2 de abril de 2012
Comenzamos nuestra jornada más bien tarde. Fránces ya se ha marchado y nos ha dejado la mesa puesta para el desayuno. Tardamos bastante, ya que tenemos que hacerlo todo nosotros y entre una cosa y otra, serán las diez cuando salgamos de casa.
Tampoco estamos muy afortunados en dar con el camino a la primera. Hubiéramos querido ir por alguna carretera secundaria, como nos aconsejó Fránces, para ver mejor los paisajes (la bucólica campiña francesa), pero terminamos en una carretera sin salida, perdidos entre los campos. Finalmente tenemos que optar por ir por la carretera normal y dejarnos de literaturas.
Cuando llegamos a San Bertrand de Cominges, a mí me decepciona un poco, la verdad. Está catalogado como uno de los pueblos más bellos de Francia y, si bien, tiene su encanto, pueblo, lo que se dice pueblo, es más bien pequeñito y, sobre todo, muy turístico.
Nosotros, de entrada, lo primero que hacemos es ir a tomar el café que no hemos podido tomar en casa, básicamente porque no teníamos muy claro el funcionamiento de la cafetera que nos había dejado nuestra casera. Entramos en un lugar “recomendado por la guía Trotamundos” “Chez Simone”, bastante acogedor, y tenemos la sorpresa de ser atendidos por una asturiana.
Vemos la posibilidad de venir a comer más tarde aquí, pues hay un menú a 17 euros y parece que está bien, teniendo en cuenta que “la France es la France”. Reservamos, aunque nos advierten que como más tarde deberemos llegar a las 13,30, último turno para comer.
San Bertrand está encaramado en una colina. Al sur los restos de la antigua ciudad romana. Al norte, coronando la villa, la catedral de Santa María.
Cuando llegas te encuentras un tramo, no demasiado grande, de edificaciones de estilo renacentista (dicen mis apuntes) muy bien cuidadas y preparadas, para que los visitantes acudan a los puestos de venta, que hay unos cuantos. De allí a ver la iglesia y se acabó la visita, supongo que completable con ir a ver los restos galo - romanos de la zona, en lo que las niñas no parecen estar demasiado interesadas...
Echamos un primer vistazo al pueblo, que aún estando demasiado preparado para el turismo, tiene sus rincones con encanto.
Nos paramos en algunos de los chiringuitos y, entre otras cosas, nuestra amiga compra un queso de la zona (previamente nos lo han dado a probar). Más tarde, nos dirigimos a la iglesia. Justito acaba de finalizar la última visita (no cambiamos el chip de los horarios, no hay manera) y vuelven a abrir a las dos de la tarde.
No obstante, como la iglesia del complejo catedralicio, está abierta, entramos a verla.
Es bonita, sobria en su interior, en el que destaca el soberbio coro de madera tallada, que en estos momentos está cerrado.
Sí vemos la tumba de San Bertrand, sus reliquias y una especie de retablo muy curioso que parece narrar historias de su vida.
Curioseamos igualmente por las capillas laterales al coro, hasta que literalmente nos echan.
Nos paramos también el centro cultural de los olivetanos, instalado en un antiguo convento del siglo XIX, en la que hay información turística, alguna exposición y venta de libros.
Pues a ver el pueblo. Y ahora viene lo de ¿qué pueblo?, casi todo lo que hay que ver se reduce a los puestos (que ya hemos visto) y cuatro calles más.
Salimos a la parte de fuera, es decir al exterior de las murallas talladas en la roca, que rodean San Bertrand.
Un bonito paseo, verde y bucólico, como todo aquí.
Casi no hay gente por esta zona y la temperatura es espléndida, lo que nos facilita la visita, así como la toma de fotografías de aquí y allá, en este San Bertrand de Cominges, tan de cuento. Realmente nos vamos encontrando rincones que parecen casi decorados teatrales, preparados para que comience la función.
Quizás esta fue la parte más grata de nuestra visita a San Bertrand de Cominges y la más inesperada.
Los detalles, una vez más, captan la atención de nuestro fotógrafo oficial.
Decidimos que vamos a ir a comer antes de la una y media y nos presentamos en “Chez Simone” antes de hora.
La comida normalita. Una sopa estilo tapioca (escasa) que no sabe a nada, de segundo era pintada o carne de ciervo con salsa.
Nos ponen también una ensalada y algo de paté con el menú. De postre: queso, tarta de manzana o fruta. Elegimos queso, que es muy francés. A las niñas les hacen un menú adaptado. ¿Recomendable? Bueno, no está mal.
Tras la comida, toca la visita a la iglesia catedral de Santa María. Cuatro euros los adultos, las niñas gratis.
Nos dan una audio guía en español que utilizamos a medias, pues las explicaciones son tan excesivas, que no podemos detenernos en todos los puntos. El origen de la catedral se remonta al inicio de la Edad Media . Después fue enriquecida hasta el siglo XVI, con otros elementos arquitectónicos y decorativos.
Tras admirar el exterior, fue el claustro lo que nos gustó especialmente.
Nos paramos a observar alguno de sus curiosos capiteles.
Si bien la catedral románico-gótica de Santa María, es conocida principalmente por su claustro, en ella encontramos muchos otros detalles, que hacen que nuestra visita se demore.
En el interior de la iglesia, la prolija descripción de la sala del tesoro, hace que apague la audioguía (al menos yo) y directamente me fui al coro de los canónigos que por la mañana estaba cerrado, para verlo en toda su magnitud.
Una joya del Renacimiento, cuenta con su "lectorium", "clausura" y sesenta y seis sillas del coro, talladas en madera.
Descubro que todos hemos abandonado la audio guía hace rato y como estamos más bien cansados, nos vamos poniendo en marcha.
Me gusta llevarme carteles de los sitios en los que estoy. Dada la vinculación de San Bertrand de Cominges con el Camino de Santiago y que veo varios carteles de actividades por la calle, intento, sin ningún éxito, que me den alguno en la oficina de Turismo. Nada, ni agua.
Una última y muy bucólica imagen de San Bertrand de Cominges.
Todavía haremos una parada en la basílica románica de Sant Just de Valcabrère, que está en una población (yo diría que independiente de San Bertrand) que queda al sur de S. Bertrand de Cominges.
Aunque la encontramos cerrada, la verdad es que es muy curiosa exteriormente.
Hay muy pocos visitantes en este solitario lugar que, sin embargo nos resulta muy interesante. Examinamos de cerca algunos de sus elementos, como las figuras adosadas a las columnas de la portada, que conservan restos de policromía.
La basílica, por otra parte, se encuentra rodeada por un cementerio...
y tiene la peculiaridad de presentar piezas arquitectónicas y escultóricas del sitio romano de “Lugdunum-Convenae”, lo que explica la aparición de algún elemento extraño que hemos observado y que no terminaba de encajar con lo que es una basílica, propiamente.
Ya por la tarde, prevalece la opción de ir a dar un paseo por Toulouse y ver el ambiente nocturno.
Para ello, tenemos que coger la autopista, y una hora más tarde ya hemos llegado.
Aparcamos donde pudimos, No sé donde, realmente, pero parecía más bien una zona de inmigrantes. Recuerdo haber estado en una plaza llamada “San Cyprian” muy multicolor en cuanto a población. Nos cuesta juntarnos con nuestros amigos que han aparcado en la otra punta de Toulouse. Finalmente somos nosotros los que cruzamos el “Pont Neuf” hasta llegar a la zona bonita de Toulouse, que veremos mejor mañana.
Esta noche, toma de contacto. Bonitas calles y plazas. Ambiente juvenil, y universitario. Muchos bares y comercios por las calles. Edificios destacables y bien conservados que nos llaman la atención.
Nos acercamos hasta la catedral, dicen que la catedral románica más grande de Europa. Está preciosa su torre, iluminada.
No vemos mucho más, mañana será la visita buena.
Hacemos una cena rápida en plan bocatas y vuelta a casa. Hemos llegado muy tarde y con ganas de meternos en la cama, yo todavía saco algo de fuerzas para escribir estos apuntes.
Espero que sepáis valorar el esfuerzo y que no faltéis a la siguiente cita, que será aquí, en Tolouse.
Pues así desde el sofá y viendo las fotos, me parece un bonito pueblo, claro que otra cosa es estar allí y ver qué ambiente se respira, si se ha convertido en un pueblo para el turismo, adiós encanto. Preciosa la Catedral de Santa María, su claustro y el coro y la basílica romånica también me encanta, los cementerios me gustan, una tiene estos gustos raritos, jeje. Estaré pendiente de como sigue el viaje para ver Toulousse de día. Un abrazo!
ResponderEliminarEsos cementerios que rodean las iglesias, tienen un halo romántico irresistible... siempre pongo foto; y, sí, San Bertrand me decepcionó un poco, tal vez porque prefiero lugares más solitarios y auténticos. Ya verás, en la siguiente entrada, aparte de Toulouse, descubrimos un lugar precioso y que no es nada conocido...
EliminarMe lanzo a hablar y no te digo que mil gracias por tu cariñosa visita y, sobre todo, por hacérnoslo saber. Un abrazo para tí.
Hola chicos,
ResponderEliminarla verdad es que el Sur de Francia es precioso y tienen los pueblos muy bien restaurados, pero como vayas en temporada alta... es una pena la de gente que hay.
Toulousse me encantó, a ver que os pareció a vosotros de día...
Un saludo,
¡Hola Cool! Pues Toulouse nos encantó y además llegamos en un día especialmente divertido pues había una celebración de carnaval; lo pasamos muy bien y disfrutamos del ambiente de una ciudad llena de estudiantes, bares... una gozada. Un besote y muchas gracias por pasarte por aquí.
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