BIENVENIDO

Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

sábado, 28 de abril de 2012

Viaje por el sur de Francia.


En los días previos a Semana Santa, hicimos una pequeña ruta por el sur de Francia. Como tengo por costumbre, escribí un pequeño diario con las impresiones del viaje que comparto con los lectores de este blog.


1 de abril de 2012


Con toda la pereza del mundo y más, hemos salido aproximadamente a las ocho y media de Zaragoza, camino al Sur de Francia. Claro que, decir esto, no clarifica mucho el lugar al que nos dirigíamos. Bien, nosotros nos disponemos a conocer algún punto de la región de Haute-Garonne, cuya ciudad más conocida y una de las principales de Francia, es Toulouse que, por supuesto, visitaremos.
No sabíamos muy bien por dónde ir. Al final, hemos hecho caso a la guía Michelín y, optando por una ruta que nos ofrecía mejores perspectivas en cuanto a carreteras, el camino elegido ha sido: ir hacia Huesca, dirección Sabiñánigo, desvío Biescas. Breve parada en Escarrilla para juntarnos con nuestros amigos, y ya, nos hemos puesto en marcha hacia Francia, atravesando el paso de "El Portalet" y asombrándonos de la poca nieve que había en las estaciones de esquí de uno y otro lado.


Hemos dejado atrás Pau y Tarbes, tomando la autopista, parando en un área de servicio para comer los bocatas que teníamos preparados y llegando, hacia mediodía a Beaucholot, a la casa de turismo rural que teníamos alquilada.

http://www.paintingcoursesfrance.com/

La "maison du maître", es un caserón de aire bohemio, que nos gusta nada más llegar (será que nosotros nos sentimos un poco también así). Nos agradan los lugares "poco puestos", a pesar de que no reúnan todas las comodidades.




La puerta está abierta y nadie nos recibe. Llamamos a un teléfono que hay pegado a un cristal y la dueña nos dice que viene en cinco minutos. 
Cuando vemos a nuestra casera, descubrimos que está en consonancia con la casa, con su aire de "hippie" veterana. Una vez dentro, nos dice que la casa está a nuestra entera disposición, pues somos los únicos inquilinos.


Las habitaciones amplias y con un cierto aire de "casa de la bisabuela" son muy acogedoras.




Cojines, libros y más libros, rincones preparados para relajarte o para situarte junto a una ventana por la que entra una luz que invita a la lectura...




Van a ser tres días para sentirnos "chez nous",  máxime teniendo en cuenta que nuestra casera se va a hacer un cursillo a Toulouse y tan sólo la primera mañana estará con nosotros y nos dará el desayuno. El resto, nos lo dejará preparado y corre la elaboración por nuestra cuenta. 



En uno de estos rinconcitos encantadores de la casa, me siento ya a escribir unas líneas. La verdad es que no dan ganas de moverse de aquí, la casa va a formar parte de los mejores recuerdos de este viaje. Además el precio, increíble, al final nos lo deja en 50 euros noche con desayuno incluido. Hemos tenido buena puntería, está claro.



La casera ( a partir de ahora, "Fránces") se dedica a las bellas Artes. En la casa tiene un taller de Pintura y hay muchos detalles que denotan su espíritu artístico en la “descuidada” decoración.



A las niñas (viajamos con nuestras hijas y la hija de nuestros amigos, de 9 y 11 años) les ofrecerá, primero, una casa de muñecas con muchas "Barbies" y caballitos, para jugar y segundo, la posibilidad de dibujar o pintar en una gran habitación en la que tienen de todo para hacerlo. 


Últimamente estamos un poco gafados con los viajes. La niña de nuestros amigos ha de quedarse en cama y su madre con ella. No será el último percance en cuanto a salud se refiere (me voy a tener que buscar otros compañeros de viaje). También nuestras hijas están cansadas del viaje, de más de cuatro horas. y prefieren hacer sus pinitos en el taller de Fránces y jugar un rato con la casita de muñecas. 


Nuestra anfitriona nos presta un gran mapa (está tan gastado que tiene que pegarlo con celo cuando lo dobla) y nos sugiere alguna ruta por los alrededores. 


Los supervivientes decidimos hacer una pequeña excursión a Montespan, el pueblecito de al lado.


Ah, los pequeños pueblos de la France, encantadores y pulcros. Así es Montespan. 


De entrada nos dirigimos a la iglesia de San Andrés. 


 Está abierta y nos llama la atención en su interior una estatua dedicada a Santa Juana de Arco, con su armadura y demás. Curiosa, pero a Simbad no le llamó la atención y como yo no le dije nada, no hay foto.


También me sorprende esto de las puertas abiertas por aquí, la casa de Fránces con las puertas abiertas, ahora la iglesia… viven más confiados o con menos psicosis que en nuestro país, o quizá hay menos actos vandálicos por esta zona. 


A la salida de la iglesia vemos un cartel que indica la subida al castillo.  Allá vamos.


 Una subida solitaria, un paisaje melancólico... somos los únicos visitantes de este lugar envuelto en la quietud, en la que solo nos entramos una escultura y el sonido de nuestros propios pasos.



Fue lo que más me gustó, el castillo o más bien sus ruinas, del siglo XV. 


Forman una bella imagen.


 No hay más que echar a volar la imaginación y pensar en las historias que el castillo habrá encerrado, aunque éste parece que tenía más bien una función defensiva. 


Hay unos paneles explicativos, unas especies de catapultas, suponemos más de decoración que otra cosa, y todo el conjunto se halla protegido por una cadena. 


También hay unos focos dirigidos a diversos puntos de la fortaleza que, sin duda, debe de lucir muy bella iluminada.




Casi aquí terminan nuestras visitas de la tarde, si no contamos el paseíto que nos dimos por Montespan, verde y plácido. 




Una buena oportunidad para tomar esas imágenes del mundo rural, al detalle, que tanto le gustan al fotógrafo de la casa.





Vimos animales varios, como gallinas, vacas, caballos, todos de aspecto silvestre. Vimos incluso conejos salvajes. Vimos flores de mil colores y vecinos que saludan con un “Bonjour”, aunque ya es por la tarde.


También vimos, este lavadero, que nos lleva hasta épocas pasadas. 




Una llamada telefónica nos devuelve a la realidad y como tenemos que llevarle una bebida isotónica a la pequeña enferma, nos vamos rápidamente a Saint Gaudens, la población más grande que tenemos al lado. Vemos desde el coche su bellísima iglesia que surge así, de pronto, en una plaza y es preciosa. Nos asombra que todo esté cerrado, incluso los bares. No nos imaginamos un pueblo que cierre el domingo los bares en España. Único lugar que vemos abierto, la tienda de una gasolinera. Allí cargamos, comprando, de paso, algo para la cena, que haremos en casa.


Vuelta a Beaucholot


Nuestras hijas se han pasado la tarde metidas en el taller de Fránces, dibujando y haciendo manualidades. 


El lugar invita, vamos a verlo:




Así ha transcurrido nuestro primer día de estas mini vacaciones. Esperemos que la niña enferma mejore para mañana. De noche es Simbad el que no se encuentra bien y yo ya no se qué pensar, si esto será una plaga o qué. 


Veremos cómo continúa esto o si vamos cayendo uno tras otro como en la novela de “Diez Negritos”.

Continuará.

domingo, 8 de abril de 2012

El Camino de Santiago a su paso por Navarra. De Estella a Torres del Río.

Salimos de Estella muy temprano, después de desayunar con otros peregrinos. Nos ha gustado la ciudad, también el albergue, aunque tomamos la decisión de buscar lugares algo más pequeños para pernoctar, pues la multitud de estudiantes que aprovechan las vacaciones de semana santa para hacer la ruta jacobea, nos ha dejado una sensación muy diferente a la que teníamos hasta ahora, mucho más solitaria e introspectiva.


Nos gusta conocer a gente, compartir el camino, pero la idea de ir en romería no entra en nuestros planes.

Hemos dejado ya Estella por la carretera de Logroño, entrando en las calles de Ayegui. 
Hemos dejado también atrás el Monasterio de Irache y su fuente del vino ("Otra vez será" y fue el año pasado cuando hicimos la visita pendiente). 


El día es soleado y no tenemos la pretensión de hacer demasiados kilómetros. Ya veremos.


Recorridos los ocho kilómetros iniciales (suele ser ya tradición la paradita a esta distancia), nos encontraremos con la curiosa fuente de Villamayor de Monjardín. 


En realidad la parada la hemos hecho cuatrocientos metros antes, exactamente en la llamada "Fuente de los Moros", un aljibe medieval con doble arco de entrada.


Aquí, los autores de este blog en sombra.



Y el merecido descanso, con naranja y chocolate incluido. 


A partir de este punto y hasta doce kilómetros más tarde, en Los Arcos, ya lo advierte la guía, no hay nada.  


En realidad hay una fuente (última posibilidad de coger agua) y diez kilómetros sin población alguna, tan sólo largas y monótonas pistas de concentración.


Allá vamos.



Lo que se dice silencio y soledad. 

Un anticipo de lo que nos encontraríamos más tarde en alguna de las etapas castellanas.
No hay problema. Estos constantes contrastes no sólo no nos importan, sino que, con el tiempo, te das cuenta de que resultan necesarios.


 Forman parte del aprendizaje del peregrino en un viaje que es también hacia el fondo de uno mismo.




Entre cultivos de cereal y viñedos, cruzando los términos de La Cañada, Cogullo y Capanaldia. Al pie del camino, sólo un corral semiabandonado y después una ladera poblada de coníferas y un pequeño arroyo.




En Charconegro, la fuente del paso de Baurín, un ligero ascenso más tarde y por fín, se divisa a lo lejos, la población de Los Arcos.




Los Arcos será final de etapa para muchos peregrinos.
 Nosotros simplemente hacemos una parada larga (merecida, aunque como ya nos vamos curtiendo no estamos tan cansados como en otras ocasiones, sobre todo yo, porque Simbad nunca se cansa) y comeremos aquí tan ricamente.


Parada especial en la plaza porticada de Santa María para admirar la iglesia del mismo nombre: románica, gótica, renacentista y barroca y es que, desde el siglo XII hasta el XVIII todo fueron reformas.


Nuestra jornada no ha terminado.
Continuaremos unos ocho kilómetros más para finalizarla en Torres del Río.


Para salir de Los Arcos cruzamos el puente sobre el río Odrón.
Una pista asfaltada nos lleva hasta el cementerio, cuya inscripción en la puerta, aún me persigue en sueños:


"Yo fui lo que tú eres, tú serás lo que yo soy"

La carretera se convierte en pista de tierra. De nuevo tiempo para meditar.




No hay problema, los últimos kilómetros del día serán placenteros.  Casi sin darnos cuenta habremos dado con el desvío que nos conduce a Sansol, pueblo que tenemos a la vista desde mucho tiempo atrás, y de ahí a Torres del Río.


Total siete kilómetros más. ¿Qué es eso para unos veteranos como nosotros?




Las empinadas calles de Torres del Río, nos llevan hasta su albergue, al que nos dirigimos en primer lugar para dejar nuestras mochilas.


Seremos pocos peregrinos esta noche, para dormir en Torres del Río, ya que el albergue es pequeño (justo lo que queríamos, ya que a la gran mayoría la hemos dejado en "Los Arcos". 
Coincidimos con algún peregrino que conocimos ayer en Estella, como César, el ejecutivo con estress, que ha convertido el camino en su terapia personal.


Pero, sobre todo en Torres del Río, nos espera descubrir su maravillosa iglesia octogonal (y ya van dos con Santa María de Eunate), la Iglesia del Santo Sepulcro.


Seguramente construida por la Orden del Santo Sepulcro a fines del siglo XII, su torre adosada pudo utilizarse como torre para guiar a los peregrinos.






Un vecino nos ha conseguido las llaves de la iglesia y hemos podido visitarla en solitario. 


Al igual que nos había sucedido en Santa María de Eunate, tuvimos la sensación de estar en un lugar único y privilegiado, lleno de una energía especial que nos hacía sentir bien.


Impregnados de espiritualidad abandonamos un lugar que tampoco olvidaríamos y tras cenar muy frugalmente con nuestras provisiones, la noche termina con una improvisada tertulia peregrina en el que compartimos nuestra experiencia con los demás, como un grupo de viejos amigos que se reencuentra y charla de sus cosas. 


Hemos llegado a ese momento del camino, en el que este, poco a poco, nos va haciendo suyos y nos reconocemos como peregrinos,que caminan sin prisa porque nos hemos dado cuenta de que lo importante no es llegar a ninguna parte, sino estar aquí, 


dispuestos para continuar.







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