27 de Junio de 2012
Miércoles y tan sólo a dos días de nuestro regreso a España. Entramos en esa fase en la que empiezas a despedirte de las cosas que en los días anteriores, se han ido haciendo cotidianas.
Nos tomamos las cosas con calma, como viene siendo habitual y también porque ya no tenemos muchas cosas para hacer o ver. Nos queda el sur de la ciudad (en realidad la parte sur del centro de la ciudad, que es por donde nos movemos) y algún asunto pendiente, que es lo que intentaremos resolver hoy.
El domingo, día que nos llovió a cántaros, decidimos primero meternos a la casa de Rembrandt y segundo, en la Sinagoga portuguesa.
En este último lugar, nos dimos cuenta de que la entrada incluía otros lugares del Barrio judío, siendo válida para un mes de estancia. Nosotros un mes no vamos a estar por aquí, pero a lo largo de la semana en la que estamos de visita en Ámsterdam, decidimos hacerle un hueco a los lugares incluidos en la entrada como, por ejemplo, el Museo histórico judío.
Allá vamos.
Hay que decir que normalmente, en los viajes a Ámsterdam, este tipo de visitas no suele hacerse. Tampoco nosotros lo teníamos previsto, de no ser por la lluvia; sin embargo, el visitar estos lugares, nos dio una visión diferente de la ciudad en la que, seguramente, no habríamos reparado.
Una ciudad que, en un pasado no muy lejano, sufrió los horrores de la guerra y en la que un pueblo, el judío, que había sido bien acogido a lo largo de su historia por el pueblo holandés, prácticamente desapareció del mapa urbano.
El museo histórico judío, va a hacernos algo más amplia nuestra mirada en todo este tema tan fundamental e intrínseco de la historia de Holanda.
El museo está concebido de una forma muy didáctica y explicativa. Audioguía en español y paneles explicativos por todas partes.
En la planta de abajo está la gran sinagoga, con todos los objetos ceremoniales de la liturgia judía expuestos en vitrinas...
... y algunos cuadros alrededor en los que, pulsando el número correspondiente, te van explicando los diferentes aspectos de la vida de los judíos, a través de sus acontecimientos: bodas, funerales, ceremonias iniciáticas de los jóvenes…
Hay también una sala dedicada a la historia más reciente, en la que puedes entretenerte un buen rato, pues hay muchísima información a través de pequeñas pantallas interactivas, en las que puedes elegir aquello sobre lo que deseas tener explicaciones más extensas.
Se nos pasan unas cuantas horas sin pensar y, a la salida, todavía entramos al Museo histórico versión niños.
Este museo, está concebido como una casa con sus correspondientes habitaciones, dedicado a los niños, para que puedan comprender de una manera activa, diversos aspectos de la cultura judía.
Casi no salimos de allí, pues estábamos completamente solos y había muchas cosas para mirar e investigar.
Tras hacer una breve pausa para comer, lo que nos queda ya es de perder poco tiempo, menos mal. Sin embargo se trata de una visita emotiva.
Nos dirigimos al llamado Teatro holandés, que más tarde paso a llamarse teatro judío, pues en su espacio, se concentraban los judíos previamente a ser llevados a los campos de concentración.
Hay una gran pared con nombres por orden alfabético y con un pequeño aparato, puedes acercarlo al nombre y buscar información sobre la persona correspondiente.
Nosotros, por petición de nuestra hija pequeña, buscamos a Anna Frank y naturalmente, allí estaba con la información correspondiente.
Hay una pequeña exposición con objetos personales de muchos judíos, sobre todo cartas, pasaportes y fotografías y, finalmente, hay un monumento conmemorativo en el patio.
A la entrada te ponen una película de los inicios del Teatro, con sus actores y sus números musicales. Resulta curioso verlo y, sobre todo, ser consciente de la transformación que sufrió el lugar.
Estamos teniendo una sobredosis de tema judío, en parte no me importa, porque forma parte de la historia de Holanda, aunque al final, no te quitas el tema de la cabeza...
A pesar de las negras previsiones climatológicas del día de hoy, lo cierto es que hemos tenido un día, algo nubladillo, pero de temperatura excelente y sin lluvias, así es que, ya sin programa, seguimos disfrutando de Ámsterdam, sin ninguna prisa.
Buscamos ahora alguna de las calles por las que hemos transitado poco, yendo hacia el centro de la ciudad, cruzando el río Amstel y terminando en la zona del canal Herengracht, donde se reúnen las casas más lujosas de la ciudad.
Observamos alguna de ellas, saludando, al paso, a Rembrandt, que nos observa desde lo alto.
Y de ahí callejeamos para encontrar también el cine Tuchinsky, de aire modernista, en el que incluso entramos un poco para ver cómo es el vestíbulo.
La verdad es que es precioso, pero si no lo buscas, casi pasa desapercibido.
Seguimos por Regulierwarstrasse (creo, porque las calles tienen nombres, aparte de complicados, que se confunden unos con otros) y un poco vamos ya sin rumbo fijo, metiéndonos en tiendas o simplemente mezclándonos entre la gente.
Ambiente animadísimo hoy también en Ámsterdam.
Gente por todas partes, con ganas de pasárselo bien.
Nosotros tras hacer alguna compra y, de paso, hacernos con unos cucuruchos de patatas fritas (un vicio, aquí) nos metemos en el super “Albert Heijn”, ya conocido de la casa, para hacernos con algunas provisiones para cenar.
Y ya sólo nos queda el último día...