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Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

martes, 18 de diciembre de 2012

Un día en Florencia

Volamos a Bérgamo el día 5 de diciembre con nuestras hijas y unos amigos, con la suya. Una vez allí, fuimos a recoger una furgoneta (nosotros, a lo grande) que nos serviría para desplazarnos por la zona. 
Desde Bérgamo nuestro primer destino era la pequeña ciudad de Parma, donde dormiríamos las tres noches de nuestra estancia. Desde allí, a la mañana siguiente ya estábamos en Florencia, ciudad que teníamos muchas ganas de conocer, aunque algunos de nosotros (como yo) ya habíamos estado allí, pero hace tanto tiempo, que no sé si tomarlo como precedente válido. 

Conociendo la imposibilidad de aparcar dentro del casco urbano de Florencia, optamos por desprendernos de nuestra furgoneta a la entrada, en el Parking de "Salsovino", a un euro la hora, que no está nada mal. En el "Piazzale Michelangelo" el parking es gratuito, pero no quisimos arriesgarnos a encontrarlo demasiado lleno.
De ahí un tranvía nos llevó a la zona de la estación y pronto nos encontramos frente a uno de los primeros monumentos a contemplar en Florencia: La Basílica de Santa María Novella, iniciada a finales del s. XIII, con su impresionante fachada de mármol.



Bellísima, aunque con todo lo que nos esperaba después, esa primera sensación quedaría algo empequeñecida. Ahí estábamos, sacando nuestras primeras fotos del día.

Desde las más convencionales:



a las más inesperadas:



Aunque tenemos un pequeño itinerario trazado, en Florencia vamos a encontrarnos multitud de rincones, en nuestro camino, nos dejarán admirados y pondrán nuestros sentidos en alerta. 

Queremos dejar que Florencia nos cautive...

Nos acercamos a Vía della Scala 16, a curiosear, que no a comprar, en la farmacia "Profumo", una de las farmacias más antiguas del mundo, pues data del siglo XII, cuando los frailes dominicos empezaron a experimentar con hierbas medicinales, creando una especie de rudimentaria botica que, más adelante, en el siglo XVII, se convertiría en una farmacia.



No sé qué me esperaba, pero no lo que encontramos, la verdad. Aunque en parte, es una farmacia llena de recuerdos de viejas épocas, pues hay hasta un pequeño museo con el instrumental y tratados antiguos...



...hoy por hoy, se trata de una farmacia exclusiva, con amplias salas en las que puede encontrarse cualquier producto de belleza, tratamientos, perfumes, etc.





 Nuestro amigo aseguró que vio como un dependiente le hacía una reverencia, literalmente, a una cliente habitual que entraba, decidida, a hacer sus compras.
A nosotros no nos hicieron reverencia (no entendemos el por qué) pero nos dejaron visitar tranquilamente los aposentos farmacéuticos y marcharnos con unos cuantos folletos gratuitos de recuerdo.

Dejamos esta zona para ir hasta la de la catedral, lo que cualquier guía llama: Piazza del Duomo y alrededores.



La primera gran sorpresa del día fue que no encontramos las hordas de turistas que nos esperábamos en una ciudad como Florencia. 

La segunda, que hizo su aparición un tímido sol, que hizo mucho más agradable la jornada. Así es que pudimos pasearnos por esta increíble plaza que recoge el conjunto de "Duomo, Campanile y Baptisterio" y sacar fotografías muy tranquilos, disfrutando del entorno, pues Florencia, es lo que tiene, que te deja con la boca abierta, ahora sí y ahora también.

El Duomo o Cattedrale di Santa María de Fiori es, sin duda, uno de los símbolos de la ciudad, con su cúpula de tejas rojas. 

Empezada a construir en 1296, la que es  la cuarta catedral más grande del mundo, tardó más de 150 años en completarse. Valió la pena. 

El vecino Campanile de 82 metros de alto, fue diseñado por Giotto en 1334 y Ghiberti y Brunelleschi, del que hablaremos más tarde, parece que compitieron por cúpulas y puertas del Baptisterio, románico del siglo XI y con estructura octogonal. 

Nos acercamos a la famosa "Porta del Paradiso " de Ghiberti, de bronce dorado. Completada por su autor en 27 años, siempre está llena de gente observando sus paneles y descifrando cada una de las escenas bíblicas representadas.

Decidimos que, aunque no entremos a la catedral, podemos subir a admirar la cúpula de Brunelleschi. Una proeza de la ingeniería, pues no se usó ningún soporte para su construcción. Sí, son 463 escalones, pero el reto merecerá la pena. Nos ponemos en marcha (tras 8 euros de pago, a excepción de nuestra hija de 10 años que entre gratis, menos mal).

La experiencia, efectivamente, es inolvidable, primero, por ver de cerca los frescos que están pintados en la cúpula y que representan el infierno y el cielo (y a algunas otras autoridades situadas por encima de cielos e infiernos que, en broma, decidimos que simbolizan la clase política)



También para mirar hacia abajo y ver, si la sensación de vértigo no lo impide, una panorámica de la catedral (ya que no hemos entrado) desde las alturas...



y, una vez arriba, en el exterior (se llega exhausto, ciertamente) nos espera el premio: las fabulosas vistas de la ciudad de Florencia.




Estuvimos el tiempo necesario para hacer fotos, descansar, airearnos y hasta para hacer alguna virguería fotográfica, jugando con el intenso azul del cielo florentino y algunos otros elementos que estaban por allí.... 

Nos vamos de esta hermosa zona, paseando por callejuelas, con mucha más autenticidad de la que yo suponía, pues tenía la idea de que Florencia era una ciudad muy, muy turística y aunque, efectivamente, lo es, no ha perdido su sabor y, alejándote de los monumentos propiamente dichos, encuentras un ambiente de barrio, con sus tiendas y su vida de ciudad normal, y en la que todo el mundo no lo pasa igual de bien. 

Aprovechamos 
para comer unos bocadillos que teníamos preparados, pues no queremos parar a comer y perder las escasas horas de sol que quedan. 

Así, al paso, nos encontraremos con la "Casa Museo di Dante", sobre los cimientos de la casa de Dante.



También una silueta típica, si paseamos por el sector más al este del casco histórico florentino, la que componen, frente a frente, la Badia Fiorentina, fundada en el 978 y una de las iglesias más antiguas de la ciudad y el Barcello, construido en 1255 para el Ayuntamiento, y la sede más antigua de gobierno que queda en Florencia. Actualmente, uno de los primeros museos nacionales en Italia.


También veremos que en la bella Florencia, como en el resto de Italia, la moto es un elemento omnipresente...
Y continuaremos paseándonos por calles y rincones anónimos que nos recordaran que estamos en una ciudad llena de vida, en la que vale la pena cerrar, de vez en cuando, la guía y simplemente dejarnos llevar.



Nos detenemos finalmente en una calle que se llama "Vía Torta" buscando una gelatería famosa: "Vivole", que está en otra callecita pegada a la anterior y es minúscula. Dicen que las familias florentinas vienen aquí a tomar sus helados en verano. Nosotros, en Diciembre, sustituiremos el helado por un chocolate caliente, elaborado con tanto mimo como suponemos fabrican sus afamados "Gelati".



Vía Torta desemboca en la Piazza de Santa Crocce, llena de tenderetes navideños en los que intentamos no parar demasiado, a pesar de los tirones de nuestras hijas y, nos dirigimos directamente a la Basílica di Santa Croce (lugar en el que Stendhal sufrió su famoso desmayo ante tanta belleza) que era la segunda y última visita que teníamos previsto hacer, en cuanto a entrar en el interior. 



Así lo hacemos y, no nos sale muy caro, ya que hay una modalidad de "entrada familiar" que nos permite entrar a los cuatro por doce euros. 
La "Santa Crocce", cuyo nombre procede de una astilla de la cruz sagrada que los franciscanos donaron al Rey Luis de Francia en 1258, alberga en su interior las tumbas de Miguel Ángel, Galileo y Maquiavelo, por citar a los que más nos llamaron la atención.



Como están situadas en los laterales, las vamos visitando sin demasiados problemas y deteniéndonos en cada una de ellas. 


Curiosa la escultura que representa a Galileo con su telescopio y su bola del mundo. Durante mucho tiempo no pudo ser enterrado en el interior de una iglesia dada la envergadura de sus herejías (¡qué cosas!)

Emotivo el momento en que nos hallamos frente a la tumba de Miguel Ángel, muy hermosa, con sus esculturas de Vasari. Emotiva porque estar frente al último recuerdo de uno de los más grandes genios del mundo, no es algo que se haga cada día.

Tal vez no tenga mucho sentido, pero lo viví como un homenaje personal ante el escultor que me ha reservado tantos momentos felices en mi vida.

También esta iglesia tiene un crucifijo gótico de Cimabue (en restauración) e interesantes pinturas entre las que destaco una del sorprendente y místico Giotto. 

Recorremos las diferentes capillas de la iglesia, visitamos su claustro (nada de particular) y nos vamos, con las primeras luces del atardecer, a nuestro siguiente destino.

Será la Piazza della Segnoria, centro de la vida política de la ciudad y rodeada de algunos de sus edificios más famosos. Para llegar hasta ella, retrocedemos por las calles por las que hemos venido, hasta que oímos el ruido de unos tambores y nos vamos detrás. Siempre nos pasa en los viajes, que nos encontramos algo inesperado. 



Esta vez, un grupo de músicos con los típicos trajes florentinos y otros portando unas banderas, están haciendo una especie de recibimiento (como un baile, moviendo las banderas al son de los tambores) a un grupo de deportistas de la ciudad (en realidad esto es una suposición nuestra). 



Allí nos quedamos, al lado del equipo, observando la actuación y, de paso, dejándonos embriagar por la belleza de esta plaza y sus conjuntos escultóricos.



Esta plaza, ha vivido momentos históricos importantes, como cuando en ella, el predicador Savonarola, prendió fuego a libros, pinturas, instrumentos musicales, etc, en su famosa "hoguera de las vanidades", en 1497. Un año más tarde el monje dominico fue quemado por hereje en el mismo lugar, así lo dice una placa colocada delante de la monumental Fuente de Neptuno, a la que nos acercamos, finalizado el espectáculo (tan oportuno).



A la entrada del Palazzo Vecchio, el "David", es decir, su réplica, pues el auténtico David de Miguel Ángel, que otrora, estuvo ubicado aquí, hoy está en la Academia, a la que, evidentemente, con tan solo un día en Florencia, no vamos a ir. 

Las esculturas de la Loggia della Signoria, construida a finales del siglo XIV, como plataforma de ceremonias públicas, completan un impresionante conjunto, tanto, que no te moverías de allí.


  
Nosotros sí lo hacemos, contemplando otro de los emblemáticos edificios que rodean la plaza: la Galeria degli Uffizi, que acoge la colección privada de la Familia Medicis, legada a Florencia en 1743, por el último miembro de la familia y que tampoco (por la misma razón que la Academia) visitaremos hoy.

Ya bordeando el río Arno, nos acercamos a otra de las atracciones florentinas: el Ponte Vecchio. 

Momento álgido de la tarde, en el que nos empezamos a acordar de Stendhal, tantas son las maravillas que hemos visto en no demasiadas horas. 


En nuestro caso en lugar de tener síntomas de desmayo, tenemos una especie de euforia, que nos hace exclamar: ¡qué bonita es Florencia! mientras nos disponemos a pasar por la calle de los joyeros, toda iluminada ya y con un aire navideño.



Este puente del siglo XIV ha acogido a los mercaderes de joyas, desde los tiempo en que Fernando I de Médicis les ordenó instalarse en él en sustitución de los carniceros de la ciudad.
Otro dato curioso es que Hitler, en los bombardeos sufridos por la ciudad, ordenó directamente no destruir este puente, aunque otros opinan que, el comandante alemán desobedeció la orden del Führer, tras arrasar los barrios medievales a ambos lados del mismo.

Una vez en el otro lado, en el "Oltrarno", que literalmente significa más allá del Arno y que comprende toda la zona de Florencia, al sur del río, nos damos una vuelta por allí. 




Nos dejamos llevar también, por el encanto de las callejuelas que rodean la zona del Santo Espíritu (sin visitar la Basílica, pues es muy tarde) con múltiples tiendas con encanto, que salpican aquí y allá el panorama. 








Debe de ser interesante, explorar este "Oltrarno" que tiene toda la pinta de haberse convertido en una zona más "alternativa" o creativa y no demasiado frecuentada por el turismo.

Nos asombramos de la cantidad de palacios imponentes que pueblan las calles. El más conocido, es el Palazzo Pitti, iniciado en 1458 por la familia rival de los Medicis, pero no es el único. Aquí tenemos, por ejemplo la impresionante fachada del Palazzo di Bianca Capello, noble veneciana, segunda esposa del Gran Duque Francisco I de Medicis.



No vimos a mucha gente por aquí, aunque es verdad que, conforme se va haciendo de noche, hace más frío. Nos pareció una zona muy interesante y llena de detalles.

Todavía nos queda un poquito del itinerario que teníamos preparado. Nada complicado. La primera parada la hacemos en el Puente de Santa Trinitá, desde el que podemos fotografiar en todo su esplendor el Ponte Vecchio.



De allí, una vez cruzado el puente, y de nuevo en el casco histórico florentino,  nos dirigimos al "Mercato Nuovo", con todos sus tenderetes todavía puestos. 



Hay muchos niños tocando el morro del "Porcellino" (para asegurarse el regreso a  Florencia). 
Nosotros, tras cumplir con el pequeño cochinillo,  paseamos un poco por el mercado, que no tiene nada de particular, y nos llevamos una versión en peluche del "Porcellino" que elige nuestra hija pequeña como recuerdo del viaje.

Seguimos subiendo hacia la zona norte de la ciudad, hasta llegar a Piazza della República,  corazón de la Florencia romana y medieval. En el centro, la columna de la abundancia.


 Al contrario que en el "Oltrarno" por aquí hay mucho ambiente, bares y cafeterías lujosos y grandes almacenes iluminados. 



Se ve una zona muy elegante, en general y, la cercana calle "Tuornabuoni" así nos lo confirma con un despliegue de marcas de lujo y escaparates de precios imposibles, que nos hacen reír un poco.

Vamos llegando al final de nuestra jornada. El itinerario ha sido apretado y nos planteamos hacer una buena parada para cenar y descansar un rato, haciendo balance del día. 

Como en el lugar en el que estamos, suponemos que no vamos a encontrar restaurantes demasiado económicos, nos vamos a la cercana zona de San Lorenzo que, de esta manera, también veremos, aunque con luces nocturnas. 

Pasaremos por la Piazza del Duomo iluminada.


  






En ella  podremos contemplar además, un bonito nacimiento, como no podía ser menos en estas fechas, tan cercanas a la Navidad.

En cinco minutos (todo cercano en Florencia) nos plantamos en el mercado de San Lorenzo, con los puestos de tenderetes también en pie. 



Esta parte casi no la hemos visto, como tampoco la que conduce hasta la Academia. Será un paso testimonial, buscando restaurante para la cena y viendo, de paso, lo que podemos, que no es mucho.

De la cena, en una pizzeria sin nada de especial, vuelta a casa, pues aún teníamos bastante trayecto desde Florencia a Parma, donde pasamos la noche.

Creo que, después de todo y sin grandes pretensiones, ha sido un día muy aprovechado en esta hermosa Florencia que nos ha permitido disfrutar, durante unas horas, de todo su esplendor.



Y que, sobre todo,  nos ha dejado las ganas de volver...



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