29 de marzo de 2015
Hoy visitamos Peñíscola. Hemos llegado un poco más tarde de lo previsto, por un mal cálculo de tiempo, ya que el camino, aún no siendo largo, incluye el Puerto de Querol y además, aún llevando GPS nos hemos perdido, vaya comienzo.
La opinión general es que Peñíscola podría ser mucho más bonito de lo que es, pero el negocio turístico de la costa mediterránea (y no sólo ahí...) ha hecho estragos. La parte sur, donde se encuentra el paseo marítimo, está plagado de hoteles, apartamentos y chiringuitos, así es que lo mismo nos daría estar en cualquier otro sitio de parecidas características.
Aún así, a los que somos de tierra adentro, siempre nos entra como un cosquilleo en el estómago cuando nos encontramos con el mar, que nos atrae con su sola presencia.
Felices del encuentro marítimo, sí, pero nos vamos al casco antiguo de Peñíscola, majestuosamente coronado por el Castillo del Papa Luna.
La cosa, aún siendo igualmente turística, cambia bastante. Los recintos amurallados dan una entidad especial a las ciudades que rodean.
Murallas blancas por cuyo interior vas ascendiendo por callejuelas con encanto, llenas de comercios y restaurantes igualmente, pero integrados con el entorno.
Tras callejear un poco, visitamos el Castillo de Benedicto XIII, Papa Luna. Entrada: 3,50 euros. De Benedicto XIII conocemos el otro castillo, el de Illueca, en tierras aragonesas, más cercano a Zaragoza, nuestra ciudad.
El Castillo de Peñíscola fue primero construcción templaria y, posteriormente, residencia Palacio del Papa Luna, que murió en Peñíscola, aunque más tarde su cuerpo fue trasladado a Illueca.
El Castillo de Peñíscola fue primero construcción templaria y, posteriormente, residencia Palacio del Papa Luna, que murió en Peñíscola, aunque más tarde su cuerpo fue trasladado a Illueca.
Las vistas desde el castillo son espectaculares, vale la pena subir, por ello y por el óptimo grado de conservación y reconstrucción del castillo.
Hay una sala de armas, una iglesia y poco más. También había una exposición de los templarios, pera había que pagar una nueva entrada y no estuvimos por la labor.
Así es que nos despedimos del muy carismático personaje del que toma su nombre el castillo, nuestro Papa Luna, y nos queda la deuda pendiente de hacer una nueva visita a Illueca, en cualquier fin de semana, para visitar el castillo ubicado en tierras aragonesas y dedicarle una entrada también, al castillo y a la localidad, faltaría más.
Hay una sala de armas, una iglesia y poco más. También había una exposición de los templarios, pera había que pagar una nueva entrada y no estuvimos por la labor.
Así es que nos despedimos del muy carismático personaje del que toma su nombre el castillo, nuestro Papa Luna, y nos queda la deuda pendiente de hacer una nueva visita a Illueca, en cualquier fin de semana, para visitar el castillo ubicado en tierras aragonesas y dedicarle una entrada también, al castillo y a la localidad, faltaría más.
Visitado el castillo, ya es la hora de comer, lo que hacemos estupendamente en plan menú playero, pero con un arroz caldoso memorable y hecho en el acto, que merece mención especial en este relato viajero.
Por la tarde toca paseito por la playa, de lo más agradable.
Nos apetece hacer algo más de ruta y así como por azar, elegimos como destino San Mateu, ya que es uno de los pueblos que nos coge de camino dirección Morella. San Mateu es además la capital histórica de la comarca del Maestrazgo, y por su importancia histórico artística, su casco urbano ha sido declarado bien de interés cultural.
A nosotros nos parece un lugar sorprendente, con monumental iglesia templaria. Tuvo que ser un pueblo rico, por su iglesia y casas bellamente restauradas.
En San Mateu se respira tranquilidad.
Puestos a investigar, nos topamos con el nombre de Guillaume Bélibaste, cátaro, que se estableció en Morella en 1314 y que pasó de allí a San Mateu, donde había una comunidad cátara. No terminó bien la cosa ya que en 1422 murió en la hoguera. Bélibaste es considerado el último cátaro. Una interesante historia que ha dado pie hasta alguna novela histórica sobre el personaje.
Nos quedamos con las ganas de visitar muchos más pueblos y lugares cercanos a Morella que, seguramente, nos gustarían tanto como San Mateu que, sin duda, ha sido la gran sorpresa de este viaje.