BIENVENIDO

Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Una semana en Nueva York. Coney Island. Brooklyn bridge.

19 de julio de 2014.

Si nuestra mañana de sábado ha transcurrido en Williamsburg, Brooklyn; por la tarde decidimos hacer una visita que suponemos va a encantar a nuestras hijas. El parque de atracciones de la ciudad. Otra visita recomendable (como Williamsburg) para hacer en sábado. 

Como ya estamos en Brooklyn no nos va a costar demasiado llegar hasta allí, aunque Coney Island se sitúa el sur del distrito.

En algo más de media hora llegamos en metro, que además tiene el atractivo añadido de ser exterior, lo que nos permite disfrutar del panorama (mucha industria, viviendas tipo barrio y un gran cementerio).

Muchos niños que se van montando, nos anticipan lo que vamos a encontrar. Diversión para muchas familias, pero como la de antes. Porque Coney Island es un viaje en el tiempo. Nada que ver son los actuales parques de atracciones. Esto es como ir a las ferias de antaño. Todo tiene un cierto aire decadente.


 

Nosotros vemos primero a Zoltar, el de la película "Big" (una "peli" de los años ochenta protagonizada por Tom Hanks, en la que este mago de caseta de feria, le concedía el deseo de hacerse mayor), no una, sino varias veces. Por si acaso no le pedimos ningún deseo, no nos lo vaya a conceder. 



Nos montamos en la Wonder Wheel, una gran noria con mucho encanto y opción de swimming y no swimming (elegimos la primera) desde la que vamos a tener unas increíbles vistas (el "swimming" nos impidió hacer fotografías decentes).

La noria lleva funcionando desde 1918 y te da dos vueltas por siete dólares.  Algo caro, pero nos lo pasamos fenomenal en las alturas.

Uno puede pasearse por aquí y resulta divertido, simplemente observar al personal. Población mayoritariamente trabajadora, que vienen a pasar el sábado tarde en familia. Algodón de azúcar y perrito caliente. Unas cuantas diversiones, paseito por la cercana playa  y a casa. Esto es puro aire retro. Hay que entender y disfrutar una visita como ésta. Si no, más vale no venir. 






 Otra de las atracciones que nos atrevimos a disfrutar (mi hija pequeña y yo fuimos las únicas valientes) fue la vieja montaña rusa de madera Cyclone, la más antigua de Estados Unidos. 


  

Las tablas traquetean, así es que la emoción está más que asegurada. Mientras nos sentamos en los viejos asientos, no sé si rezar una pequeña oración o no pensar demasiado en lo que estamos a punto de hacer, pero parece que sobrevivimos a la aventura. 

Terminamos la jornada tomando el consabido perrito caliente, al puro estilo americano, con french fries y coke tamaño medio. 



Menos mal que quemamos calorías, no nos extraña el alto grado de obesidad de los estadounidenses. Si observamos a a gente, a muchos les sobran más de unos kilos. Aquí es famoso tomar el perrito en Nathans y así lo hacemos. Ocho dólares por barba. 


No está mal el precio, claro que el producto tampoco es nada del otro mundo. Disfrutamos del momento. Estamos sentados con muchas familias con niños que pasan la tarde. No hay turismo. También hay gente extraña. Algunos demasiado. Un tipo toma su perrito con una serpiente rodeándole el cuello. No es broma ni tampoco de peluche, como creíamos al principio. Individuos de negro con el cuerpo tatuado. Una chica pasa con una tortuga ninja tamaño natural sobre su cabeza, que le habrá tocado disparando a los patos. De película, vamos. 



Este parque tiene los días contados. Pronto se convertirá en algo similar a los parques Disney. Lástima. Entonces puedo asegurar que nosotros no hubiéramos venido. 

Vuelta al metro. Con nuestra coke tamaño "middle", más grande de lo que imaginábamos. This is America. 

Paramos justo a la entrada del Puente de Brooklyn a la mejor hora, la del atardecer. 



Las emociones ahora sí son intensas. Esto no hay que perdérselo. Seguramente ningún turista lo hace. Móviles y cámaras arden. Fotografías en todos los planos. 




 Qué grande Nueva York. Maravillosa estampa. Brooklyn bridge, dirección Manhattan. No se puede terminar un día mejor. Volveremos. 

lunes, 15 de septiembre de 2014

Una semana en Nueva York. Williamsburg

19 de Julio de 2014 

Es sábado. Nuestro primer día completo en Nueva York. Como he hecho el planning en función de los días de la semana, a pesar de que éste es nuestro primer día en Nueva York, y tal vez las visitas que he preparado para hoy tendría más sentido efectuarlas al final del viaje, resulta que el día más adecuado para hacerlas es el sábado. Por otra parte, teniendo en cuenta que seguramente hoy habrá mucho turismo en los lugares más conocidos de la ciudad, decidimos comenzar nuestra particular exploración de la gran manzana por un barrio singular. 



Hablamos de Williamsburg, al norte de Brooklyn.



Allá vamos, comenzando nuestra jornada más tarde de lo debido, pues lo primero que hemos hecho ha sido sacar nuestros tickets de metro para toda la semana. Cuatro metrocards, que nos han costado 31 dólares por persona. Conseguirlos nos ha llevado un rato largo a cuenta de las máquinas expendedoras, que no daban cambios, y hemos tenido que introducir el importe exacto para cada una de ellas. Primer apunte, la extrema amabilidad de la gente de Nueva York, Han intentado ayudarnos varias veces al vernos apurados, sin pedirlo. Te ven y enseguida se ofrecen a echar una mano. Esto no siempre puede decirse.

La línea gris o L del metro, nos lleva a la calle Bedford Street, en el corazón del barrio de Williamsburg, del que se dice que es el territorio hipster de la ciudad, o uno de ellos. Un lugar alternativo y sorprendente. 



Hecho al alcance del ser humano. Nada de rascacielos ni luces de colores. Estamos en una zona en la que reinan los graffitis, las tiendas con encanto y el sello de lo propio.



 Un barrio al que, a pesar de haber llegado tarde, no vamos a ver en todo su apogeo hasta dentro de unas cuantas horas. A nuestra llegada está más que dormido, lo que nos decepciona un poco. La pregunta que yo me temía, en seguida llega de labios de nuestras hijas. "Y aquí ¿para qué hemos venido, si no hay nada?". Pero sí que lo hay, claro que hay que fijarse bien. Las paredes hablan. Llenas de mensajes alternativos y de artistas que han querido dejar por aquí su huella. 

No hace mucho veíamos muestras de arte urbano en diferentes lugares de nuestra ciudad, Zaragoza, algunos de ellos tan especiales, que creemos reconocerlos en este barrio de Brooklyn.



Aquí es posible dejar su firma. De eso se precia este barrio. Así es que lo recorremos, paseando tanto por su arteria principal, la Bedford Street, como por sus calles laterales, haciendo el pequeño recorrido que incluye mi guía de Lonely Planet. No he logrado conseguir un plano decente de Brooklyn, así que nos apañamos con uno en miniatura de esta zona y lo seguimos al pie de la letra. 

Así llegamos al East River Park, al lado del puente de Williamsburg. No son las mejores vistas de la gran manzana, pero nos hace ilusión ver la línea de rascacielos al otro lado. 



También vemos que están montando como una especie de mercadillo, que más tarde descubriremos que son puestos de comidas de diversos países y, es que hoy es sábado, y esto se pondrá a tope más tarde, como podremos comprobar. De momento, nos prometemos volver.



Vamos a lo nuestro, los típicos edificios con escaleritas, algún hipster madrugador, que empezamos a reconocer con sus características principales, gafas de pasta, camisas de cuadros o polos ajustaditos y, ahora en verano, una bermudas muy chic, que junto con su pelo repeinado, termina por hacerlos inconfundibles. Sobre todo a ellos. Era un poco complicado hacerles fotografías, claro. 



Además, aquí no se viene a hacer turismo, sino a disfrutar de la vida del barrio. 





Hablábamos del sello propio y, entre otras cosas, aquí hay una fábrica de cerveza especial, la Brewery, puro Brooklyn, por la que pasamos.

Williamsburg es un barrio que nada tiene que ver con el Nueva York típico. Intelectualidad y modernismo, "estar en la onda", si te gusta lo "underground" con un cierto toque "vintage", este es tu barrio.





Pero Williamsburg es una caja de sorpresas y, conforme nos vamos acercando a su parte sur, nos encontraremos una de ellas.

En alguna parte he leído que por aquí hay una comunidad judía. Sé que el sábado no es el mejor día para acercarnos a ella, ya que celebran el sabbat y son muy celosos de sus tradiciones. Pero como estamos cerca, sugiero que echemos un breve vistazo a la zona y nos vayamos a continuación.

No salió como yo esperaba, la verdad, ya que sin saber muy bien adónde nos dirigíamos ni pretenderlo, nos encontramos a decenas de judíos ataviados con sus mejores galas, que se dirigían hacia las sinagogas. 



Nos quedamos alucinados y, por momentos, hubiéramos preferido desaparecer de allí. Ni que decir tiene que no hicimos foto alguna, salvo en plan despiste y con cuidado. No sé si recomendar esta visita. Pasamos a su lado cohibidos. 



Son una colonia de judíos ortodoxos que viven como hace siglos y, creo no exagerar. Pocas mujeres y, las que vimos iban tapadas con sus pañuelos y llevaban pelucas. Tonos negros y grises en sus ropas, que casi las cubren completamente. Los hombres llevan los típicos rizos en el cabello, sombreros inmensos y una especie de capa blanca con franjas negras sobre su traje, igualmente negro. Familias enteras, niños y niñas, ataviados de esa manera, se dirigen al templo. Caímos justo en medio de la hora de salida. Nos ignoraron por completo.



Las tiendas que hay por aquí también pertenecen a miembros de la comunidad. En una de ellas nos sorprendió encontrar juegos como estos.


 Deben estar acostumbrados a ser una especie de atracción del barrio, aunque los pocos turistas que caen por aquí, lo hacen en autobuses de cristales ahumados en las excursiones tipo "contrastes". En cuanto pudimos, nos salimos de la zona.



Vuelta al territorio hipster y casi a la hora de comer, más temprana aquí que en España,  nos vamos acercando al mercado que hemos visto por la mañana. Vemos que ya hay más gente, en las más variadas actividades.


 Muchas tiendas con sus puertas abiertas, en las que los productos no van a ser los habituales. Todo tiene su toque "vintage", discos de vinilo, antigüedades, vestidos de la abuela, mucha artesanía. 

Williamsburg está de moda. Mucha gente ha venido a vivir por aquí en los últimos años. Normal, todo está al alcance del ser humano, todo, menos quizá los precios, dicen que cada vez más elevados.

El mercado de los puestos de comida está abarrotado. Qué decepción. 



Esto está lleno de gente joven que compra su comida y se la lleva a una especie de zona verde con alguna mesa. Pocas. Finalmente, nos conformamos con una pizza para dos y comida asiática, según preferencias, en dos de los puestos menos concurridos. Bien, pero caro, muy caro. Lo que decimos. La modernidad se paga.



Una nueva sorpresa será encontrarnos, casi cuando ya nos íbamos, un mercadillo que suele hacerse los domingos, pero que en verano también se hace los sábados. El Flea market, que se realiza en unas especie de garajes habilitados para ello y que son una auténtica delicia. Al menos a mi me lo parece. Territorio vintage. Algo similar llegamos a ver en Londres en Brick Lane. 



Aquí es más a lo grande (¡Esto es América!) y hasta el pinchadiscos lo hace con discos de vinilo.


 



Lástima, no nos quedamos mucho rato, teníamos otros planes. Los precios, como era de esperar, no están a nuestro alcance, pero sólo por ver a la gente y sus decadentes productos, hubiéramos disfrutado de lo lindo.

Pero nuestro día incluye otra visita, totalmente diferente, aunque eso sí, sin salir de Brooklyn, al que le hemos dedicado nuestro primer día en Nueva York. 

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