15 de abril de 2014
Fin de viaje. Nos queda aprovechar la última mañana intentando tener una visión algo más amplia de la capital del valle de Baztán, Elizondo, en la que, hasta ahora, solo hemos estado de paso, mientras llevábamos a cabo los diferentes recorridos.
Su núcleo principal se emplaza en el centro geográfico del valle, a ambas orillas del río Baztán (Bidasoa), que toma este nombre en sus orígenes.
La Casa Arizkunenea, el Palacio de Arozarena, ambas de estilo barroco, son casas renombradas, pero no son las únicas, y los escudos señoriales abundan en las fachadas de los nobles edificios que nos encontramos en nuestro paseo. Sus nombres; Casa Poskonea, Casa Istekonea, Casa Apezenea, etc, no necesitan mayor presentación. Estamos, además, en una tierra donde el euskera se habla con una naturalidad que nos sorprende y nos gusta.
Pero Elizondo tiene, sobre todo, un sabor antiguo que nos encanta. Rincones inesperados, pequeñas tiendas como detenidas en el tiempo, contribuyen a darle una personalidad única, más allá de lugares para fotografiar y mirar para otro lado. Aquí dan ganas de quedarse un poco más y dejarte llevar por las sensaciones.
Así es que demoramos la visita recorriendo sus calles y mezclándonos con los vecinos de la villa, que son parte importante del resultado de esta pequeña escapada por el valle, ya que son extremadamente amables con el forastero y eso, la verdad, ayuda mucho en cualquier viaje.
No quiero olvidarme de hacer una mención a una nueva ruta surgida en Elizondo, al hilo de la publicación de la novela "el guardián invisible", de la escritora Dolores Redondo. Este hermoso y milenario rincón navarro se ha convertido en el escenario de una historia truculenta, con crímenes y recuerdos que desentrañar. "El legado de los huesos" y "Ofrenda a la tormenta" componen una suculenta trilogía ambientada en el valle, que ha dado que hablar a editoriales y productores cinematográficos. Por nuestra parte, las aventuras de la inspectora "Amaia Salazar" formarán parte de nuestras próximas lecturas, sin duda.
Y así vamos despidiéndonos de este hermoso valle de Baztán, que nos ha envuelto con sus tonalidades verdes, con su paisaje abierto y su silencio.
Es una tierra tranquila, suave, sin estridencias. Mimada por la naturaleza. Un lugar a descubrir. Toda una sorpresa para el visitante.
Y que mejor lugar para hacerlo que el mirador de Ziga, otra de las localidades del valle, situada al sur del mismo, y desde el cual podemos obtener unas impresionantes vistas de toda su zona norte.
Y ya, de paso nos damos un paseo por el pueblo, en el que destaca su imponente iglesia de San Lorenzo, con una grandiosa fachada de estilo herreriano.
Como era de esperar, está cerrada, así es que de momento la observamos por fuera, fijándonos en esos pequeños detalles que tanto nos gustan.
Hasta que unos viajeros con los que hemos coincidido en el mirador, nos invitan a acompañarles a conocer su interior, ya que han conseguido la llave, custodiada por una vecina del pueblo a la que conocen.
Y nuestros ya definitivamente últimos pasos, se quedan en el pueblo de Ziga, entre sus caserones, con tanta historia y sabor.
Por eso y por la hospitalidad de sus gentes, tan importante cuando se viaja, nosotros lo recomendamos.
Valle de Baztán ¿próximo destino?