22 de Julio de 2014
Más tarde de lo que deberíamos, comenzamos una jornada que va a llevarnos por cinco barrios de Nueva York. En la parte sur de Manhattan, justo por encima de la parte histórica de Nueva York que visitamos ayer, se encuentran los barrios de Tribeca, Chinatown, Little Italy y Soho. Algo más al norte, el Greenwich Village. Este va a ser nuestro recorrido de hoy.
Nos situamos en Canal Street, para comenzar nuestra exploración de Tribeca, que va a basarse en un breve paseo por alguna de sus calles, de las que dan su característica personalidad al barrio, pues se trata de viejos almacenes rehabilitados y convertidos en carísimos apartamentos.
Es una estampa típica que se repite. Las escaleras de incendios, tan neoyorkinas y las fachadas pintadas de rojo.
Tribeca es un barrio que tiene mucho que ver con un famoso actor, Robert de Niro, que tiene por aquí tres restaurantes. Pasaremos por dos de ellos, el Nobu y el Tribeca Grill, que además es productora de cine.
Dicen que tanto De Niro, como otros famosos amigos suyos, por ejemplo Harvey Keitel o Leonardo di Caprio, viven por aquí.
También encontraríamos en la zona la sede del Festival de Cine de Tribeca, pero por allí no llegamos a pasar.
De nuevo situados en la calle Canal Street, un universo diferente nos espera, el de Chinatown, que envuelve el espacio con sus letreros chinos y sus abigarradas tiendas.
De pronto, casi literalmente te vas de la ciudad para meterte en un Barrio chino. A ratos muy turístico, pero también auténtico en muchas de sus zonas. Aquí hay miles de chinos empeñados en sentirse como en su casa.
Abundan los mercados y puestos de cualquier cosa. Todo con un sabor oriental absoluto. El inglés ya no es la lengua hablada mayoritariamente. No. Aquí se habla chino. A mí, la verdad, el Barrio me resultó un poco agobiante. O tal vez hacía demasiado calor cuando lo visitamos. Así es que decidimos irnos a su parque, el Parque Columbus y descansar un poco. Allí se estaba de maravilla.
Había dos chinos tocando unos instrumentos musicales que le daban mucho ambiente al tema y muchos grupos de chinos y chinas (por separado) jugando a una especie de damas, en unas mesas preparadas al efecto. La mayoría son muy mayores. Ellas llevan paraguas para protegerse del sol.
Al lado del parque hay un patio donde juegan muchos escolares chinos. Conservan sus costumbres, sus tradiciones, su lengua, su cultura y su aspecto.
A pesar de todo, dicen que la colonia de chinos más grande y auténtica, se encuentra en Queens. Será.
Nosotros también nos acercamos al Templo Budista Mahayama y entramos un rato a descansar. El calor nos está agotando hoy.
Hay un gran Buda y la típica decoración basada en oros de los templos budistas. Muchas lamparitas y ofrendas. Silencio y recogimiento en su interior.
Little Italy es la siguiente parada. Casi sin frontera delimitada con Chinatown, posiblemente es la más decepcionante.
Un par de calles con restaurantes en su mayoría y, claro, como era la hora de comer, nos quedamos en la pizzería que nos pareció que tenía los precios más ajustados. Aún así, tres pizzas y un plato de espaguetis con una ensalada normal, tomando agua y sin postres ni cafés, nos soplaron setenta dólares. Claro, hay que incluir la propina y tal. Pero barato, como que no. El restaurante al que entramos, así como toda la zona en general, estaba repleta de españoles.
Después de comer, con las energías repuestas, aunque con unas temperaturas que siguen siendo bien elevadas, nos vamos al Soho.
El Soho tiene dos características, la primera es que sus edificios también son rehabilitados y el material de construcción era el hierro colado.
Quién lo diría, parecen de piedra y, de nuevo, se trata de carísimos apartamentos.
La gran Avenida Grand Street tiene muchos de ellos. Hay que pasar por ella y por la Avenida Broadway, así como por las calles perpendiculares que las cruzan, para ver estos edificios y, sobre todo para ver tiendas, muchas tiendas.
Algunas son de marcas exclusivas. Otras populares. Por ejemplo, por aquí se encuentra nuestra omnipresente Zara. Muchas tiendas son chulísimas y tienen bastantes rebajas. Así es que vale la pena traerse algo de aquí. Nosotros que no teníamos mucho objetivo de compra, vamos comprando alguna cosilla, aunque pocas. Más bien curioseamos, y vemos el ambiente callejero.
Donde sí que entramos es en el establecimiento de Apple (no es el típico, que está en la Quinta Avenida) y nos conectamos un rato.
Se está fresquito. La pega es que hay muchos dependientes que te preguntan si tienes alguna cuestión sobre los aparatos que, por supuesto, no tenemos ninguna intención de comprar.
Nos hemos entretenido mucho en las tiendas, lo que por aquí es inevitable.
Ahora toca volver al norte de Little Italy, Nolita y buscar la vieja catedral de San Patricio. La encontramos sin problema.
Esta no es la famosa, pero sí el origen de aquella, que fue a parar a la Quinta Avenida. Está abierta y podemos acceder a su interior. Aprovecho para repasar los siguientes puntos del itinerario de hoy.
Nada, de momento, a tomar algo fresco. Como nuestra economía no es muy boyante, nos metemos a un supermercado a hacernos con unas cuantas bebidas frescas y algo de picar y tomarlos en un lugar del propio super, habilitado al efecto. Pero tenemos que levantarnos pronto, ya que dos individuos empiezan a montar una bronca de categoría. Por si alguna silla sale volando, nos vamos a un parque. Lo de los parques es curioso. Son auténticos lugares de descanso en Nueva York. La gente se sienta y saca la comida, merienda o lo que sea, sin ningún problema. Son espacios de uso público muy utilizados, absolutamente por todo el mundo.
Llega el momento de irnos hacia el Greenwich Village. Primero nos dirigimos a la calle Bleecker Street, haciendo alguna paradita en algunos de sus bares emblemáticos como el Bitter End y, sobre todo, ya en la calle MacDouglas, en el mítico café Wha, el que vio nacer en sus inicios a Jimmy Hendrix y en el que actuaron gente como Dylan, Bruce Springsteen y muchos otros.
Quién lo diría, tan pequeñito. Me hubiera gustado ver alguna de sus actuaciones en vivo. Las hay diarias e incluso se puede cenar. Nosotros, claro, vamos con menores. Así que nada. Seguimos explorando el Village, que al final será la parte que más me ha gustado de las que hemos visitado hoy. Parece que te metes en un pueblo dentro de Nueva York. Casitas bajas con sus escaleras, pequeños comercios.
Todo un oasis de tranquilidad, en el que te encuentras alguna sorpresa como el viejo teatro de Cherry Lane, uno de los más antiguos de la ciudad.
Por otra parte, siguiendo la calle St. Christopher nos encontraremos con un lugar importante para la comunidad gay. Hay muchos establecimientos por la zona con la típica banderita multicolor.
También hay un pequeño parque con unas esculturas conmemorativas de que aquí fue donde se inició la revolución homosexual e incluso nos encontramos con uno de su bares más importantes de aquella época, el Stonewall, que todavía sigue siendo un bar de ambiente muy frecuentado.
De aquí toca ya subir por la calle Greeneich hasta donde llegamos a la Jefferson Market Library el gran edificio de una librería que nos hubiera encantado visitar. Pero en lugar de eso, nos vamos al metro y hacia casa.
Parece que lleváramos muchos días en Nueva York y, aunque solo han sido cuatro, hemos llegado a la mitad de nuestro viaje.
Más tarde de lo que deberíamos, comenzamos una jornada que va a llevarnos por cinco barrios de Nueva York. En la parte sur de Manhattan, justo por encima de la parte histórica de Nueva York que visitamos ayer, se encuentran los barrios de Tribeca, Chinatown, Little Italy y Soho. Algo más al norte, el Greenwich Village. Este va a ser nuestro recorrido de hoy.
Nos situamos en Canal Street, para comenzar nuestra exploración de Tribeca, que va a basarse en un breve paseo por alguna de sus calles, de las que dan su característica personalidad al barrio, pues se trata de viejos almacenes rehabilitados y convertidos en carísimos apartamentos.
Es una estampa típica que se repite. Las escaleras de incendios, tan neoyorkinas y las fachadas pintadas de rojo.
Tribeca es un barrio que tiene mucho que ver con un famoso actor, Robert de Niro, que tiene por aquí tres restaurantes. Pasaremos por dos de ellos, el Nobu y el Tribeca Grill, que además es productora de cine.
Dicen que tanto De Niro, como otros famosos amigos suyos, por ejemplo Harvey Keitel o Leonardo di Caprio, viven por aquí.
También encontraríamos en la zona la sede del Festival de Cine de Tribeca, pero por allí no llegamos a pasar.
De nuevo situados en la calle Canal Street, un universo diferente nos espera, el de Chinatown, que envuelve el espacio con sus letreros chinos y sus abigarradas tiendas.
De pronto, casi literalmente te vas de la ciudad para meterte en un Barrio chino. A ratos muy turístico, pero también auténtico en muchas de sus zonas. Aquí hay miles de chinos empeñados en sentirse como en su casa.
Abundan los mercados y puestos de cualquier cosa. Todo con un sabor oriental absoluto. El inglés ya no es la lengua hablada mayoritariamente. No. Aquí se habla chino. A mí, la verdad, el Barrio me resultó un poco agobiante. O tal vez hacía demasiado calor cuando lo visitamos. Así es que decidimos irnos a su parque, el Parque Columbus y descansar un poco. Allí se estaba de maravilla.
Había dos chinos tocando unos instrumentos musicales que le daban mucho ambiente al tema y muchos grupos de chinos y chinas (por separado) jugando a una especie de damas, en unas mesas preparadas al efecto. La mayoría son muy mayores. Ellas llevan paraguas para protegerse del sol.
Al lado del parque hay un patio donde juegan muchos escolares chinos. Conservan sus costumbres, sus tradiciones, su lengua, su cultura y su aspecto.
A pesar de todo, dicen que la colonia de chinos más grande y auténtica, se encuentra en Queens. Será.
Nosotros también nos acercamos al Templo Budista Mahayama y entramos un rato a descansar. El calor nos está agotando hoy.
Little Italy es la siguiente parada. Casi sin frontera delimitada con Chinatown, posiblemente es la más decepcionante.
Un par de calles con restaurantes en su mayoría y, claro, como era la hora de comer, nos quedamos en la pizzería que nos pareció que tenía los precios más ajustados. Aún así, tres pizzas y un plato de espaguetis con una ensalada normal, tomando agua y sin postres ni cafés, nos soplaron setenta dólares. Claro, hay que incluir la propina y tal. Pero barato, como que no. El restaurante al que entramos, así como toda la zona en general, estaba repleta de españoles.
Después de comer, con las energías repuestas, aunque con unas temperaturas que siguen siendo bien elevadas, nos vamos al Soho.
El Soho tiene dos características, la primera es que sus edificios también son rehabilitados y el material de construcción era el hierro colado.
Quién lo diría, parecen de piedra y, de nuevo, se trata de carísimos apartamentos.
La gran Avenida Grand Street tiene muchos de ellos. Hay que pasar por ella y por la Avenida Broadway, así como por las calles perpendiculares que las cruzan, para ver estos edificios y, sobre todo para ver tiendas, muchas tiendas.
Algunas son de marcas exclusivas. Otras populares. Por ejemplo, por aquí se encuentra nuestra omnipresente Zara. Muchas tiendas son chulísimas y tienen bastantes rebajas. Así es que vale la pena traerse algo de aquí. Nosotros que no teníamos mucho objetivo de compra, vamos comprando alguna cosilla, aunque pocas. Más bien curioseamos, y vemos el ambiente callejero.
Donde sí que entramos es en el establecimiento de Apple (no es el típico, que está en la Quinta Avenida) y nos conectamos un rato.
Se está fresquito. La pega es que hay muchos dependientes que te preguntan si tienes alguna cuestión sobre los aparatos que, por supuesto, no tenemos ninguna intención de comprar.
Nos hemos entretenido mucho en las tiendas, lo que por aquí es inevitable.
Ahora toca volver al norte de Little Italy, Nolita y buscar la vieja catedral de San Patricio. La encontramos sin problema.
Esta no es la famosa, pero sí el origen de aquella, que fue a parar a la Quinta Avenida. Está abierta y podemos acceder a su interior. Aprovecho para repasar los siguientes puntos del itinerario de hoy.
Nada, de momento, a tomar algo fresco. Como nuestra economía no es muy boyante, nos metemos a un supermercado a hacernos con unas cuantas bebidas frescas y algo de picar y tomarlos en un lugar del propio super, habilitado al efecto. Pero tenemos que levantarnos pronto, ya que dos individuos empiezan a montar una bronca de categoría. Por si alguna silla sale volando, nos vamos a un parque. Lo de los parques es curioso. Son auténticos lugares de descanso en Nueva York. La gente se sienta y saca la comida, merienda o lo que sea, sin ningún problema. Son espacios de uso público muy utilizados, absolutamente por todo el mundo.
Llega el momento de irnos hacia el Greenwich Village. Primero nos dirigimos a la calle Bleecker Street, haciendo alguna paradita en algunos de sus bares emblemáticos como el Bitter End y, sobre todo, ya en la calle MacDouglas, en el mítico café Wha, el que vio nacer en sus inicios a Jimmy Hendrix y en el que actuaron gente como Dylan, Bruce Springsteen y muchos otros.
Todo un oasis de tranquilidad, en el que te encuentras alguna sorpresa como el viejo teatro de Cherry Lane, uno de los más antiguos de la ciudad.
Por otra parte, siguiendo la calle St. Christopher nos encontraremos con un lugar importante para la comunidad gay. Hay muchos establecimientos por la zona con la típica banderita multicolor.
También hay un pequeño parque con unas esculturas conmemorativas de que aquí fue donde se inició la revolución homosexual e incluso nos encontramos con uno de su bares más importantes de aquella época, el Stonewall, que todavía sigue siendo un bar de ambiente muy frecuentado.
De aquí toca ya subir por la calle Greeneich hasta donde llegamos a la Jefferson Market Library el gran edificio de una librería que nos hubiera encantado visitar. Pero en lugar de eso, nos vamos al metro y hacia casa.
Parece que lleváramos muchos días en Nueva York y, aunque solo han sido cuatro, hemos llegado a la mitad de nuestro viaje.