Ruta por el este. La ciudad antigua de Rodas.
25 de JUNIO 2011
Hoy vamos a ponernos en marcha para hacer una pequeña ruta por el este.
Nuestro coche es un Hyundai muy manejable; pequeño y cómodo. Aunque no tenemos parking en el hotel, iremos encontrando sitio libre en las inmediaciones. El sistema de líneas azules, amarillas y blancas (pago, prohibido y libre) es fácil y muy claro.
Yo tenía idea de ir haciendo pequeñas paradas por la zona este, en diferentes lugares, pero mis itinerarios suelen ser recortados drásticamente, lo que suelo tomarme con bastante deportividad. Las niñas se cansan o se aburren; nos armamos un lío con los caminos; obras en la carretera; el lento desciframiento del alfabeto griego; una señalización confusa... Esto se irá solucionando más adelante, pero hoy, como primer día así salieron las cosas.
Nos vamos saltando los lugares a los que yo quería llegar (KOSKINOU, AFANTOU, KOLYMBIA), hasta que hacemos la primera parada en un pequeño pueblo llamado ARCHANGELOS. Un lugar bastante anodino.
Encontramos a la gente en su ritmo diario. Una imagen que se repite es la de las abuelas (o no tanto) de luto riguroso a las que no les falta el pañuelo atado bajo la barbilla.
Aunque hoy hace un calor horroroso, y mis hijas llevan un morro hasta los pies, (lo típico “pero ¿qué hacemos aquí? ¡vaya rollo! ¿Cuándo iremos a la playa…?) paseamos por el pueblo por unos instantes hasta llegar a la iglesia, pintada de blanco, con sus típicos tejadillos. Nos cansaremos de ver estos templos ortodoxos que salpican toda la isla, pero hoy nos resulta una imagen singular.
La iglesia está cerrada.
Mi marido logra hacer una foto del interior desde una ventana entreabierta.
Por aquí apenas otros turistas despistados como nosotros.
Volvemos al coche y aún hacemos una pequeña parada en el cementerio, blanco, muy blanco, que hay a la entrada de Archangelos.
Seguimos ruta y, antes de que nos pongan la cabeza como un bombo, vamos a cumplir la máxima prometida con las niñas. “Todos los días iremos a la playa”. Al menos, elegiremos una chula,
Lo conseguimos. La playa de Tsambika es preciosa. Más que moderadamente turística, en comparación con otras, se trata de una cala mediana con arena dorada y agua limpísima. Es un gustazo y la disfrutamos todos.
Aunque nosotros no fuimos, cerca de aquí está el Monasterio de Tsambika, al que se recomienda subir por su amplia visión panorámica de la zona.
Cuando logramos despegarlas de la playa (el método es irnos y dejarlas literalmente solas, entonces vienen) regresamos dirección a Rodas, buscando en primer lugar un sitio para comer.
En esto no tuvimos ningún problema. Hay múltiples tabernas en las que degustar la saludable comida griega, accesibles a todos los bolsillos.
Antes de volver a Rodas, buscamos un punto llamado “EPTA PIGES” o la ruta de las siete fuentes. Está a unos 4 km. hacia el interior. Es una ruta senderista muy simple, al lado de unas fuentes que van a parar a un lago artificial que riega toda la llanura de Kolymbia.
Se llega a un lugar con un aparcamiento y un asadero entre pinares, cuya sombra, con el calor que está haciendo, resulta reconfortante.
Hay un pequeño estanque con patos al que nos asomamos, nada más llegar.
Haremos un breve recorrido hasta llegar al lago y a una pequeña y refrescante cascada, en la que estamos un rato, colocados en un lugar estratégico, en el que disfrutamos de una inesperada corriente de aire.
En una isla árida como esta, estos reductos vegetales son una bendición.
Tenemos una sorpresa final con un pavo que encontramos en el aparcamiento. Fue el primero de una larga lista de pavos que vimos a lo largo del viaje, aunque entonces no sabíamos de su abundancia en Rodas.
De vuelta a Rodas, paramos en una gran superficie para hacernos con alguna provisión. Debí tener una iluminación porque no compramos muchas cosas para cocinar, en realidad sólo unos huevos y aceite.
Digo esto porque al llegar al apartamento tenemos dos sorpresitas:
a/ Una enorme cucaracha boca arriba en el baño.
b/ No hay utensilios de cocina. Ni una triste cacerola, mucho menos una sartén. Nada. Nothing.
La cocina es hermosa ¿eh? Pues revisados todos sus armarios, aparte de la posibilidad de hacer eco, ¿dónde han metido las cosas?¿eh?
Así pues, bajamos a la recepción a pedir nuestra sartén. Respuesta. “You can’t cook” ¿Cómo que “you can’t can’t cook”, pero si ponía que apartamento para cuatro, con cocina? Pues nada, que we can’t cook.
A ver si mañana no se nos olvida regalarle los huevos y el aceite a la recepcionista.
Con unos bocatas a cuestas, nos vamos al casco antiguo de Rodas.
Nuestra idea es recorrer la ciudad antigua contemplando de cerca sus características torres y robustas murallas.
Tras iniciar un paseo por los fosos que rodean las murallas, nos dirigimos a la llamada “puerta de la libertad”. Cruzamos un pequeño puente, que nos da acceso a la ciudad antigua. Justo enfrente nos encontramos con los restos del templo de Afrodita del s. III a de C. y, algo más adelante edificios de la época de los Caballeros. Si bien muchos de estos se encuentran en uso, otros, sin embargo presentan un cierto estado de abandono.
Bonitas plazas que merecerían algo de restauración, como ésta en la que encontramos una fuente de origen paleocristiano.
El casco antiguo de Rodas se divide en tres zonas:
El “Kolakio” o Barrio de los Caballeros, el “Hora” o Barrio turco y el Barrio Judio.
Comenzando por los Caballeros, diremos que su presencia en Rodas fue grande y provechosa. Durante el tiempo que estuvieron aquí dejaron su imponente huella.
La calle de los Caballeros merece visita aparte. Se dice que es la calle medieval mejor conservada de Europa. 200 metros de largo y 6 de ancho, franqueada por edificios históricos, que nos conducen al Palacio de los Grandes Maestres.
En ella se encuentran las posadas o “lenguas”, casas en las que residían los Caballeros según su origen (Alemania, Aragón, Auvernia, Francia, Inglaterra, Italia y Provenza).
Nos vamos fijando en los detalles e intentando identificar las diferentes posadas. La de la lengua italiana; la de Francia (la más bonita y mejor conservada); el llamado edificio Villaragut; la Capilla de la Lengua de Francia, con estatua de la Virgen y el niño; el Hostal de Provenza y, el de España.
Aquí cumplo con mi tradición de llevarme un cartel de cada lugar que visito. Me llevo uno que está colgado con celo en la puerta de la posada de España. (Bueno, es un pecadillo venial, creo yo)
El palacio ya está cerrado (visita pendiente) así es que seguimos perdiéndonos por las calles de esta ciudad medieval, hasta llegar al Barrio Turco o Hora, el legado otomano en la ciudad. En la época turca muchas iglesias se convirtieron en mezquitas.
La más importante y vistosa es la mezquita de Soleimán, con su cúpula rosada.
Esta zona es una de las partes que más nos gusta: estrechas callejuelas serpenteantes y numerosas arcadas, que sobrevuelan nuestras cabezas; rincones exóticos y coloristas…
Es inevitable que terminemos perdiéndonos y es que es complicado seguir un itinerario en este intrincado laberinto, en el que no logramos distinguir ni el nombre de las calles, por cierto muy sugerentes (Sócrates, Orfeo…).
No importa, hoy descubrimos matices. Damos la personalidad que merece a cada uno de los lugares que ayer se perdían en el gran bazar.
Descubrimos sus rincones más ocultos:
Lugares en los que nos gustaría hacer una buena pausa y conversar.
Así es que hoy, nos dirigimos nuevamente hacia la plaza Hipócrates donde cenamos ayer, a hacer lo mismo, cenar de bocata en unas escaleras situadas estratégicamente, en las que al niño del acordeón (el mismo de ayer) se une un perrillo hambriento que va de turista en turista a ver si cae algo y que ameniza nuestra velada, que hoy termina así.
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