17 de julio 2013
La primera de ellas, no nos hacía falta, pues ya la teníamos en el itinerario. Se trata de Moni Preveli y de la playa del
mismo nombre.
Para ir al
Monasterio de Preveli, deberemos dirigirnos hacia el sur de Rethymno y una serpenteante carretera, nos llevará hasta el lugar idílico en el que se encuentra el Monasterio
de Preveli.
En un momento dado pasamos por unas espectaculares gargantas, y no
podemos resistirnos a hacer una pequeña parada para contemplarlas y sacar
alguna fotografía.
El viento es tan fuerte que un poco más y nos arranca la puerta del
coche al salir, así es que casi nos arrepentimos de nuestras intenciones fotográficas
por muy bonito que sea el paisaje.
Este Monasterio, como el de Arkadi, tiene su historia ligada a la resistencia cretense como la que tuviera lugar en el siglo XVII, frente a los turcos. Hay que decir que los monjes decidieron
marcharse del que fuera su primitivo emplazamiento en busca de un lugar más
remoto, que es en el que estamos.
No tuvieron mal ojo los monjes, el lugar es bellísimo, frente al mar de Libia.
No tuvieron mal ojo los monjes, el lugar es bellísimo, frente al mar de Libia.
Un
buen sitio para esconderse del mundanal ruido y para llevar a cabo la
resistencia frente al elemento invasor adecuadamente. Múltiples olivares,
cabras, vino, todo lo compartían con los campesinos, no fueran a llevárselo los
turcos.
Más adelante también
los monjes acogieron a los aliados, en la Segunda Guerra Mundial, y cuando en 1941, los alemanes tomaron Creta, ayudaron a la evacuación de aquellos, desde las cercanas playas, a la costa de
Alejandría.
Los alemanes, en represalia,
destruyeron el Monasterio, así es que los elementos originales no se conservan.
No importa, el lugar es precioso y digno de admiración. Ha valido la pena
llegar hasta aquí para encontrar uno de estos sitios perdidos en el tiempo, que
a mi tanto me gustan.
Un monje nos indica
que entremos la iglesia de “Agios Ioannis” de recogido
interior. En ella se conserva una emblemática cruz, que incluye una reliquia de
San Marcos y que también tiene su leyenda, pues se dice que los nazis intentaron llevársela tres veces sin lograrlo.
El monje nos la
muestra más de cerca y, junto con otros visitantes, recibimos su peculiar
bendición, pues coloca la cruz sobre cada una de nuestras
cabezas diciendo unas palabras rituales (supongo).
En el exterior,
recorremos el resto de las dependencias, que incluyen un pequeño museo.
Un pacífico lugar de los que siempre digo que me gustaría, en algún momento, pasar una buena temporada.
Cumplida la visita, nos marchamos. Aunque todavía haremos una parada para fotografiar una especia de monumento a la resistencia que hay en plena carretera, en espectacular emplazamiento.
Preveli no solo
tiene como principal atractivo su Monasterio. No, mucha gente llega hasta aquí
para ver su playa, que está cerca y es preciosa, como veremos.
Hay que esforzarse un poco para llegar hasta ella, pues el camino de acceso desde el Monasterio, es un sendero empinado y pedregoso, por el que hay que descender cuidadosamente unos diez minutos.
Hay que esforzarse un poco para llegar hasta ella, pues el camino de acceso desde el Monasterio, es un sendero empinado y pedregoso, por el que hay que descender cuidadosamente unos diez minutos.
Así lo hacemos, pensando (yo) que más dura será la subida que habrá que realizar después y que ya me voy imaginando, pero hay sitios que no hay que perderse.
La playa se
encuentra a la salida de una garganta, y es también conocida como “Palm Beach” por su plantación
de palmeras a la ribera del río Megatópomos que va a desembocar en la misma
playa.
Así es que tenemos franja de río y de mar, todo en uno. Realmente preciosa, aunque no precisamente deshabitada.
Aparte de turistas, como nosotros, que hemos bajado por el sendero desde el monasterio, hay pequeños barcos que traen a más turistas desde otros puntos, aunque, afortunadamente, está bastante controlado, pues el lugar es más bien pequeño.
Así es que tenemos franja de río y de mar, todo en uno. Realmente preciosa, aunque no precisamente deshabitada.
Aparte de turistas, como nosotros, que hemos bajado por el sendero desde el monasterio, hay pequeños barcos que traen a más turistas desde otros puntos, aunque, afortunadamente, está bastante controlado, pues el lugar es más bien pequeño.
Se está muy bien
aquí y aún se estaría mejor si no fuera por el viento que hace que resulta más
bien desagradable. Buscamos un lugar junto a la sombra y nos encontramos también
con unas juguetonas ocas que campan a sus anchas por el lugar y son otro
elemento de diversión.
Hubiera sido una buena idea comer aquí, pero nuestras provisiones están en el coche, así es que nos quedamos descansando un buen rato y disfrutando de este bello paraje, con unas características tan peculiares, que lo hacen único.
Hubiera sido una buena idea comer aquí, pero nuestras provisiones están en el coche, así es que nos quedamos descansando un buen rato y disfrutando de este bello paraje, con unas características tan peculiares, que lo hacen único.
Cuando nos parece,
hacemos ánimos para volver a subir el sendero en cuestión, lo que es un poco
pesadilla, porque hace sol y las escaleras de piedra se hacen interminables,
sobre todo para mi hija pequeña que protesta una y otra vez.
De vuelta al coche,
nos planteamos buscar un lugar para parar y comer tranquilamente, pero dado que
nuestras dos hijas se quedan rendidas por el cansancio nada más montar en el
vehículo, decidimos no molestarlas y seguir hasta nuestro siguiente punto de
destino sin interrupciones.
Así es que me quedo
sin conocer las playas de “Agios Pavlos” o de “Triapetra” que en las dos guías que llevo (“Lonely Planet” y “Anaya Touring”) recomiendan
vivamente y seguimos hacia MATALA, decididamente al sur de la isla, que es
donde pasaremos la noche.
¿Por qué Matala? Pues
porque había que buscar un lugar intermedio en el sur, antes de dirigirnos al
Este de la isla y también porque está cerca de algunos de los más
importantes yacimientos minoicos.
Por otra parte Matala, tiene la singularidad de haber sido una colonia hippie en los años setenta. Cat Stevens, Dylan, se dice que estuvieron por aquí y ese punto hippie queda aún en las calles de un pueblo que, por otra parte, tiene tantos turistas como los demás y poco de especial.
Nosotros, durante toda nuestra estancia aquí, intentaremos encontrar sus singularidades, que alguna hay, como el curioso árbol del centro de la plaza en la que buscamos aparcamiento, que sin duda podría contarnos, si tuviera el don del habla, numerosas historias de los viejos años sesenta, tan cercanos y tan lejanos, según se mire, a nuestra época.
Pero ha pasado el tiempo.
Pero ha pasado el tiempo.
Nos arman un pequeño
lío con el hotel, pues nos llevan a uno que no era el que habíamos reservado, y
nos dan dos habitaciones en lugar de la habitación familiar que habíamos
elegido. Algo contrariados, nos acomodamos en el Hotel Zafiros, que no nos
gusta nada. Menos mal que tiene una pequeña piscina que, al menos las niñas
aprovechan. Yo no, porque aquí hace un viento de mil demonios y no es que
apetezca mucho, la verdad.
Opto por descansar
y buscar algo de información para el itinerario de mañana, que no tengo muy
claro.
Algo repuestos, no
nos queremos ir de aquí sin visitar las famosas cuevas, que fue lo que atrajo a
los hippies hace unas cuantas décadas y que son otro atractivo de la pequeña
ciudad en que nos encontramos.
Están completamente a la vista, y nos dirigimos hacia ellas o más bien hacia la taquilla, pues las visitas están controladas, lo que le quita también encanto al sitio, pero qué se le va a hacer.
Están completamente a la vista, y nos dirigimos hacia ellas o más bien hacia la taquilla, pues las visitas están controladas, lo que le quita también encanto al sitio, pero qué se le va a hacer.
Hemos llegado algo
tarde pues son las seis y veinte de la tarde y el cierre es a las siete. Pero
pagamos religiosamente los tres euros (sólo hemos venido los mayores, las niñas
se han quedado en el hotel) y nos perdemos por estas peculiares cuevas, que
fueron hechas por el hombre y cuyo origen, aunque no está muy claro, parece
datar del periodo paleocristiano o romano, siendo utilizadas como tumbas.
Las escalamos y nos metemos por todos los agujeros que podemos. Algunos de ellos conservan pintadas en su interior y hay muchas marcas por las piedras de toda la gente que ha pasado por aquí, reviviendo la leyenda.
Un lugar curioso, ciertamente, pues las galerías tienen las más curiosas formas y algunos parecen tener ventanas y mobiliario en su interior.
Aprovechamos el tiempo debidamente, pero a las siete menos diez, el guardián ya está en la puerta mirándonos con cara de pocos amigos.
Apuramos el tiempo,
pero preferimos no enfadarlo y, a la hora convenida, dejamos el lugar.
Como aquí hay de
todo, hacemos alguna compra en un supermercado y volvemos al hotel a recoger a
nuestras hijas, antes de dar un paseo por el pueblo y buscar un sitio para
cenar.
A las niñas no les
gusta mucho este sitio. Demasiado pequeño, aunque tiene su ambiente, pero claro, las dos noches anteriores en Chania y Rethymno han sido
otra cosa y Matala es simplemente un lugar turístico más.
Por mucho aire neohippie que pretendan darle algunos.
Por mucho aire neohippie que pretendan darle algunos.
Algún viejo hippie
todavía queda por aquí, como un tal George, que se ha hecho famoso, así como
muchos carteles, y reclamos para camisetas.
“Life is today. Tomorrow never comes” dice un cartel visible desde la playa de Matala.
Esto es lo que queda de lo que antaño fue. Casi da pena.
A mí por lo menos.
Esto es lo que queda de lo que antaño fue. Casi da pena.
A mí por lo menos.
No tengo la suerte de conocer Creta pero después de leer vuestra entrada y ver vuestras fotos creo que pasará de inmediato a mi lista de pendientes.... Una entrada muy chula!
ResponderEliminarTrini
http://yoadoroviajar.blogspot.com
Gracias por tu comentario y tu visita, Trini y, sí, realmente las islas griegas tienen algo de especial por si mismas, su luz, el color del mar, ese recogimiento tan especial de los templos ortodoxos... siendo además un estupendo destino para hacer con niños. Muchos saludos.
ResponderEliminarMe ha encantado esta entrada. Magnífico lugar Preveli con esa playa a medias entre mar y río y ese lugar tan nostálgico como Matala. Hicisteis un viaje muy contrastado. Muchos besos.
ResponderEliminarNos hace mucha ilusión tu visita, Sol. De lo que comentas de viaje contrastado ¡viajamos con dos niñas! tenemos que discurrir mucho en los itinerarios para que se interesen por lo que vemos y disfruten de los viajes que, están hechos a su medida. Un besazo y gracias por tu visita.
EliminarMe quedé sin conocer todos los sitios que visitasteis este día, sobre todo me dio pena Preveli, pero bueno, ya volveré. A Matala ni fui en su momento ni creo que vaya en un futuro, no me atrae mucho y teniendo tanto que ver me da a mí que no invertiré mi tiempo aquí y eso que me llaman la atención las cuevas artificiales, no porque fueran morada de los hippies, sino por lo que pudieron ser en sus orígenes, pero en principio no me llama y viendo tus impresiones menos todavía. El viento en Grecia cuando sopla fuerte (supongo que era meltemi) es horroroso, yo no le he sufrido, pero la gente que conozco que va por allí sí y a veces no han podido ni coger el ferry por que estaba suspendida la navegación, una cosa parecida a cuando aquí en mi tierra se cierra el tráfico marítimo del Estrecho por el viento de levante. Espero que no durara mucho tiempo, el viento así fuerte es algo que llevo bastante mal. Un besote y gracias por acercarme a sitios que no conozco.
ResponderEliminar¡Hola Calíope! Preveli es un lugar curioso. Nos gustó esa combinación monasterio - playa y playa - río. El viento impresionante y mira que en Zaragoza tenemos el cierzo, pero aquí por la carretera íbamos apurados, sí.
EliminarMatala es algo decepcionante, pero lo escogimos porque buscábamos un emplazamiento en el sur, cercano a los yacimientos de Festos y Gortina y aquí había también algo que ver, pero para ir de propio, nada, ya ves lo que dio de sí. Las cuevas muy curiosas, al menos.
Ya va quedando poquito viaje. Un besazo y un placer tenerte por aquí.