificio que, supongo, alberga el museo. No me lo puedo creer. No hay nadie. La gente entra sin hacer cola ni nada. ¿Será que no vale la pena? Al contrario, el Museo nos gustó muchísimo. De momento, alberga los ocho gigantescos cuadros de Monet titulados “Las ninfeas”, sólo por eso, ya es interesante. Además cuenta con la colección de Jean Walter y Paul Guillaume, que comprende obras de Renoir, Cezanne, Matisse, Picasso y Modigliani, por nombrar a los más conocidos.
Nos encontramos con la sorpresa añadida de una exposición temporal que durará hasta el 9 de enero de 2012, titulada “España entre dos siglos, de Zuloaga a Picasso”. Expone obras de pintura española de los siglos XIX y XX. Zuloaga, Sorolla, Picasso, Miró, Dalí, entre otros, son los pintores cuya obra se expone de una manera evolutiva, intentando comprender la idiosincrasia española. Era curioso ver las caras que ponían los visitantes, ante alguna obra que calificamos de “España profunda” (hay una parte de la exposición titulada “La España negra”). Creo que nosotros jugábamos con ventaja.
Prohibido hacer fotos, así es que dejo el enlace al museo y os recomiendo su visita si no lo conocéis o si vais el primer domingo de mes y desistís del Museo D’Orsay.
http://www.musee-orangerie.fr/
De aquí seguimos caminando o más bien paseando, plácidamente, por los jardines de las Tullerías, que están preciosos, con este tinte melancólico del otoño- invierno.
De aquí seguimos caminando o más bien paseando, plácidamente, por los jardines de las Tullerías, que están preciosos, con este tinte melancólico del otoño- invierno.
Grandes colas para entrar igualmente, aunque quizás menos que el de Orsay. Curioso. Para ver el Louvre medianamente, hace falta un día entero. No pensábamos entrar. Menos mal que tenemos esta asignatura ya aprobada de otras ocasiones, porque si no, hemos elegido un día catastrófico para ver museos famosos.
Sacamos alguna fotografía a la pirámide de cristal del Louvre…
Y mientras nos esperamos los unos a los otros, antes de continuar nuestro camino, observamos el panorama, bastante animado, hoy domingo
Nos divierte ver a un señor haciendo pompas de jabón con bastante arte, ciertamente.
Y seguimos viendo el recorrido de esa pompa traviesa, que va hacia lo alto.
No va ser la única pompa que tengamos por aquí....
Reunidos todos, nos encaminamos al siguiente punto: Les Halles
La zona que albergó los mercados de París (“el vientre de París”, lo llamó Zola) es ahora un espacio más bien caótico y en plena reconstrucción del Forum Les Halles. Un centro comercial que no tiene ninguna pinta de estar terminado en el 2012, como se pretendía en el proyecto inicial.
Cruzamos entre las obras para poder admirar de cerca la iglesia de St. Eustache. Es muy bonita, gótica, iniciada en el siglo XVI, la segunda más antigua de París.
Antes de entrar, nos detenemos frente a la curiosa estatua “L’Ecoute”, de Henry Miller.
Volviendo a la iglesia de San Eustache, se puede decir que está muy ligada a la historia de París. Aquí fueron bautizados Richelieu y Molière, se celebraron los funerales por la madre de Mozart y, sobre todo fue el apoyo espiritual de los hombres y mujeres que trabajaron en el gran mercado de Les Halles. Hay un curioso grupo escultórico en el interior que los representa.
A la salida, observamos de lejos el edificio de La Bolsa.
Tengo una calle anotada que quiero conocer, la “rue Montergueil”. Según mi guía, se trata de una calle peatonal animadísima los domingos. Esta calle fue, además, inmortalizada por un cuadro de Monet. Vamos a verla.
Pues sí, junto con la “Rue Montmatre” más o menos paralela (digo esto porque en realidad una y otra hacen como una uve) lo que hay es turistas a tope, curioseando por los puestos de comida (que están ya de retirada por la hora) y los múltiples sitios para hacer una comida rápida, que ya va siendo hora.
Lo que hay por aquí es un batiburrillo de lugares, algunos con más encanto que otros. Hay que hacer una gran abstracción mental para reencontrarte con el viejo espíritu de “Les halles”. Pasamos por algún lugar pintoresco como “L'Escargot”, en el que está clara su especialidad.
Tuvo clientes famosos, este caracol parisino, como Bogart y Bacall o el mismísimo Proust. Ahora sus sillas, que guardan una disposición como de palco de ópera, permanecen vacías.
Nosotros hacemos una comida, más bien desastrosa, por esta zona. La hija de nuestros amigos, tiene una serie de intolerancias alimenticias que realmente hace complicado encontrar un sitio adecuado para ella. Por otra parte, nuestra hija pequeña lleva un diente colgando todo el día y tampoco quiere comer… Nos lo tomaremos con humor, sobre todo ahora que lo cuento por escrito.
La lluvia nos acompaña a ratos. Las previsiones eran tan catastróficas en ese tema que, después de todo, una llovizna, ahora sí, ahora no, tampoco nos molesta mucho.
Nos quedamos frente a esta sugerente boca de metro, mientras pensamos qué podemos hacer en esta melancólica tarde parisina.
À bientôt!
(Continuaremos viaje)
(Continuaremos viaje)
Te está quedando precioso...te sigo Eva!!!! un abrazo y feliz Navidad!!!!
ResponderEliminarGracias Rosana. Feliz Navidad igualmente. Estaremos por unos días en París (en este blog, no en persona, ya me gustaría) y eso que el viaje fue de lo más breve. Estoy aprendiendo a sacarle partido a cualquier escapada y es que viajar, siempre es un privilegio. Hay que aprovecharlo a tope.
ResponderEliminarMuchos besos que vuelan hacia Mallorca.
En cuanto pase esta vorágine de comidas navideñas y de estar en la cocina más de la cuenta, viajaré a París de tu mano con detenimiento y saboreando sus rincones. Las fotos son preciosas y el relato, leído muy por encima por las prisas, maravilloso. Un beso.
ResponderEliminarGracias Pepa, iremos poco a poco, prolongando así el viaje a esta capital única. Suerte en los fogones, que precisan buena mano y mucho cariño.
ResponderEliminarYo el cariño te lo mando en forma de saludo navideño, que estos días así lo requieren.
Besos.
Qué cambiado está les Halles!! Fantástico tu relato. He hechom trampa y me he leído antes la segunda entrega, así que ya sé que el Ratón Pérez ha tenido que desplazarse a París ;) . Estaré atenta a las próximas entregas, me están dando muchas ganas de volver a París, pero me gustaría que fuese en primavera, debe estar preciosa.
ResponderEliminarNo sé si el ratón Pérez o un delegado francés, pero alguien vino por el diente, según pudimos comprobar :)
ResponderEliminarPrimavera, París... suena bien ¿no?, imagínate un romántico paseo junto al Sena que todavía suena mejor y sigue tu impulso viajero. Un abrazo.