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Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

jueves, 28 de agosto de 2014

Una semana en Nueva York. Llegada - Times Square

18 de Julio de 2014

Siempre habíamos tenido la idea de viajar a Nueva York. Era uno de los destinos que todos los años nos planteábamos y volvíamos a dejar apartado una vez más. Demasiado caro, demasiado complicado para viajar con nuestras hijas. Pero sí, aquí estamos. En nuestro pequeño apartamento de la calle veintidós, en pleno Manhattan.

Señores, no me lo creo. Tantas veces en las películas, ahora yo estoy aquí.

Nueva York. 

Nuestra hora de llegada ha sido las dos de la tarde, hora neoyorkina. Atrás quedan muchas horas de vuelo (con la TAP, escala de una hora en Oporto) y más atrás todavía, el momento en el que hemos salido de casa, rumbo a la aventura. A eso le hemos restado seis horas y ya no sabemos si nuestro biorritmo está aquí o allá. 

Desde el aeropuerto de Newark hasta llegar a nuestro apartamento en Gramercy, al que hemos llegado en uno de esos taxis amarillos (que conocemos, por supuesto, por el cine) todo eran exclamaciones y sonrisas cómplices. El skyline, la silueta inconfundible del "Empire State", la Estatua de la libertad. Voy reconociendo calles y plazas que iremos descubriendo en los próximos días: Tribeca, Washington Square... todo ello acompañado de mucho, muchísimo tráfico. 

Llegamos. El apartamento (alquilado a través de la página web airbnb.es) es pequeño y coqueto. Vivienda habitual de una funcionaria italiana de las Naciones Unidas. Ahora está en Italia y alquila su casa a turistas en verano. Nos encanta. Este es el panorama que tenemos desde la ventana.



Parece que nos haya prestado su casa una amiga, pues la huella de Francesca, que así se llama, está en todas partes. Nos ha dejado instrucciones, y bastantes cosas para nuestro uso en la cocina y en el baño. Apremio a los demás. Una ducha rápida y nos vamos. Urge salir a la calle y empezar. He sido buena, para el primer día no hay planning.

Nos vamos hacia la zona norte de Manhattan, calle Broadway arriba. 





Vamos dejando atrás lugares emblemáticos, el "Flatiron building" a dos pasos de nuestra "casa" (estamos en el sector conocido como Gramercy, residencial, céntrico y muy tranquilo) o tan solo nombres como la quinta Avenida o la Avenida Broadway, por la que seguimos hacia arriba, contando las calles que la cruzan transversalmente.

Poco a poco el ambiente se va animando, no en vano estamos en viernes y acercándonos a una de las zonas más turísticas de la gran manzana.



Más lejos seguramente de lo que nos parece, pero más cerca de lo que lo hemos tenido nunca, la majestuosa silueta del Empire State hace que casi nos emocionemos, y es que todavía tenemos una cierta sensación de irrealidad.

Nos quedan unos cuantos días para acostumbrarnos a los altos edificios de Manhattan y a la omnipresente presencia de la bandera de los Estados Unidos.




La multitud humana se va haciendo más y más mayor. Nos vamos acercando al que será el único destino de nuestra jornada de hoy.



No hay pérdida. 

De pronto las pantallas luminosas inundan el espacio, hasta donde nuestra vista puede ver. 

Times Square. 

La estampa del Nueva York más típico, el que todos conocemos. La primera imagen que nos viene a la imaginación.



Hay que pellizcarse. Dejarse llevar y flipar un rato. Turistas, gente disfrazada, una policía con medias de rejilla abrazada a Batman, chicas con el cuerpo pintado con los colores de la bandera americana y sombreros de cow boys, teleñecos, personajes de "Toy Story", gente de todas las razas y colores, una comunidad de monjas, judíos ortodoxos, gente y más gente. 


 
    
 

No sabes a dónde mirar y simplemente caminas. La marea te lleva.

 Así llegamos a la altura de la tienda Toysar'us y recuerdo que en alguna parte he leído que hay una noria de juguete, que seguro encantará a nuestras hijas.











Pues adentro. Juguetes a lo grande y, además de la noria, encontramos una réplica del "Empire" en piezas de lego con King Kong incluído, que nos encanta a los mayores, aunque las niñas corren a hacerse la foto de rigor con un "Mini Minion" gigante. 


Podríamos perdernos por aquí y seguro que encontraríamos más cosas divertidas, pero salimos nuevamente a la marea humana. 



En la que es posible hallar casi cualquier cosa.



Hasta que nos encontramos las famosas escaleras, en las que todos los turistas quieren inmortalizar su momento de gloria.



 De cerca, descubro que las escaleras son de plástico y rojas. Encontramos un sitio. Fotos y más fotos. Ahora ya no hay tantas cámaras, todo el mundo con sus móviles buscando sus mejores "selfies", hay que compartir los momentos de inmediato. 
Nuestra hija pequeña nos devuelve a la realidad. Sus once años piden descanso. Aquí son las nueve, en España las tres de la mañana. Casi no ha dormido en el avión. Se nos va a caer redonda. Así es que será cuestión de buscar un sitio para cenar y volver a casa. Tenía anotado un lugar llamado "Bubba Gump" especializado en gambas, tipo hamburguesería. Lo encontramos, pero estaba a tope de gente. Nada, hay que irse de la zona turística o no podremos entrar en ningún sitio. 

Así es que nos vamos, dejando atrás toda esta parafernalia de luces y color, en el que todo turista a Nueva York debe perderse al menos una vez (o dos) y muy especialmente si, como es el caso, se trata de nuestro primer viaje y primer día pisando tierra norteamericana. 




No es real y lo sabemos. Times Square es una ilusión, una puesta en escena hecha por y para el turismo. Aunque no cabe duda de que algo tendrá para que todo el mundo quiera compartir los destellos de las luces de neón y poder decir que ha estado aquí.

Pero nosotros íbamos buscando un lugar para cenar y finalmente encontramos un "Prêt a manger", cadena que conocemos de otros viajes, que nos saca del apuro.  

Por el camino a casa, que hacemos caminando, paramos en un drugstore para comprar algunas provisiones. Cuando llegamos, nuestras hijas caen rendidas. También nosotros, aunque a las cinco de la mañana estamos despiertos y con los ojos como platos. Anticipo que no llegaremos a acostumbrarnos al horario americano. Aprovecharé los madrugones para ir escribiendo este pequeño diario de viaje, que termina así su primera jornada..



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