BIENVENIDO

Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

domingo, 11 de mayo de 2014

El Valle de Baztán. Parque natural de Bértiz. Amaiur. Arizkun. Cascada de Xorroxin

VALLE DE BAZTÁN


Dice mi vieja guía de los Pirineos de "Trotamundos" que tal vez la comarca de Baztán sea la más cantada de Navarra y eso que, es Comunidad a la que no le faltan paisajes de gran belleza. Desde luego sí que es el territorio navarro más plenamente vasco a todos los efectos. Aquí vamos a oír hablar euskera como en ninguna otra zona de Navarra.

También dice mi guía que aquí, en Baztán, vienen a morir los Pirineos y que sus elevaciones se suavizan ante el peso de la edad geológica.


Son quince localidades las que se dispersan por el valle: Oronoz-Mugaire, Arraioz, Irurita, Almandoz, Berroeta, Aniz, Ziga, Lekaroz, Gartzain, Elbetea, Arizkun, Azpilikueta, Erratzu, Amaiur- Maya y Elizondo. No tendremos ocasión de conocerlas todas, pero haremos por pasar por muchas de ellas en nuestra estancia, pues no les faltan atractivos.

El Baztán limita al norte con Francia y tiene una población de unos 8000 habitantes. Su nombre viene del río Bidasoa, pues el Valle se forma por la cuenca alta de este río, que aquí viene a llamarse Baztán. Enclavado en el Pirineo Atlántico y a 58 km. de Pamplona. 

Se caracteriza por ser tierra de hidalgos y de indianos, que dejaron su huella en abundantes palacios y caseríos de piedra que tendremos ocasión de contemplar, junto con muchas y sorprendentes cosas, porque lo que es a este valle, posibilidades, no le faltan.

13 de abril de 2014

Nuestro punto de destino es Elizondo, la capital del valle. Allí es donde hemos alquilado un coqueto apartamento, que se llama Fuentehermosa. 


Responde a todas nuestras expectativas, pues realmente lo que queremos es desconectar por unos días de nuestra rutina escolar y laboral. Una hermosa casita a dos kilómetros de la villa nos espera. Al lado de un riachuelo, y rodeada de vegetación. Hasta tenemos una pradera con caballos que nuestra hija pequeña rapidamente bautiza con nombres de su elección.

Nuestro anfitrión nos conduce hasta el piso de arriba y nos enseña nuestras habitaciones. Un salón cocina muy amplio con una gran tele que hace las delicias de las menores, un dormitorio familiar y el baño. No se oye absolutamente nada. Paz monacal. Como siempre decimos cuando las cosas salen a nuestro gusto: "Hemos elegido bien".                                                                                                                                   
Hemos llegado a mediodía, y lo primero que hacemos es ir a comer a uno de los restaurantes de Elizondo. Lo hacemos estupendamente al módico precio de 11 euros el menú. Se come muy bien por aquí y la gente es muy amable, pero eso ya lo sabíamos de nuestro anterior viaje por la zona; se esfuerzan en complacerte.

Como queremos aprovechar la tarde y, según hemos podido ver por los horarios, mañana estará cerrado, nos dirigimos hacia el Parque Natural de Bértiz, al sur del Valle. Hacemos la entrada libre, pues hay un acceso a los jardines que es de pago, al que no accedemos y es que, hoy, lo que nos apetece simplemente es caminar. 

Así lo hacemos, deleitándonos en este exuberante hayedo que parece un bosque encantado y que nos recuerda al espacio natural que recorrimos en la Sierra de Urbasa, en otra semana santa en que también elegimos Navarra, una comunidad que nos tiene enamorados y a la que venimos con frecuencia.


El Parque cuenta con un centro de interpretación de la naturaleza, que encontramos cerrado, y atraviesa el camino del Monte Aizlolegi (830 m).

Aunque las hayas son predominantes, hay muchas más especies como robles y sauces y, lo que nos llama mucho la atención, bambú, que según nos explicarán más tarde, será cosa de los indianos, que por aquí los hubo y muchos, el que se encuentre por estas tierras.


 


 Un  hermoso bosque en el que la primavera se va anunciando tímidamente. 



Mientras nuestra hija mayor conversa con su amiga, la pequeña se inventa un juego de pistas, sintiéndose protagonista de una importante misión (tiene una exuberante imaginación) y nosotros nos damos una caminata de dos horas y media (más de lo previsto) muy solitaria y llena de sonidos de las aves  circundantes que, a pesar del cansancio, nos renueva en cuerpo y alma.



Un bosque en el que perderse y al que volver con la imaginación todas las veces que queramos, sin ninguna prisa por regresar.



Pero finalmente volvemos a casa, muy satisfechos, aunque cansados, donde haremos una cena casera, nos reunimos con José Mari, nuestro anfitrión, que muy simpático y campechano y que nos habla de todas las posibilidades de la zona con recomendaciones personalizadas que, por supuesto, seguiremos en la medida de lo posible.

14 de abril de 2014

Nuestro segundo día en el valle nos lo tomamos en plan relajado. Desayuno en casa que incluye una estupenda mermelada de manzana casera, regalo de nuestros anfitriones y listos para el recorrido de hoy.

Nos vamos hacia la parte noreste del valle. Desde Elizondo, cuya visita dejamos para el último día, nos vamos hasta Amaiur - Maya, localidad situada al abrigo del Puerto de Otsondo y del macizo de Gorramendi. Fue el último en formar parte del Valle, lo que le da alguna característica propia.

Lo primero que nos llama la atención es su peculiar portillo de entrada en arco de medio punto, que da la bienvenida a los visitantes. 



Bajo el arco, un lugareño conversa con nosotros y nos indica el camino hacia el monolito y el castillo, que no pensábamos perdernos.


El pueblo casi se compone de una sola calle, que recorremos fijándonos en su caserío, de gran riqueza arquitectónica.



En todos los pueblos del valle encontramos unas impresionantes casonas, Amaiur no iba a ser menos. El Palacio Borda, que obtuvo la categoría de Cabo de Armería en 1728, es un buen ejemplo.

Una curiosidad en Amaiur es que su emblema no es el típico ajedrez que encontraremos tallado en numerosas viviendas, sino una campana, que dicen recuerda a aquella otra que servía de aviso a los residentes en el castillo, de los acontecimientos populares.

Lo más típico de Amaiur es el monolito que evoca el último intento de la dinastía navarra por recuperar su territorio. Hay que alejarse del pueblo propiamente, por un caminito que no tiene pérdida. 






Una vez arriba, además del monumento, tenemos unas espléndidas vistas del Valle, así es que vale la pena la ascensión al monumento. Tenemos además un soleado día, que invita a disfrutarlo.

Volvemos sobre nuestros pasos, dejando atrás el arco por el que hemos entrado y contemplamos nuevamente la iglesia, varias veces reconstruida, que dicen proviene del Medievo, y que está cerrada, aunque oímos repetidamente sus campanas.



Dirección a Arizkun, hacemos una parada en el Barrio de Bozate. La curiosidad nos mueve, pues dicen que aquí vivió un grupo de población, los "agotes" que sufrían algo así como un estigma social. Ni está claro su origen ni el por qué de su marginación. Étnicamente diferentes, no podían mezclarse con los demás, mucho menos contraer matrimonio, salvo entre ellos, y no se les permitía hacer según qué trabajos. Sus viviendas se caracterizaban por estar unas al lado de las otras.



Una vez en el Barrio buscamos huellas de la peculiaridad de los agotes, pero no encontramos ni una. Casi mejor, pues no deja de ser una triste historia, afortunadamente del pasado.

Arizkun es una de las poblaciones más trascendentes del valle. Tiene un poco de todo, importante desarrollo social y económico a lo largo de los siglos, nobles edificios, personajes relevantes a lo largo de la historia, importantes artesanos, tradiciones ancestrales y gente muy amable.



Nos damos una vuelta por el pueblo, escuchamos hablar en euskera, lengua mayoritaria por la zona.




Aquí destaca la presencia de un convento, el de Nuestra Sra. de los Ángeles del siglo XVIII, con una impresionante fachada y que, como viene siendo habitual también encontramos cerrado.


Terminamos haciendo un pequeño descanso en un bar en el que también entramos en conversación con un lugareño, y es que la gente aquí enseguida está dispuesta  a ofrecer su ayuda. Peio, pues así se llama este vecino de Arizkun, nos indica el camino hacia el Palacio de Ursúa, palacio cabo de Armería y cuna de uno de los más rancios linajes de la nobleza navarra. Hace ya unos años leí "La aventura equinoccial de Lope de Aguirre" de Ramón J. Sender, maravillosa y muy recomendable narración de la búsqueda de "El Dorado", en la que uno de sus personajes, Don Pedro de Ursúa, era natural de Arizkun. Nos hacía ilusión ver el palacio, por eso y porque es uno de los edificios más emblemáticos de Arizkun.

Pues no lo encontramos. Se encuentra dirección Barrio de Bozate, del que venimos, y hay que coger un pequeño desvío para llegar hasta él. Sabíamos que no íbamos a poder entrar, porque es una propiedad privada, pero queríamos verlo al menos por fuera. Nada, llegamos a un hotel, preguntamos allí también, fuimos mirando cuidadosamente y tal vez pasamos por delante del palacio o estábamos ya cansados de intentarlo, pero no lo conseguimos.

Se hace la hora de comer y a las afueras de Arizkun,  en el restaurante Ordoki hacemos una gloriosa comida, ¡Qué bien y qué barato se come en este valle! Los menús no pasan de once euros y todo está hecho con productos naturales y con mucho esmero. Finalizamos con un postre de la zona, del que no recuerdo el nombre, que nos sabe riquísimo. Si a eso añadimos la amabilidad (una vez más) del servicio, nos vamos más que satisfechos.



Por la tarde nos acercamos a la cercana villa de Erratzu, ya que desde allí, o más concretamente, desde el Barrio de Gorostopalo, anexo a Erratzu, parte el camino hacia la cascada de Xorroxin, que tenemos intención de hacer.



Tenemos muchas ganas de naturaleza. Aquí todo es tan exultantemente verde, que siempre tenemos la sensación de estar metidos dentro de un bosque de cuento. 


 

La cascada de Xorroxin es un paisaje sonoro, sencillo de hacer y que nos llevará hasta el nacedero del río Baztán, el que después de dejar el territorio del valle, se convertirá en Bidasoa. 




Hacemos la ruta encontrándonos con otras familias, no demasiadas, con niños, seguramente visitantes como nosotros y, afortunadamente, uno de ellos nos indica que sigamos un camino alternativo al marcado, ya que el río se encuentra tan crecido, que será imposible cruzarlo, lo que debe realizarse al llegar al final. 



Así es que siguiendo estas indicaciones, terminaremos al pie de la cascada, lo que siempre es un gozo. Las niñas disfrutan un montón del espectáculo y, la mayor se dedica a grabar un video con el móvil, que no hay manera de que suelte.

Tras un ratito, hacemos el camino de vuelta, tan agradable como el de la ida, aunque más fresquito.


A lo largo de la ruta nos hemos encontrado con muchos rebaños de carneros, tan característicos de esta zona que ahora al ver las fotografías me resultan encantadores.


Empezamos a sentirnos cansados. Aún hacemos el esfuerzo de dirigirnos hasta Azpilikueta, uno de los pocos pueblos de la zona que nos falta por conocer, y que como curiosidad tiene el ser la cuna de la madre de San Francisco Javier, o incluso de él mismo, según dicen. 


Nos dan las energías para una pequeña vuelta y decidimos que, como mañana tenemos una jornada completita, será mejor dirigirnos ya hacia Elizondo y, en todo caso, hacer un pequeño descanso allí y para casa. 

Así lo hacemos. A la espera de que nuestro segundo día por la zona sea, cuando menos, igual de intenso, o más que el de hoy. Eso lo comprobaremos pronto.


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