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Después de un largo camino, siempre es agradable conversar... aunque hay veces que el silencio es más sugerente.

martes, 9 de agosto de 2011

Vacaciones en Rodas III

Subida al Monte Smith. Lindos

25 de junio de 2011


Aparte de hacerme con guías y buscar toda la información que puedo para preparar un viaje, me gusta llevar conmigo lo que yo llamo “un libro viajero”, algún libro de literatura que me acerque a mi destino a través de las sensaciones.


El libro elegido es “Reflexiones de una Venus marina” de Lawrence Durrell, agente de información británico que viajó a Rodas tras la 2ª guerra mundial y que dejó escritas sus impresiones en un libro más que recomendable.


¿Por qué cuento esto? Porque me resultó especialmente emotiva la parte del libro que habla de la subida al Monte Smith. Curioso nombre para un monte. Es debido a un almirante británico apellidado así, que tuvo en el tal monte su puesto de observación en 1802, esperando la flota de Napoleón.


Y el pobre monte se quedó con el nombrecito para siempre.


En el monte Smith se encuentra la acrópolis de Rodas situada al suroeste del casco antiguo. El lugar es de acceso libre y también puede llegar hasta aquí en autobús urbano.


Lo que queda de la maravillosa ciudad que fue Rodas en el mundo antiguo está aquí.
El estadio, el restaurado teatro y restos del Templo de Apolo.


Algunos jóvenes muestran sus habilidades en el estadio, del s. II a C. en el que solían celebrarse competiciones preparatorias de los juegos olímpicos. 




Es verdad que parece que invita a echar una carrera por él, emulando el espíritu griego.

Subo por el teatro adyacente, que fue utilizado como escuela de retórica, y restaurado por los italianos. Tenían fama los rodios de ser grandes oradores.


Más arriba los restos del templo de Apolo Pitio, con sus cuatro columnas en pie. Y ya está.


Es curioso que para ser la primera vez que visitamos Grecia, hayamos elegido una isla que es muy poco griega. Durrell describe esta sensación con estas palabras:


“A nuestros pies, la ciudad de los cruzados mira ceñuda con sus gruesos bastiones y sus torreones. Coronada por los minaretes y los molinos de viento del Barrio Turco”


Sin embargo, de Grecia lo que domina siempre es el paisaje, que no puede ser abatido. La suavidad mediterránea lo impregna todo.



“El paciente paisaje casi ha logrado domesticar al norte gótico, ha enviado oleada tras oleada de árboles de mandarina, al ataque de los negros riscos de piedra del castillo”


Es una bonita forma de decirlo.


Tenemos camino por delante, así es que tras inmortalizar el momento, vamos al coche para dirigirnos hacia la que dicen es la ciudad más bonita de la isla de Rodas. Lindos.


Llegamos a Lindos con facilidad. Son menos de cincuenta kilómetros que ayer ya recorrimos en parte.
Lindos es lugar extremadamente turístico y, como ya lo sabemos, prudentemente aparcamos el coche en la parte de arriba. Haremos bien ya que todo el pintoresco pueblo es peatonal.


Cuenta Homero que Lindos fue construida por los dorios en el siglo XII a C. junto con Cámiros (Kámiros) e Yalissos. Cleóbulo fue gobernante de la ciudad y considerado uno de los siete sabios de la antigüedad. Fue ciudad famosa por sus escultores (el Coloso fue construido por un artista lindio) y por su poderosa fuerza naval.

Hemos llegado en un día en que parece que el sol se derrite sobre Rodas y el agobiante calor nos hace buscar rápidamente las benéficas sombras de lonas, así como las espesas enramadas vegetales, tendidas de unos tejados a otros que refrescan las calles.


Las estrechas e irregulares calles donde antaño residieron ricos almirantes, ahora están tomadas por turistas. Uno no sabe muy bien hacia dónde va, simplemente sigue la marea de gente.



A lo largo de las callejas numerosos tenderetes de cerámica y de recuerdos de todo tipo, nos tientan con sus productos.



El primer edificio que llama nuestra atención es una pequeña iglesia que encontramos a nuestro paso, con una esbelta torre que brilla contra el cielo azulón. Está tan llena y hace tanto calor que casi no sé ni lo que estoy viendo. Lámparas colgando del techo, numerosas imágenes de santos y vírgenes ejecutadas con maestría, mucho dorado, quizá pan de oro en cada uno de sus rincones…



Salimos, dirigiéndonos hacia la Acrópolis, que corona majestuosamente el monte cercano al pueblo como un gran nido de águilas. No hay que olvidar que en Lindos encontramos una de las tres antiguas ciudades de Rodas, junto son Yalissos y Kamiros.


Si uno quiere puede subir a la acrópolis en burro, costumbre típica en Lindos. A mis hijas les dan pena los pobres burros y no quieren contribuir al mantenimiento de la tradición, así es que eludimos los múltiples ofrecimientos para hacerlo y subimos por las escaleras.


Por el camino muchas mujeres han venden manteles y otras labores de artesanía (realmente bonitos) que han extendido sobre las piedras.


Una vez arriba, reencuentro con los simpáticos y sufridos burritos.



Desde las alturas el panorama es sencillamente espléndido.


Reparamos, al subir hacia la acrópolis, en un monumento esculpido en la roca en bajorrelieve: un barco y un estrado, obra de los artistas lindios en el 170 a C. en honor a Agisandro o Hagesandros, sacerdote de Poseidón.


Entre el calor y los turistas, es difícil abstraerse por muchas maravillas que encontremos. Sin duda este es uno de los lugares que voy a apreciar mejor cuando vea las fotos.


Rodeando el conjunto, los muros dejados por los Caballeros y el intenso azul del mar.


Una vez arriba, los restos del templo de Palas Atenea, a la que se rindió culto en Lindos y el Templo de Zeus.


También hay restos de una iglesia bizantina, la de Agios Iannis (san Juan, para los amigos).


Por no dejarnos a nadie, las labores de restauración se deben a los italianos.


A las niñas las hemos dejado resguardadas bajo la sombra y cuando vamos a recogerlas han entrado en conversación con una señora y su niño, de acento latino. El niño Rafael, de no más de dos años, está hecho una bola de sudor, el pobre. Esta visita habría que haberla hecho en otras condiciones e incluso en otra época del año.


Conscientes de que hay mejores playas a los alrededores, pero sin ganas de buscarlas, vamos a tomar un bañito a la pequeña caleta, conocida como de San Pablo, uno de los puertos de la ciudad, en la que San Pablo, llegó a la isla para predicar, de camino a Roma o eso dicen.


Estamos un buen rato refrescándonos, aunque el lugar no es tan bonito como el de ayer. Yo le veo su encanto, a pesar de todo.


Cuando se hace la hora de comer encontramos sin problema un lugar adecuado. Nos estamos aficionando a la comida griega.


Mientras nos tomamos un heladito de postre, paseamos un poco más por Lindos. Nos cruzamos con burros y más burros que suben y bajan de la acrópolis y encontramos otros bonitos rincones fuera del tumulto turístico.


No nos iremos sin comprarle a la pequeña el recuerdo del viaje: Un burrito con bandera griega y el nombre de Lindos, con el que rápidamente es bautizado.


Para la tarde el cuerpo nos pide más bien descanso. Se nos ocurre, no obstante, acercarnos un poco al interior de la isla, allí donde el turismo masivo desaparece.


Dirección Lardos-Laermes, el interior es sorprendentemente arbolado y menos árido, aunque no montañoso. No obstante, el cansancio hace que nos quedemos dormidas en el trayecto.


Tenemos un punto de interés señalado: El monasterio de Theri o Tharri, al que finalmente llegamos, con la muy estimable colaboración de unos lugareños.


El Monasterio, del siglo IX, fue el primero de la isla.


Nos encontramos solos en la explanada que da acceso al monasterio. Solos con un monje, acomodado bajo la sombra de un árbol, que nos permite la entrada diciéndonos que no hay que pagar. Solos para contemplar el interior del tempo con sus iconos, muy bien conservados y las ofrendas de los fieles por los favores recibidos. Solos para fotografiar las bellas cúpulas ortodoxas en el exterior.


Si a esto añadimos que el calor se va convirtiendo en brisa, no sorprenderá a nadie si digo que esta sí ha sido una visita, aunque modesta, muy reconfortante, a la que dedicamos esta imagen final.


Por la carretera nos divierte encontrarnos constantemente a cabras. No tengo constancia de que sea animal sagrado en Rodas, pero lo parece. Campa a sus anchas por caminos y carreteras. Hasta hemos visto a una subida a un coche en un aparcamiento.


Finalizaremos la jornada, como ya viene siendo habitual, en la Plaza Hipócrates, hoy toca cenar pizza, disfrutando del ambiente y de los cortes de luz intermitentes, seguramente habituales en esta época del año.


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