19 de julio de 2014.
Si nuestra mañana de sábado ha transcurrido en Williamsburg, Brooklyn; por la tarde decidimos hacer una visita que suponemos va a encantar a nuestras hijas. El parque de atracciones de la ciudad. Otra visita recomendable (como Williamsburg) para hacer en sábado.
Como ya estamos en Brooklyn no nos va a costar demasiado llegar hasta allí, aunque Coney Island se sitúa el sur del distrito.
En algo más de media hora llegamos en metro, que además tiene el atractivo añadido de ser exterior, lo que nos permite disfrutar del panorama (mucha industria, viviendas tipo barrio y un gran cementerio).
Muchos niños que se van montando, nos anticipan lo que vamos a encontrar. Diversión para muchas familias, pero como la de antes. Porque Coney Island es un viaje en el tiempo. Nada que ver son los actuales parques de atracciones. Esto es como ir a las ferias de antaño. Todo tiene un cierto aire decadente.
Nosotros vemos primero a Zoltar, el de la película "Big" (una "peli" de los años ochenta protagonizada por Tom Hanks, en la que este mago de caseta de feria, le concedía el deseo de hacerse mayor), no una, sino varias veces. Por si acaso no le pedimos ningún deseo, no nos lo vaya a conceder.
Nos montamos en la Wonder Wheel, una gran noria con mucho encanto y opción de swimming y no swimming (elegimos la primera) desde la que vamos a tener unas increíbles vistas (el "swimming" nos impidió hacer fotografías decentes).
La noria lleva funcionando desde 1918 y te da dos vueltas por siete dólares. Algo caro, pero nos lo pasamos fenomenal en las alturas.
Uno puede pasearse por aquí y resulta divertido, simplemente observar al personal. Población mayoritariamente trabajadora, que vienen a pasar el sábado tarde en familia. Algodón de azúcar y perrito caliente. Unas cuantas diversiones, paseito por la cercana playa y a casa. Esto es puro aire retro. Hay que entender y disfrutar una visita como ésta. Si no, más vale no venir.
Otra de las atracciones que nos atrevimos a disfrutar (mi hija pequeña y yo fuimos las únicas valientes) fue la vieja montaña rusa de madera Cyclone, la más antigua de Estados Unidos.
Las tablas traquetean, así es que la emoción está más que asegurada. Mientras nos sentamos en los viejos asientos, no sé si rezar una pequeña oración o no pensar demasiado en lo que estamos a punto de hacer, pero parece que sobrevivimos a la aventura.
Terminamos la jornada tomando el consabido perrito caliente, al puro estilo americano, con french fries y coke tamaño medio.
Menos mal que quemamos calorías, no nos extraña el alto grado de obesidad de los estadounidenses. Si observamos a a gente, a muchos les sobran más de unos kilos. Aquí es famoso tomar el perrito en Nathans y así lo hacemos. Ocho dólares por barba.
No está mal el precio, claro que el producto tampoco es nada del otro mundo. Disfrutamos del momento. Estamos sentados con muchas familias con niños que pasan la tarde. No hay turismo. También hay gente extraña. Algunos demasiado. Un tipo toma su perrito con una serpiente rodeándole el cuello. No es broma ni tampoco de peluche, como creíamos al principio. Individuos de negro con el cuerpo tatuado. Una chica pasa con una tortuga ninja tamaño natural sobre su cabeza, que le habrá tocado disparando a los patos. De película, vamos.
Este parque tiene los días contados. Pronto se convertirá en algo similar a los parques Disney. Lástima. Entonces puedo asegurar que nosotros no hubiéramos venido.
Vuelta al metro. Con nuestra coke tamaño "middle", más grande de lo que imaginábamos. This is America.
Paramos justo a la entrada del Puente de Brooklyn a la mejor hora, la del atardecer.
Las emociones ahora sí son intensas. Esto no hay que perdérselo. Seguramente ningún turista lo hace. Móviles y cámaras arden. Fotografías en todos los planos.
Qué grande Nueva York. Maravillosa estampa. Brooklyn bridge, dirección Manhattan. No se puede terminar un día mejor. Volveremos.
Si nuestra mañana de sábado ha transcurrido en Williamsburg, Brooklyn; por la tarde decidimos hacer una visita que suponemos va a encantar a nuestras hijas. El parque de atracciones de la ciudad. Otra visita recomendable (como Williamsburg) para hacer en sábado.
Como ya estamos en Brooklyn no nos va a costar demasiado llegar hasta allí, aunque Coney Island se sitúa el sur del distrito.
En algo más de media hora llegamos en metro, que además tiene el atractivo añadido de ser exterior, lo que nos permite disfrutar del panorama (mucha industria, viviendas tipo barrio y un gran cementerio).
Muchos niños que se van montando, nos anticipan lo que vamos a encontrar. Diversión para muchas familias, pero como la de antes. Porque Coney Island es un viaje en el tiempo. Nada que ver son los actuales parques de atracciones. Esto es como ir a las ferias de antaño. Todo tiene un cierto aire decadente.
Nosotros vemos primero a Zoltar, el de la película "Big" (una "peli" de los años ochenta protagonizada por Tom Hanks, en la que este mago de caseta de feria, le concedía el deseo de hacerse mayor), no una, sino varias veces. Por si acaso no le pedimos ningún deseo, no nos lo vaya a conceder.
Nos montamos en la Wonder Wheel, una gran noria con mucho encanto y opción de swimming y no swimming (elegimos la primera) desde la que vamos a tener unas increíbles vistas (el "swimming" nos impidió hacer fotografías decentes).
La noria lleva funcionando desde 1918 y te da dos vueltas por siete dólares. Algo caro, pero nos lo pasamos fenomenal en las alturas.
Uno puede pasearse por aquí y resulta divertido, simplemente observar al personal. Población mayoritariamente trabajadora, que vienen a pasar el sábado tarde en familia. Algodón de azúcar y perrito caliente. Unas cuantas diversiones, paseito por la cercana playa y a casa. Esto es puro aire retro. Hay que entender y disfrutar una visita como ésta. Si no, más vale no venir.
Otra de las atracciones que nos atrevimos a disfrutar (mi hija pequeña y yo fuimos las únicas valientes) fue la vieja montaña rusa de madera Cyclone, la más antigua de Estados Unidos.
Terminamos la jornada tomando el consabido perrito caliente, al puro estilo americano, con french fries y coke tamaño medio.
Menos mal que quemamos calorías, no nos extraña el alto grado de obesidad de los estadounidenses. Si observamos a a gente, a muchos les sobran más de unos kilos. Aquí es famoso tomar el perrito en Nathans y así lo hacemos. Ocho dólares por barba.
No está mal el precio, claro que el producto tampoco es nada del otro mundo. Disfrutamos del momento. Estamos sentados con muchas familias con niños que pasan la tarde. No hay turismo. También hay gente extraña. Algunos demasiado. Un tipo toma su perrito con una serpiente rodeándole el cuello. No es broma ni tampoco de peluche, como creíamos al principio. Individuos de negro con el cuerpo tatuado. Una chica pasa con una tortuga ninja tamaño natural sobre su cabeza, que le habrá tocado disparando a los patos. De película, vamos.
Este parque tiene los días contados. Pronto se convertirá en algo similar a los parques Disney. Lástima. Entonces puedo asegurar que nosotros no hubiéramos venido.
Vuelta al metro. Con nuestra coke tamaño "middle", más grande de lo que imaginábamos. This is America.
Paramos justo a la entrada del Puente de Brooklyn a la mejor hora, la del atardecer.
Las emociones ahora sí son intensas. Esto no hay que perdérselo. Seguramente ningún turista lo hace. Móviles y cámaras arden. Fotografías en todos los planos.
Qué grande Nueva York. Maravillosa estampa. Brooklyn bridge, dirección Manhattan. No se puede terminar un día mejor. Volveremos.