No sé muy bien qué nos motiva más a viajar, si leer o ver una pelicula cuya acción transcurre en un determinado lugar. Algo nos engancha, nos arrastra hasta los lugares que vemos en el cine o imaginamos en nuestras lecturas. Ver con nuestros propios ojos el escenario de esas historias es algo gratificante. A veces ocurre que nos defrauda porque ha cambiado demasiado o no cumple nuestras expectativas, pero casi siempre nos encanta. Es algo inevitable al viajar: buscamos esos lugares comunes que nos suenan de mil y una historias y nos invitan a evocarlos una y otra vez...
Una de las películas más deliciosas del cine de los años 50. De esas que se ven de principio a fin con una sonrisa. El maestro William Wyler firmó su obra más imperecedera y hoy, muchos años después, la película resiste el paso de los años y sigue siendo una referencia de los viajes a la ciudad de Roma.
Así es que nosotros, cuando este verano nos disponíamos a ir a Roma, decidimos verla en familia. ¿Qué efecto causaría en nuestras hijas? Nada que ver con el cine actual. ¿Serían capaces de ver, de principio a fin, una película en blanco y negro en la que no hay efectos especiales, ni magias o seres fantásticos, ni adolescentes bailando de principio a fin?
Pues sí, la princesa Ana las cautivó desde el inicio. Con ella, y con el cínico periodista montados en una Vespa, fuimos recorriendo aquellos lugares de Roma, que pronto veríamos con nuestros propios ojos.
Así, fue este verano cuando, al llegar a la Plaza de España, al bajar a la larga escalinata, (y aunque la encontramos repleta de turistas), nos hizo ilusión, y así lo hicimos, sentarnos exactamente en el mismo lugar en el que la ingenua Audrey, la princesa Ana del cuento de hadas, se toma su helado de cucurucho y así la encuentra el sonriente coprotagonista.
Puro e ingenuo romanticismo, imposible no sonreir ante esta imágen ¿verdad? de la encantadora escena de su reencuentro.
Y por supuesto, cuando en nuestra estancia nos acercamos con nuestras hijas a la basílica de Santa María in Cosmedin, no pudimos olvidar la escena en la que la pareja prueba suerte ante la "Bocca della verità", rememorando el momento en que Peck finge haber sido atrapado y mordido por la siniestra boca...
Hoy, en Roma, las imágenes de la película siguen siendo una referencia para el turismo. Imanes para la nevera, pósteres de todo tipo o calendarios, se venden año tras año en las tiendas de recuerdos porque ya forman parte de la ciudad.
Nosotros en este año 2011, tenemos las fotografías de la dulce pareja en el calendario que cuelga en nuestra cocina.
Sólo estuvimos día y medio en Roma. No teníamos sitio para muchos recuerdos, pero la princesa y el periodista viajaron con nosotros a la vuelta.
Volveremos a ver "Vacaciones en Roma" porque no es película de ver una sola vez y, cuando volvamos una vez más a Roma (que tampoco es ciudad de un sólo viaje) ellos estarán de nuevo allí, imperecederos, recorriendo con su Vespa las calles de la ciudad.
Así, damos comienzo a un breve espacio en el que daremos cuenta de esas referencias viajeras vinculadas directamente con algunas de nuestras películas favoritas... quizá también algún libro que nos haya servido de inspiración para preparar un viaje.
Empezaremos esta sección con una de nuestras películas preferidas, la niña mimada de la casa:
Juntemos a la chica más dulce y delicada de Hollywood con uno de los galanes más apuestos y con la sonrisa más irresistible. Contemos una historia digna del mejor cuento de hadas, con princesa incluida. Busquémosle el escenario más impresionante: la eterna ciudad de Roma. El resultado es fácil de imaginar. Una de las películas más deliciosas del cine de los años 50. De esas que se ven de principio a fin con una sonrisa. El maestro William Wyler firmó su obra más imperecedera y hoy, muchos años después, la película resiste el paso de los años y sigue siendo una referencia de los viajes a la ciudad de Roma.
Así es que nosotros, cuando este verano nos disponíamos a ir a Roma, decidimos verla en familia. ¿Qué efecto causaría en nuestras hijas? Nada que ver con el cine actual. ¿Serían capaces de ver, de principio a fin, una película en blanco y negro en la que no hay efectos especiales, ni magias o seres fantásticos, ni adolescentes bailando de principio a fin?
Pues sí, la princesa Ana las cautivó desde el inicio. Con ella, y con el cínico periodista montados en una Vespa, fuimos recorriendo aquellos lugares de Roma, que pronto veríamos con nuestros propios ojos.
Así, fue este verano cuando, al llegar a la Plaza de España, al bajar a la larga escalinata, (y aunque la encontramos repleta de turistas), nos hizo ilusión, y así lo hicimos, sentarnos exactamente en el mismo lugar en el que la ingenua Audrey, la princesa Ana del cuento de hadas, se toma su helado de cucurucho y así la encuentra el sonriente coprotagonista.
Puro e ingenuo romanticismo, imposible no sonreir ante esta imágen ¿verdad? de la encantadora escena de su reencuentro.
Y por supuesto, cuando en nuestra estancia nos acercamos con nuestras hijas a la basílica de Santa María in Cosmedin, no pudimos olvidar la escena en la que la pareja prueba suerte ante la "Bocca della verità", rememorando el momento en que Peck finge haber sido atrapado y mordido por la siniestra boca...
Hoy, en Roma, las imágenes de la película siguen siendo una referencia para el turismo. Imanes para la nevera, pósteres de todo tipo o calendarios, se venden año tras año en las tiendas de recuerdos porque ya forman parte de la ciudad.
Nosotros en este año 2011, tenemos las fotografías de la dulce pareja en el calendario que cuelga en nuestra cocina.
Sólo estuvimos día y medio en Roma. No teníamos sitio para muchos recuerdos, pero la princesa y el periodista viajaron con nosotros a la vuelta.
Volveremos a ver "Vacaciones en Roma" porque no es película de ver una sola vez y, cuando volvamos una vez más a Roma (que tampoco es ciudad de un sólo viaje) ellos estarán de nuevo allí, imperecederos, recorriendo con su Vespa las calles de la ciudad.
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