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Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

martes, 5 de noviembre de 2013

Viaje a Creta - Monasterio de Preveli, Playa de Preveli y las Cuevas de Matala.

17 de julio 2013 

Nos tomamos la mañana con calma, pues vamos arrastrando cansancio  de los días anteriores, desayunamos casi con parsimonia en nuestro apartamento de Rethymnos (que incluye desayuno) y su amable anfitriona nos despide con muchas muchas recomendaciones para lo que nos queda de recorrido en la isla de Creta.

La primera de ellas, no nos hacía falta, pues ya la teníamos en el itinerario.  Se trata de Moni Preveli y de la playa del mismo nombre.

Para ir al Monasterio de Preveli, deberemos dirigirnos hacia el sur de Rethymno y una serpenteante carretera, nos llevará hasta el lugar idílico en el que se encuentra el Monasterio de Preveli. 

En un momento dado pasamos por unas espectaculares gargantas, y no podemos resistirnos a hacer una pequeña parada para contemplarlas y sacar alguna fotografía. 

 

El viento es tan fuerte que un poco más y nos arranca la puerta del coche al salir, así es que casi nos arrepentimos de nuestras intenciones fotográficas por muy bonito que sea el paisaje.

Este Monasterio, como el de Arkadi, tiene su historia ligada a la resistencia cretense como la que tuviera lugar en el siglo XVII, frente a los turcos. Hay que decir que los monjes decidieron marcharse del que fuera su primitivo emplazamiento en busca de un lugar más remoto, que es en el que estamos. 

No tuvieron mal ojo los monjes, el lugar es bellísimo,  frente al mar de Libia. 


Un buen sitio para esconderse del mundanal ruido y para llevar a cabo la resistencia frente al elemento invasor adecuadamente. Múltiples olivares, cabras, vino, todo lo compartían con los campesinos, no fueran a llevárselo los turcos.


Más adelante también los monjes acogieron a los aliados, en la Segunda Guerra Mundial,  y cuando en 1941, los alemanes tomaron Creta, ayudaron a la evacuación de aquellos, desde las cercanas playas, a la costa de Alejandría. 

 Los alemanes, en represalia, destruyeron el Monasterio, así es que los elementos originales no se conservan. 

No importa, el lugar es precioso y digno de admiración. Ha valido la pena llegar hasta aquí para encontrar uno de estos sitios perdidos en el tiempo, que a mi tanto me gustan.


Un monje nos indica que entremos  la iglesia de Agios Ioannis de recogido interior. En ella se conserva una emblemática cruz, que incluye una reliquia de San Marcos y que también tiene su leyenda, pues se dice que los nazis intentaron llevársela tres veces sin lograrlo.


El monje nos la muestra más de cerca y, junto con otros visitantes, recibimos su peculiar bendición, pues coloca la cruz sobre cada una de nuestras cabezas diciendo unas palabras rituales (supongo).

En el exterior, recorremos el resto de las dependencias, que incluyen un pequeño museo. 


Un pacífico lugar de los que siempre digo que me gustaría, en algún momento, pasar una buena temporada. 

Cumplida la visita, nos marchamos. Aunque todavía haremos una parada para fotografiar una especia de monumento a la resistencia que hay en plena carretera, en espectacular emplazamiento.


Preveli no solo tiene como principal atractivo su Monasterio. No, mucha gente llega hasta aquí para ver su playa, que está cerca y es preciosa, como veremos.




Hay que esforzarse un poco para llegar hasta ella, pues el camino de acceso desde el Monasterio, es un sendero empinado y pedregoso, por el que hay que descender cuidadosamente unos diez minutos.

Así lo hacemos, pensando (yo) que más dura será la subida que habrá que realizar después y que ya me voy imaginando, pero hay sitios que no hay que perderse.

La playa se encuentra a la salida de una garganta, y es también conocida como Palm Beach por su plantación de palmeras a la ribera del río Megatópomos que va a desembocar en la misma playa. 

Así es que tenemos franja de río y de mar, todo en uno. Realmente preciosa, aunque no precisamente deshabitada. 



Aparte de turistas, como nosotros, que hemos bajado por el sendero desde el monasterio, hay pequeños barcos que traen a más turistas desde otros puntos, aunque, afortunadamente, está bastante controlado, pues el lugar es más bien pequeño.



Se está muy bien aquí y aún se estaría mejor si no fuera por el viento que hace que resulta más bien desagradable. Buscamos un lugar junto a la sombra y nos encontramos también con unas juguetonas ocas que campan a sus anchas por el lugar y son otro elemento de diversión.

Hubiera sido una buena idea comer aquí, pero nuestras provisiones están en el coche, así es que nos quedamos descansando un buen rato y disfrutando de este bello paraje, con unas características tan peculiares, que lo hacen único.





Cuando nos parece, hacemos ánimos para volver a subir el sendero en cuestión, lo que es un poco pesadilla, porque hace sol y las escaleras de piedra se hacen interminables, sobre todo para mi hija pequeña que protesta una y otra vez.

De vuelta al coche, nos planteamos buscar un lugar para parar y comer tranquilamente, pero dado que nuestras dos hijas se quedan rendidas por el cansancio nada más montar en el vehículo, decidimos no molestarlas y seguir hasta nuestro siguiente punto de destino sin interrupciones.

Así es que me quedo sin conocer las playas de Agios Pavlos o de Triapetra que en las dos guías que llevo (Lonely Planet y Anaya Touring) recomiendan vivamente y seguimos hacia MATALA, decididamente al sur de la isla, que es donde pasaremos la noche.



¿Por qué Matala? Pues porque había que buscar un lugar intermedio en el sur, antes de dirigirnos al Este de la isla y también porque está cerca de algunos de los más importantes yacimientos minoicos.

Por otra parte Matala, tiene la singularidad de haber sido una colonia hippie en los años setenta. Cat Stevens, Dylan, se dice que estuvieron por aquí y ese punto hippie queda aún en las calles de un pueblo que, por otra parte, tiene tantos turistas como los demás y poco de especial.




Nosotros, durante toda nuestra estancia aquí, intentaremos encontrar sus singularidades, que alguna hay, como el curioso árbol del centro  de la plaza en la que buscamos aparcamiento, que sin duda podría contarnos, si tuviera el don del habla, numerosas historias de los viejos años sesenta, tan cercanos y tan lejanos, según se mire, a nuestra época.

Pero ha pasado el tiempo.


Nos arman un pequeño lío con el hotel, pues nos llevan a uno que no era el que habíamos reservado, y nos dan dos habitaciones en lugar de la habitación familiar que habíamos elegido. Algo contrariados, nos acomodamos en el Hotel Zafiros, que no nos gusta nada. Menos mal que tiene una pequeña piscina que, al menos las niñas aprovechan. Yo no, porque aquí hace un viento de mil demonios y no es que apetezca mucho, la verdad.

Opto por descansar y buscar algo de información para el itinerario de mañana, que no tengo muy claro.

Algo repuestos, no nos queremos ir de aquí sin visitar las famosas cuevas, que fue lo que atrajo a los hippies hace unas cuantas décadas y que son otro atractivo de la pequeña ciudad en que nos encontramos. 

Están completamente a la vista, y nos dirigimos hacia ellas o más bien hacia la taquilla, pues las visitas están controladas, lo que le quita también encanto al sitio, pero qué se le va a hacer.



Hemos llegado algo tarde pues son las seis y veinte de la tarde y el cierre es a las siete. Pero pagamos religiosamente los tres euros (sólo hemos venido los mayores, las niñas se han quedado en el hotel) y nos perdemos por estas peculiares cuevas, que fueron hechas por el hombre y cuyo origen, aunque no está muy claro, parece datar del periodo paleocristiano o romano, siendo utilizadas como tumbas.




Las escalamos y nos metemos por todos los agujeros que podemos. Algunos de ellos conservan pintadas en su interior y hay muchas marcas por las piedras de toda la gente que ha pasado por aquí, reviviendo la leyenda. 




Un lugar curioso, ciertamente, pues las galerías tienen las más curiosas formas y algunos parecen tener ventanas y mobiliario en su interior.



 Aprovechamos el tiempo debidamente, pero a las siete menos diez, el guardián ya está en la puerta mirándonos con cara de pocos amigos.
Apuramos el tiempo, pero preferimos no enfadarlo y, a la hora convenida, dejamos el lugar.

Como aquí hay de todo, hacemos alguna compra en un supermercado y volvemos al hotel a recoger a nuestras hijas, antes de dar un paseo por el pueblo y buscar un sitio para cenar.

A las niñas no les gusta mucho este sitio. Demasiado pequeño, aunque tiene su ambiente, pero claro, las dos noches anteriores en Chania y Rethymno han sido otra cosa y Matala es simplemente un lugar turístico más.



 Por mucho aire neohippie que pretendan darle algunos.







Algún viejo hippie todavía queda por aquí, como un tal George, que se ha hecho famoso, así como muchos carteles, y reclamos para camisetas.

Life is today. Tomorrow never comes dice un cartel visible desde la playa de Matala. 

Esto es lo que queda de lo que antaño fue. Casi da pena. 

A mí por lo menos. 

6 comentarios:

  1. No tengo la suerte de conocer Creta pero después de leer vuestra entrada y ver vuestras fotos creo que pasará de inmediato a mi lista de pendientes.... Una entrada muy chula!

    Trini
    http://yoadoroviajar.blogspot.com

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  2. Gracias por tu comentario y tu visita, Trini y, sí, realmente las islas griegas tienen algo de especial por si mismas, su luz, el color del mar, ese recogimiento tan especial de los templos ortodoxos... siendo además un estupendo destino para hacer con niños. Muchos saludos.

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  3. Me ha encantado esta entrada. Magnífico lugar Preveli con esa playa a medias entre mar y río y ese lugar tan nostálgico como Matala. Hicisteis un viaje muy contrastado. Muchos besos.

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    1. Nos hace mucha ilusión tu visita, Sol. De lo que comentas de viaje contrastado ¡viajamos con dos niñas! tenemos que discurrir mucho en los itinerarios para que se interesen por lo que vemos y disfruten de los viajes que, están hechos a su medida. Un besazo y gracias por tu visita.

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  4. Me quedé sin conocer todos los sitios que visitasteis este día, sobre todo me dio pena Preveli, pero bueno, ya volveré. A Matala ni fui en su momento ni creo que vaya en un futuro, no me atrae mucho y teniendo tanto que ver me da a mí que no invertiré mi tiempo aquí y eso que me llaman la atención las cuevas artificiales, no porque fueran morada de los hippies, sino por lo que pudieron ser en sus orígenes, pero en principio no me llama y viendo tus impresiones menos todavía. El viento en Grecia cuando sopla fuerte (supongo que era meltemi) es horroroso, yo no le he sufrido, pero la gente que conozco que va por allí sí y a veces no han podido ni coger el ferry por que estaba suspendida la navegación, una cosa parecida a cuando aquí en mi tierra se cierra el tráfico marítimo del Estrecho por el viento de levante. Espero que no durara mucho tiempo, el viento así fuerte es algo que llevo bastante mal. Un besote y gracias por acercarme a sitios que no conozco.

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    Respuestas
    1. ¡Hola Calíope! Preveli es un lugar curioso. Nos gustó esa combinación monasterio - playa y playa - río. El viento impresionante y mira que en Zaragoza tenemos el cierzo, pero aquí por la carretera íbamos apurados, sí.
      Matala es algo decepcionante, pero lo escogimos porque buscábamos un emplazamiento en el sur, cercano a los yacimientos de Festos y Gortina y aquí había también algo que ver, pero para ir de propio, nada, ya ves lo que dio de sí. Las cuevas muy curiosas, al menos.
      Ya va quedando poquito viaje. Un besazo y un placer tenerte por aquí.

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