El Camino jacobeo en Navarra/Camino aragonés
Hace unas cuantas entradas, recordábamos el comienzo de uno de nuestros más entrañables viajes, el Camino de Santiago, el cual comenzamos en el Somport oscense.
Si conocéis el Camino de Santiago, sabréis que es en Puente la Reina, donde se juntan el Camino francés tradicional (que en España parte de Roncesvalles) y el aragonés (la llamada vía tolosana).
Con un pequeño mapa se verá mejor:
Nosotros hicimos el segundo. Por él entramos a tierras navarras desde Aragón, en unas vacaciones de semana santa de hace ya algunos años.
Lo hicimos por una localidad que conocemos muy bien: Sangüesa.
Lo hicimos por una localidad que conocemos muy bien: Sangüesa.
De todas las grandes fachadas del románico, es una de las que muestra mayor riqueza en su decoración.
Hay que admirarla muy de cerca, porque los elementos iconográficos y simbólicos que la conforman, merecen una mirada al detalle.
Un auténtico retablo en piedra, en el que se representa el juicio final, pero en el que encontramos también elementos de la mitología nórdica y todo tipo de seres, a veces monstruosos, que nos dejan asombrados.
Situada cronológicamente hacia el 1200, su estilo es deudor del de los maestros aragoneses que trabajaron en el monasterio de San Juan de la Peña.
Fronteriza y jacobea, a Sangüesa hemos llegado ya por la tarde para iniciar nuestra segunda etapa del Camino, que nos llevará hasta Burgos.
De momento hoy (hablaremos en presente) nos conformamos con llegar hasta el albergue de Izco y aún nos quedan unos cuantos kilómetros por hacer (algo más de veinte, calculamos).
Este puente de hierro, sobre el río Aragón, que ha visto pasar a tantos y tantos peregrinos, nos ve pasar hoy a nosotros, que tomamos el testigo emocionados y nos sentimos parte de una ruta singular y hermosa como es el Camino de Santiago.
Al cabo de medio kilómetro tenemos una alternativa: ir por la carretera de Rocaforte o bien, lo que nosotros hacemos, dirigirnos al bello desfiladero de la Foz de Lumbier.
Caminamos plácidamente junto al río Irati. y nuestro cansancio parece desaparecer con el bello paisaje visual y sonoro, que nos acompaña.
Estrecha garganta labrada por el río Irati, la Foz de Lumbier, declarada reserva natural, es un privilegiado enclave, que nos anuncia las primeras estribaciones del Pirineo oriental navarro.
1.300 metros de longitud, que pueden ser recorridos por la vía verde que discurre cerca del río.
La foz de Lumbier es una hoz estrecha y pequeña, de 1.300 metros de longitud. Su belleza resulta estremecedora y hace que nos paremos a contemplarla, conscientes del espectáculo natural que tenemos ante nosotros.
Las paredes verticales alcanzan en su cota máxima 150 metros de altura y en sus grietas viven grandes rapaces.
Si observamos con atención, veremos a alguno de ellos sobrevolando el acantilado. La especie más importante, es el buitre leonado que cuenta con una importante colonia aquí.
Nos gustan las leyendas y aquí en la Foz de Lumbier hay una que nos habla de un puente construido con ayuda del diablo, del que quedan los restos, ya que fue destruido durante la Guerra de la Independencia.
Lo que si tenemos son dos túneles, que fueron atravesados por el primer tren eléctrico de España, que comunicó Pamplona con Sangüesa entre 1911 y 1955.
En la cercana población de Lumbier, está el Centro de Interpretación de las Foces, donde podrían contarnos muchas más cosas interesantes de este santuario de la naturaleza.
Nosotros hoy, no podemos entretenernos más, pues son pocas las horas de luz (hemos salido de Sangüesa ya por la tarde)
y tenemos kilómetros por delante.
Abandonamos la foz, para en breve llegar a Lumbier, población a la que no llegaremos a entrar.
Seguimos haciendo una marcha gratificante al lado del río Irati, aunque el cansancio comienza a hacer su aparición.
No será nuestro único problema esta tarde.
Hemos dejado atrás Lumbier, por la carretera de Tafalla para, en breve, tomar una pista de tierra que nos llevará, en ascenso al alto de Loiti.
Siempre siguiendo el camino de las flechas amarillas (como en el mago de Oz, aunque allí eran baldosas).
Pero atención a los nubarrones que se ven en el cielo. Pinta mal ¿verdad?
Así se pusieron las cosas no mucho más tarde. Lluvia intermitente, desorientación a ratos, cierto nerviosismo porque no dábamos con las flechas y temimos habernos perdido...
Afortunadamente los sustos fueron pasajeros y tuvimos una gratificante acogida en el albergue de Izco, en el que pasamos la noche.
Muy cansados, pero felices de haber conseguido nuestro objetivo.
Mucho camino hacia delante y una única jornada nos quedaba ya para llegar a Puente la Reina, punto de unión de nuestro solitario camino aragonés y la ruta jacobea que parte de Roncesvalles.
A la mañana siguiente, estamos como nuevos. Dispuestos a darnos una buena caminata y cansarnos de lo lindo.
Los primeros ocho kilómetros del día los hacemos sin pensar. Hemos dejado atrás pequeñas poblaciones como Abinzano, Salinas de Ibargoiti e Idocín.
El segundo café de la mañana, lo tomaremos en Monreal, donde nos encontramos su precioso puente medieval sobre el Elorz.
Una de sus calles, la del Burgo, tiene auténtica configuración medieval, atravesando la población hasta encontrar un camino de carro, muy propio para caminar.
Nos detenemos lo justito para el café y las fotos, pues tenemos unos 30 kilómetros hasta llegar a Puente la Reina.
El día será largo.
Las flores amarillas o "aliagas", con su característico olor, serán una constante en nuestra ruta que nos llevará hasta pequeñas poblaciones, de muy breve parada para nosotros, como Yarnoz, Otano, Ezperun y Guerendian.
En estas pequeñas localidades nos asombrará la falta de servicios de las mismas. Podría haber un bar abierto, alguna pequeña tienda (abierta) para comprar provisiones, pero no, como era día festivo, todo cerrado.
Oímos el ruido de nuestros pasos y no nos queda más que continuar, sintiendo que nuestro camino por aquí es realmente solitario.
Bordeamos la sierra y el camino va pasando al lado de una cantera primero, al lado de un encinar y junto a campos de labor, siempre en el valle del río Elorz.
Aunque hacemos breves paradas de recuperación, la marcha hoy será dura y larga. Algunos tramos son realmente "rompepiernas", como el que que nos conducirá a Tiebas y su castillo derruido del siglo XIII.
A partir de Tiebas de nuevo nos encontraremos con doble posibilidad:
Ir hacia el barrio de Campanas, Biurrum, Ucar y Enériz, pequeñas poblaciones, una casi al lado de la otra o entrar desde Tiebas a Muruarte de Reta, Olcoz y de allí a Enériz.
Elegimos la primera posibilidad (en la foto, Ucar) parando para comer un bocadillo (llegamos tarde y no había otra opción) en un bar cercano a Campanas y más adelante en algún otro lugar, de los poquísimos que encontramos a nuestro paso.
Pero estamos ya cansados, muy cansados y prueba de ello es que de este tramo apenas tenemos fotos.
Recuerdo que en alguno de estos lugares, un vecino nos ofreció su casa para pasar la noche, pues ya atardecía.
Será uno entre tantos, de los miles de gestos hospitalarios que nos encontraríamos en el camino.
También recuerdo a unos niños que nos preguntaron sí íbamos a Santiago, y lo que les respondimos: "Sí, pero no hoy".
Uno entre mil gestos, que nos mostraría la simpatía de la gente hacia los peregrinos.
Pero el camino, ahora, nos reservaba una sorpresa que nunca olvidaríamos.
Allá a lo lejos, dejando ver su bella estampa, pero sin prisas, como dando un aire de suspense a la visita: la ermita de Santa María de Eunate, se va a quedar entre nuestros recuerdos del Camino, como uno de los lugares más hermosos y espectaculares.
Ahí estamos, llegando a un objetivo que nos resulta emocionante, y que nos ha dado la energía necesaria para llegar hasta él con los ánimos renovados.
Esta peculiar iglesia románica del siglo XII, con su característica planta octogonal tiene un origen incierto y misterioso.
Varios historiadores la relacionan con la orden templaria, como su hermana octogonal de Torres del Río.
Al atardecer, la luz del sol, nos permite ver su silueta, bellamente recortada en el cielo.
Y aquí está nuestra protagonista a plena luz.
La arquería poligonal que la rodea, tiene que ver con el origen de su nombre ya que Eunate, en euskera, significa "cien puertas"
Hospital de peregrinos, dormitorio de difuntos, faro-guía para caminantes, santuario telúrico o simplemente templo cristiano, cuando llegas aquí, tienes la sensación de estar en un lugar especial y privilegiado.
Encontramos el templo cerrado y, esta vez no podremos contemplar la sencilla virgen románica que está en su interior.
Sí nos fijamos en los curiosos capiteles con motivos marinos, que parecen observarnos con aguda mirada, desde las milenarias piedras.
La luz del crepúsculo y la soledad en la que nos encontramos que, en breve, pasará a ser cosa del pasado, nos sumerge en nosotros mismos, dándonos las fuerzas necesarias para afrontar el último tramo de camino, los últimos kilómetros que nos llevarán hasta Puente la Reina, donde los caminos se hacen uno.
Hemos caminado más de treinta kilómetros desde Izco y cuando llegamos a Puente la Reina es ya de noche.
El albergue está en obras, han habilitado algún lugar para los peregrinos, pero está repleto.
En un hotel nos ofrecen una habitación a compartir con otros peregrinos en la misma situación que nosotros. Comienzan a aparecer los primeros nombres: los alemanes bautizados por nosotros como "Zipi y Zape" que se mueren de risa a cada palabra, o Jorge, el chico de Canfranc que decidió hacer el camino al quedarse en el paro...
Comienza una etapa radicalmente distinta en el camino y, aunque en él seguiremos buscando la soledad, las risas, la conversación y el compartir una experiencia que nos une, hace que nos olvidemos del cansancio y nos sintamos agradecidos por la hospitalidad de este hotel casi de lujo, de Puente la Reina, que se unió a la causa jacobea y permitió a cinco peregrinos dormir, a bajo precio, en una confortable habitación familiar...
Pero yo quiero finalizar esta entrada, con la imagen que más me viene a la mente cuando recuerdo este tramo. Con la sugerente vista de Santa María de Eunate.
Volveríamos más adelante a verla y logramos entrar a su interior, pero ya no fue lo mismo.
La recuerdo así, misteriosa y solitaria, tal y como la vimos por primera vez, haciendo el camino.
Y no lo hemos olvidado.
Me parece un viaje increible, el Camino de Santiago, todo el mundo que lo ha hecho, dice lo mismo que vosotros, que es una experiencia humana inolvidable. Tan sólo he hecho algún tramo por Aragón y engancha.
ResponderEliminarMuchos besos y sigue contando. Sol
Dímelo a mí, que he hecho el camino tres veces, una de ellas en bicicleta y estoy deseando volverlo a hacer.
EliminarEl mejor viaje. Gracias por tu visita, amiga.
Hola! hacer el Camino de Santiago debe ser una experiencia de primer orden, lo tengo ahí en pendientes. Vaya joyas del románico, qué maravilla. Me voy a ls siguientes tramos, me he enganchado.
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