25 de Julio de 2014
Nuestro último día en Nueva York tiene una mañana presidida por uno de los museos más famosos de la Ciudad. El Museo de Historia Natural, que se sitúa en la zona norte de NY.
Llegamos más o menos temprano y entramos por una de las entradas del museo, que se sitúa en la propia salida del metro. Se ha formado ya una pequeña cola.
Es un museo muy visitado por los turistas y, además, hay multitud de grupos de niños, pertenecientes a los numerosos campamentos de verano que se desarrollan en Nueva York y que han venido a pasar el día aquí.
El museo tiene una entrada de precio sugerido (26 dólares los adultos y algo menos los niños), así es que tu pagas lo que consideras suficiente.
Consta de cuatro plantas y de muchas, muchísimas colecciones. Es necesario ir con tiempo o hacer una visita selectiva.
Nosotros empezamos con mucho entusiasmo a contemplar las vitrinas de los animales pertenecientes a los diferentes hábitats americanos (que me parecían estampas a gran tamaño del álbum "Vida y Color").
Fuimos también a la zona dedicada a los planetas y la evolución de la Tierra, que está muy bien montada.
Pero a lo que nos dimos cuenta ya era casi el mediodía y nos faltaba más de medio museo por visitar. Así es que hicimos una parada para comer (hay varias posibilidades en el propio museo) y continuar después visitando zonas dedicadas a los diferentes pueblos de la Tierra, con exposiciones amplísimas.
Como igualmente extensas son las que se ocupan de todos los animales que en el mundo son, o de los minerales.
Muy didáctico en su presentación, con apoyo de material audiovisual en algunas ocasiones, hay tal abundancia de contenido que resulta inabarcable en una sola visita.
A estas alturas del recorrido (llegamos a la muy interesante exposición dedicada a la Prehistoria) ya estamos un poco saturados. Tal vez hubiéramos debido hacer una selección. Es lo recomendable en un museo de tales características.
Además, el aire acondicionado estaba tan fuerte en alguna de las salas, que eché de menos haberme traído un jersey polar. Iba con una chaqueta y un foulard por las piernas (literalmente) y terminé congelada de todo el tiempo que estuve por allí.
Nosotros aceleramos ya por las últimas plantas. Nuestras hijas llevan ya rato aburridísimas. En fín, tengo que decir que, aún reconociendo el valioso contenido del museo, a mí me decepcionó un poco y estaba deseando salir a calentarme al sol neoyorkino.
Así lo hacemos y nos vamos a nuestro segundo punto en el itinerario de hoy, que es la parte centro-sur de Central Park.
Entramos a la altura de la calle 86, más o menos donde nos quedamos el domingo, que lo visitamos entrando por el norte. Hoy iremos a la zona más visitada.
El parque está repleto de gente.
Una vez más, me reafirmo en lo que me gusta el uso que los neoyorkinos hacen de sus parques. De todos. Se han convertido en espacios para el descanso, en una ciudad dura como es Nueva York.
Gente tumbada en la hierba, comiendo, sentada en los bancos. Gente que practica deporte, bien en solitario o en equipo, aquí todas las opciones son válidas y se utilizan.
Nos encontramos con grandes praderas que en su día fueron lugares emblemáticos de conciertos, como el que dieron Simon y Garfunkel hace ya unos cuantos años.
Hay una sucesión de lugares con sus nombres como Belvedere Castle, una fortaleza a la que subimos. Un hermoso oasis dentro del ajetreo de la Gran Manzana.
O espacios en los que encontramos la estatua de Alicia o la de Andersen, que se convierten en cuenta cuentos en algunos momentos del día.
Es un placer pasear por aquí a estas horas de la tarde y simplemente disfrutar de lo que te vas encontrando, desde una boda a un improvisado puesto de masajes...
E incluso una vez llegados a la fuente de Bethseda, pudimos contemplar a una Miss Ghana (USA) amabilísima que accede a fotografiarse, además, con todo el que se lo pide.
Esta fuente es uno de los lugares más concurridos, y el más típico para hacer (o hacerse) fotografías desde una pasarela a la que se accede por unas escaleras, lo que nosotros hacemos seguidamente para disfrutar del panorama de esta magnífica tarde de verano.
Aquí hacemos una pequeña salida a la calle setenta y dos para pasar por el edificio Dakota, de tan triste recuerdo.
Volvemos a entrar al parque que recibe los primeros colores y reflejos del atardecer.
Todavía pasamos por la zona denominada "The Mall" y por el paseo literario lleno de estatuas de grandes escritores y finalmente llegamos hasta el círculo de Colón, con estatua incluida, saliendo por la parte este del parque.
Impresionante Central Park. Un lugar que se merece más de una visita para recorrerlo al completo, cosa que nosotros hemos hecho y nos ha sabido a poco.
De ahí, por la calle Broadway vamos bajando hacia Times Square donde tenemos previsto finalizar el día.
Es nuestra última tarde, así es que hay que pensar en alguna compra. Entramos a Toysaru's, para lo más infantil y en alguna tienda más para las consabidas camisetas y sudaderas para mis hijas. No sé si es la mejor zona para esto, la verdad. Pero es la que nos venía bien y queríamos cerrar el círculo viniendo a finalizar la jornada en el mismo lugar en el que comenzamos nuestro viaje.
En el muy turístico y, a pesar de todo atractivo, Times Square.
Con sus personajes disfrazados y la marea de gente que viene y va.
Nos compramos algo para cenar y nos sentamos un buen rato en las escaleras rojas para contemplar el panorama.
Y después, simplemente paseamos, intentando absorber todo lo que nos rodea y que en unas horas se convertirá en un recuerdo.
Nos decimos que tal vez hubiéramos debido intentar ir a un musical. Nuestras jornadas han sido tan largas, que no lo hemos incluido.
Tampoco hemos subido al Empire.
Pero hemos disfrutado muchísimo de una ciudad que hacía tiempo deseábamos conocer y nuestra hijas ponen carita de pena cuando piensan que mañana a estas horas estaremos volando para España.
Se acabó nuestro pequeño sueño americano, quién sabe cuándo volveremos por aquí.