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Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

martes, 24 de enero de 2012

Cuando fuimos a Lanzarote II

Nuestro recorrido por la isla de Lanzarote no fue intenso. Nuestras vacaciones canarias eran breves y con vocación de descanso. 


Largos paseos por la playa, apuntarnos a excursiones organizadas que nos mostraran lo esencial... 


A pesar de ello, no podíamos desperdiciar la oportunidad de conocer algo mejor la bella isla canaria en la que nos encontrábamos. Así es que hacia la mitad de nuestra estancia decidimos alquilar un coche y buscar el destino que nos pareciera más atractivo de los muchos que pueden encontrarse en Lanzarote.


El nombre de César Manrique (1909-1992) el hombre, el artista que tanto amó a su tierra natal, fue el que decidió ponernos en la ruta que nos llevaría hasta la llamada "Fundación César Manrique". 


Haríamos parte de la llamada "Ruta Centro", para ver Lanzarote a través de sus ojos.



La fundación se ubica en lo que fuera la casa de César Manrique. Su construcción comenzó en 1968 sobre cinco burbujas volcánicas y un jameo (tubo volcánico abierto al exterior).
Aprovechando las burbujas creó cinco salas diferenciadas y en el interior del jameo integró una piscina.
En la planta superior hay un museo que alberga, además de obras del propio Manrique, otras pertenecientes a su colección privada, de autores como Picasso, Miró o Chillida.

César Manrique, que estudió en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, viajó por todo el mundo, trasladándose en 1964 a vivir a Nueva York. 
Allí conocerá el expresionismo abstracto americano, el arte pop y otras tendencias que le proporcionan la cultura visual que define su trayectoria.
En 1966 regresa definitivamente a Lanzarote, desarrollando un trabajo creativo que supone el desarrollo de un modelo de intervención paisajístico en la isla, salvaguardando el patrimonio natural y cultural insular.


La fundación se ubica en el Taro de Tahíche (Villa de Teguise). Taro es una palabra lanzaroteña con la que se denomina la construcción con piedras superpuestas, sin argamasa).


Lanzarote es inconcebible sin la obra de César Manrique. 


Un artista fascinado por el paisaje volcánico de la isla.  El mismo que otros consideraban desértico.




Este es el panorama que puede observarse desde las ventanas de la fundación.




De Lanzarote se pueden decir muchas cosas bellas, pero si me preguntáis qué es lo que más me gustó, yo recuerdo muy especialmente este espacio, la casa (hoy fundación) de César Manrique, porque me impresionó su capacidad creativa. 


Un artista que supo hacer arte de su entorno natural, sin destruirlo.


Con amor y respeto hacia un paisaje único.






Así es que, si vais a Lanzarote, no os lo perdáis, porque no es fácil encontrar lugares así...



Ampliaremos nuestra ruta, llegando al centro mismo de la isla, a la ciudad de Teguise, que fue capital de Lanzarote hasta 1852, en que la soberanía pasaría al municipio de Arrecife.


Teguise es lugar tranquilo y monumental. 


En la plaza de San Miguel encontramos la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe construida en la segunda mitad del siglo XVI.


Las calles de Teguise no envejecen. 
Siguen manteniendo el mismo aspecto que en los primeros tiempos, lo mismo que la arquitectura de lugar, convertida en Patrimonio histórico de Canarias.




Siempre que hemos viajado a las Canarias, hemos tenido la sensación de encontrarnos entre dos mundos que representaban dos realidades, capaces de convivir la una junto a la otra.


Los lugares más turísticos, como aquel en el que nosotros nos alojamos en Puerto del Carmen, lleno de urbanizaciones y complejos hoteleros (hay quien no sale de ellos durante todas las vacaciones, lo hemos visto) junto con pueblos tranquilos y casi fuera del tiempo,  en los que los lugareños parecen no enterarse del bullicio de los primeros, por no decir que, más bien, los ignoran.




Más allá de playas y circuitos, nos perdemos por las calles de un lugar que no ha perdido su autenticidad. 
El número de turistas ha descendido notablemente.


No saben lo que se pierden.


Otro recurrido interesante nos va a llevar esta vez a la otra punta de la isla. Echemos un vistazo al mapa de Lanzarote.




Nos dirigimos ahora hacia el norte, justamente donde se encuentra un lugar llamado "Mirador del Río", ubicado frente a la isla de La Graciosa, la hermana pequeña de Lanzarote.


El Mirador del río, a 480 metros sobre el nivel del mar, antiguamente usado como fortaleza de artillería, nos permite vistas del llamado "archipiélago chinijo" que comprende las islas de La Graciosa, la Alegranza, Montaña Clara y Roque del Oeste.




El brazo de mar que nos separa de los islotes se denomina el río y es el que da nombre al mirador. 


Otra preciosa vista, en la que también podemos ver las salinas.



Bien, pues el Mirador del río, también representa una de las peculiares creaciones arquitectónicas de César Manrique (de nuevo nos lo encontramos)

En el Risco de Famara, Manrique construye un edificio turístico, casi camuflado en el entorno, como suelen ser todas sus creaciones de esta índole.  Consigue un efecto sorprendente. Casi resulta dificil adivinar lo que se esconde detrás del cristal que, como un ojo enorme, sirve de mirador al bello paisaje en el que se encuentra.
Un ondulante pasillo nos lleva hasta un salón de amplios ventanales que nos permiten apreciar la panorámica.


Cafetería, cerámica tradicional, originales lámparas, son algunos de los elementos con los que cuenta el lugar, que resulta interesante, aunque no imprescindible.


Lo peor, la entrada de pago. 

Lo mejor, las vistas desde el mirador que merecen, y mucho, la pena.

Los Jameos del agua, el jardín de los cactus, etc, son otros de los lugares en los que la huella de César Manrique se hace igualmente presente, aunque nosotros no los visitamos (no se puede llegar a todo, nos decimos). 

Nos acercamos, eso sí, a escasos kilómetros del mirador, hasta el municipio de Haría, ubicado en el llamado valle de las mil palmeras.

 Por unos momentos disfrutamos de la placidez del lugar, lejos de focos turísticos, lo que siempre se agradece. 
Admirando la bonita plaza del Ayuntamiento...


...y paseando por sus calles, en muchos casos adornadas por palmeras, en las que el blanco es el color predominante y el tiempo parece haberse detenido. 


En general, la medida del tiempo parece ser diferente en las Islas Canarias. El dulce hablar de los canarios induce a tomarte la vida con calma tropical. 

Un ritmo al que terminas por acostumbrarte.

Por ello, muchos de los días (que tampoco fueron más allá de una semana), que disfrutamos de Lanzarote, nos dedicamos a descansar y a disfrutar de sus playas que, al fin y al cabo, a nosotros, nos pillan más bien lejos y hay que aprovechar las pocas ocasiones que tenemos de acercarnos al mar.

Dicen que una de las playas más bonitas de Lanzarote, es la Playa del Papagayo. 
Hasta allí fuimos para ver si la leyenda se corresponde con la realidad.


Nos situamos ahora en el sur de la isla, junto al municipio de Yaiza.




Por aquí nos quedamos, en esta playa de fina arena dorada y agua azul turquesa. 


 Más concurrida de lo que hubiéramos querido, ciertamente, pero un bonito lugar (otro más) para recordar en los largos meses de invierno.


 La playa del Papagayo, al estar rodeada de acantilados, se puede visitar incluso en días que haga viento.


 Declarada en 1994 zona de protección para las aves, sí se va con vehículo (sólo en este caso) hay que pagar para visitarla.


Por último decir que está encuadrada dentro del Parque natural de los Ajaches y que debe su nombre a Punta Papagayo.







Ya hacia el final del viaje, nos acercamos a alguna otra playa, como "Playa Blanca", de nuevo en el sur, en una de las más importantes zonas turísticas de Lanzarote.


Nada de particular, salvo que la zona nos pareció algo más tranquila y familiar, que la que nosotros nos alojamos en Puerto del Carmen.


Casi aburridos, sobre todo los mayores (el mar sí, pero la playa tampoco es lo nuestro), agotamos las últimas horas de nuestro último día en Lanzarote. 


Pensando que ha valido la pena venir hasta aquí y que no será la última vez que las islas Canarias sean nuestro destino para las vacaciones.





Lanzarote, la isla de los cien volcanes, la más septentrional y oriental del archipiélago canario, a tan solo 125 km de la costa africana, explorada por el marino genovés Lancelotto Maloccelo, al que debe su nombre (el tal Lancelotto fue uno de los primeros ¿a qué no lo sabíais?) nos ha dado unas cuantas razones para volver.


¿Te la vas a perder?


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